Las bicicletas invadieron los espacios públicos a principios del siglo XX; y semejante plaga de paseantes sobre dos ruedas suscitó la queja de muchos bípedos tapatíos que clamaron al jefe político por un reglamento que les vedara el tránsito en plazas y jardines públicos.
Pesadas como la cruz del Nazareno, hijas de la primera revolución industrial, estas bicicletas necesitaban de sus servicios post-venta; un taller automotriz que también alquilaba carros, el de Daniel M. Gómez (en Colón 25 ½) le entró al negocio de la reparación de bicicletas allá para 1906. Una marca muy favorecida por los tapatíos fue la Sterling, sin cámaras o tubos interiores; cuando se picaban las parchaba con una inyección de almidón con panocha.
En 1907, el representante de la fábrica de cigarros El Buen Tono, Narciso D. Aceves, le presentó al Ayuntamiento de Guadalajara la desconcertante propuesta de un espectáculo público con fines publicitarios denominado La Pantalla Diabólica. La empresa tenía contemplado montarla en la plazoleta de San Fernando y sería para deleite popular, sin costo.
En tiempos de espiritista y demás creyentes en las ánimas en pena, las autoridades tapatías tenían motivos para temerle a dicho nombre; el agente de la cigarrera les exorcizó los miedos y las desconfianzas al mostrarles el cartel que publicitaba el espectáculo que, dicho sea da paso, nada tenía que ver con el Príncipe del Averno, y sí con las tan populares bicicletas.
En efecto, El Buen Tono presentó a un par de ciclistas acrobáticos de los Estados Unidos: los sensacionales, los incomparables, los únicos señores: W.A. Broad y J.R. Ford. La gracia de estos virtuosos del pedal y la rueda era dar vueltas en bicicleta dentro de una especie de jaula semicircular; al tomar impulso la fuerza centrífuga los catapultaba del suelo ante el asombro de los espectadores. De gira por la Republica, Narciso obtuvo el correspondiente permiso para que la Pantalla Diabólica fuera exhibida durante 15 días. Huelga decir, que lo verdaderamente diabólico de aquella suerte circense en bicicletas era su fin o intención comercial: el publicitar y fomentar, en cada una de sus funciones (50 ya y contando) la inhalación de nicotina por cortesía de cigarros el Buen Tono.
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