Cronomicón

Letras rebuscadas: El libro de la selva, una lección scouts de amistad y lealtad

Vivir de ideas prestadas. Disney lo sabe. El emporio de la animación sana, libre de violencia y de referencias sexuales es toda una experta en el arte de reinventar historias clásicas. No sorprende que J.R.R. Tolkien, horrorizado ante la posibilidad de ver en la pantalla grande una versión edulcorada de las aventuras de los hobbies Bolsón, escribió en su testamento, en inglés británico y en élfico también, que el “Ratón Miguelito” tendría prohibido convertir su saga, “El señor de los anillos”, en uno más de sus éxitos de taquilla: como “Blanca Nieves” o “Pinocho”.Sin embargo, la obra del inglés nacido en la india, Rudyard Kipling, no gozaba de esos candados legales que la protegieran de los guionistas y dibujantes de Disney. “El libro de la selva o de las tierras vírgenes” entró en el catálogo de películas de la marca del “castillo de hadas" sufriendo una serie de adaptaciones obligadas por el escrúpulo y la filosofía del señor Walt Disney, quien desde su moralidad anglosajona, no consentía en sus animaciones la más mínima escena que pudieran agraviar la decencia o escandalizar la inocencia infantil. Por ejemplo, en la obra de Kipling, el malo de la historia, Shere Khan muere al caer en una argucia de Mowgli. El niño de la selva, junto con Akela (el lobo Alfa de la manda que lo crío) y hermano Gris, conducen al vengativo tigre a una estampida de bueyes y así, entre las pesuñas de la veloz manada, encuentra la muerte el bravo felino. En la película de 1967, la última que produjo el papá Mickey Mouse, cuyo estreno se perdió por culpa de la parca, Shere Khan simplemente huye vencido por Mowgli… ¡lindo final.Por fortuna “El libro de la Selva” regresó a las salas cines en una versión más apegada al espíritu sapiencial del “Libro de las tierras vírgenes”.El director Jon Favreau logró contarnos la ya conocida historia de Mowgli a través del prodigio tecnológico de una animación, cuyo realismo más que engañar, cautiva al espectador.A diferencias de otras películas contemporáneas del género como “Alicia en el país de la maravillas” u “Oz: el poderoso”, las recreaciones digitales de “El libro de la Selva” no abusan de los barroquismo fantasiosos y la construcciones oníricas (a lo Terry Gilliam); por el contrario, la jungla está montada como un escenario creíble y los animales, desde los lobos hasta el puerco espín, son a tal grado expresivos y desenvueltos que logran trasmitir emociones, sentimientos e ideas como cualquier actor de carne y hueso.Respecto a la historia, mucho quedó de la  película de 1967; la trama parte de un recién nacido perdido en la selva rescatado por una pantera, Bagheera, este felino le procura un hogar al huérfano dejándolo al cuidado de una manada de lobos.Dentro de la manada, el cachorro humano es criado como cualquier otro lobezno; pero las amenazas de Shere Khan lo obligan a huir, iniciando así una aventura llena de enseñanzas y amigos. A través de las palabras y timos de un oso bonachón y perezoso, Baloo, Mowgli aprenderá a disfrutar los sencillos placeres de la vida. En el camino, se enfrentará con las felinas y amenazantes sombras de su pasado. Despreciará las riquezas y honores del rey de los monos Louie, y lo más importante, al final de la jornada, se sabrá dueño de un don que lo distingue y privilegia ante las demás criaturas de jungla, ese don es la inteligencia, la destreza…La capacidad de pensar y crear le ayudará a salir airoso de todas las dificultades y asechanzas, y al final comprenderá cómo su ingenio lo define, pero no lo excluye del resto de los animales; encontrará así, como hombre, su lugar en la jungla.gr

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