Columnistas Jalisco

Crónicas de Cronomicón

Las fiestas de la Virgen

“Vamos subiendo la cuesta

Que arriba mi calle

Se vistió

De fiesta”.

Cada año por estas fechas (días más, días menos), nos visita sin falta la imagen peregrina de nuestra señora de Zapopan, “La Generala”, a la parroquia de Getsemaní de la Cruz.

A esos días se le suman las fiestas patronales y el 15 de septiembre, así que a lo largo de cinco cuadras (más o menos) por avenida Vázquez Coronado se instala una especie de colorida feria con comida, juegos de tiro al blanco y atracciones, brincolines y demás, son toda una tradición.

Una tradición que deja a los vecinos sin luz, tal cual. Para esas fechas ya sabemos que la luz se va una hora, dos, tres o hasta 24, incluso más, y es que depende de la experiencia, destreza y maña del encargado de robarse la luz con los diablitos; a mi juicio, el encargado de tal tarea debería de ser un verdadero técnico o por lo menos el que no sea tan tarugo para dejar sin luz a la colonia.

Y sí, esta vez nos dejaron sin luz casi 24 horas y otras 12 horas más con la luz intermitente, un cierto prende-apaga de antro chafa.

Sin luz y por tanto sin internet, sin poder ver la serie de Netflix (“One Piece” que es bien larga), jugar videojuegos o de plano trabajar, y con el pendiente de que se arruinen los alimentos del refrigerador, pero también sin la bomba para subir agua, y la cosa se complica todavía más cuando por la noche se encienden velas o lámparas y alrededor de la mesa la familia empieza a contar historias de terror.

A la mañana siguiente, ya con el celular sin batería, una vecina decide hablar con el señor cura al respecto: “¡cómo es posible que cada año pase lo mismo!”. Y algunos recuerdan aquella vez de cuando se quejaban por los cohetes y el castillo (ahora ya lanza menos pirotecnia), en ese entonces un “vecino” amenazó al párroco en turno con una rama de fuego para que dejaran de tronar cohetes, porque no lo dejaban dormir.

Pero lo de los juegos no tiene nada que ver con la iglesia, eso viene con los permisos del Ayuntamiento, dicen. Y es cierto, la ciudad les otorga el permiso de tapar las calles y robarse la luz, hacer todo el ruido posible hasta las 12 de la noche y al final dejar toda la avenida lo más sucia posible.

Y no es que sean malos, es divertido y hasta la guzguera se antoja de vez en cuando, siempre que no cargue uno una decepción amorosa porque eso vuelca en indigesta y pa’ qué les cuento.

La cosa es que debería de ser una fiesta más seria, sí cerrar, pero con cordón de ese que dice “no pase”, porque hay cada chofer y motorizado encabronado que se abre paso sin importarle nada ni nadie; también cargar con su propia planta de luz y si no se puede pues que alguien profesional (de la mera CFE) los conecte para que, por el amor de Dios, no deje sin luz a los vecinos, y ya por último, si no es mucha molestia, limpiar al final, que todos se pongan de acuerdo en el reto de “no se va nadie sin recoger su basura”, ¡pues qué caray!

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