Imagina por un momento una noche ancestral. Estás en plena época del Paleolítico: la oscuridad lo envuelve todo, el silencio es absoluto, solo se escucha tu respiración y el susurro del viento. ¿Qué sensación te despierta? Con la escasa luz de la luna apenas distingues sombras. Bajo el cielo estrellado, ¿qué piensas? ¿Te sientes solo? De pronto, en esa penumbra, chocas dos rocas. Surge una chispa. El fuego se enciende en tus manos. Has transformado el mundo de manera irreversible.

Ese descubrimiento fue uno de los grandes avances de la humanidad. Permitió: en la Prehistoria, realizar actividades básicas de supervivencia como cocinar, calentar y protegerse; en la Edad de los Metales, dominar el cobre, el bronce y el hierro para fabricar armas, utensilios y herramientas que dieron origen a las primeras civilizaciones; en la Antigüedad clásica, aplicar la metalurgia y la ingeniería a la construcción, la economía y la guerra; en la Edad Media, consolidar la herrería como base para la creación de herramientas, armaduras y estructuras; en la Edad Moderna, potenciar los experimentos científicos que abrieron el camino hacia la industrialización; en la Revolución Industrial, convertirse en la fuerza motriz de las máquinas de vapor y de la producción masiva; en el siglo XX, expandirse con el acero, la electricidad, el petróleo y la energía nuclear, que transformaron la vida cotidiana y la geopolítica; y en la época contemporánea, evolucionar hacia el uso de minerales estratégicos y energías renovables, convirtiéndose en parte fundamental de la tecnología digital y de los procesos industriales modernos.
A lo largo de cada época, distintos elementos y factores impulsaron la expansión, el crecimiento y el progreso del mundo. Sin duda, las herramientas tecnológicas han transformado a la humanidad: desde el primitivo fuego hasta la inteligencia artificial (IA). Pero, si bien estas innovaciones han sido esenciales para el desarrollo, también han provocado un sentimiento recurrente: el miedo al cambio.
Hoy podemos afirmar que la IA es una herramienta transformadora, aunque todavía genera recelo en muchos. ¿Qué miedo la IA? Mantengamos la calma. El miedo es profundamente humano: es esa angustia frente al riesgo, ese recelo de que ocurra lo contrario a lo que deseamos (RAE). Sin embargo, el miedo también nos pone en alerta, nos obliga a prestar atención y a actuar con cautela. Y, cuando lo superamos, solo nos queda la experiencia y el aprendizaje.
Este miedo a la IA no es algo nuevo; es el mismo temor que ha acompañado cada gran avance. ¿Acaso no crees que aquellos primeros hombres sintieron un miedo enorme al descubrir el fuego, sin saber que estaban transformando al mundo? Los invito a repasar algunos ejemplos de cómo el miedo a la tecnología se ha repetido y, sin embargo, nos ha llevado a transformaciones extraordinarias.
Se dijo, se contó y se comentó…
Que se temió a la escritura: se rechazaba porque se pensaba que acabaría con la oralidad y la memoria. Sin embargo, ese temor abrió el camino al desarrollo de la escritura, la lectura, la preservación de la información y la difusión del conocimiento. Fue también el origen de una de las ciencias más importantes: la historia.
Lo mismo ocurrió con el ábaco y las primeras calculadoras. ¿Qué miedo? Una máquina haría cuentas, dejaremos de tener pensamiento lógico–matemático. Sin embargo, esas primeras máquinas fueron precursoras de las computadoras.
Y cuando llegaron las computadoras, ¿qué miedo trajo la automatización? “Se perderán miles de empleos”, se decía. Sin embargo, la automatización no eliminó el empleo en general, sino que lo transformó, generando nuevos perfiles profesionales y mejorando la productividad. En realidad, sirvió como apoyo para una gestión más eficiente de las actividades en el trabajo diario.
Tras la pandemia, en 2022, vivimos un nuevo boom tecnológico con la irrupción de la IA generativa: ChatGPT, MidJourney, Stable Diffusion y los primeros destellos de Bard, hoy Gemini, de Google. Ante estas novedades, confieso que también sentí miedo. Dije dramáticamente: “Se perderá el pensamiento crítico, la perspectiva sapiencial y el amor por la verdad”. Pero, al usar la IA, al enfrentarla y conocerla, comprendí que no debe verse como una amenaza, sino como una herramienta que amplifica la inteligencia humana.
Gracias a la IA podemos optimizar procesos, personalizar experiencias y acceder a información de manera más rápida, eficiente y relevante. El límite no es el cielo: es el infinito.

En la vida cotidiana, la IA ya está presente: corrige ortografía, gramática y sintaxis; sintetiza textos; ayuda a planear viajes; apoya en situaciones de crisis; y mucho más.
Lo que aquí comparto es un fragmento de la ponencia INVENTIO + AI: Towards an Intelligent Digital Library, presentada en la 20th IGeLU Conference – The International Group of Ex Libris Users, en Siena, Italia, hace algunos días. De ella surgirán más columnas de esta extraordinaria aventura, de la cual tengo mucho que contarles.
Queridos lectores, me despido con un mensaje simple, pero profundo: No teman. El miedo es natural, es humano, pero también es una invitación a la atención y a la acción. Al enfrentarlo y superarlo, todo se vuelve posible. Continuemos nuestro camino, lleno de experiencias, aprendizajes y vivencias. No tengan miedo a la IA, a expresarse, a viajar y sobre todo a amar.
No temamos a la IA: temamos a quedarnos atrás. ¡Ciao, alla prossima!
*Jorge Alejandro Peña Landeros, Director de Biblioteca, Universidad Panamericana (UP)