Nacido en una familia humilde en San Juan de las Abadesas, pueblo de la provincia de Gerona, en Cataluña (España), Jaime Nunó dejó sin duda para la historia Mexicana, un legado que en cualquier parte del mundo al escucharlo, el corazón vibra y te hace sentir que aunque el país no pase por un momento económico, político y social estable, orgulloso de ser mexicano.
Siendo todavía muy niño, Nunó recibió los primeros fundamentos de su formación musical gracias a uno de sus seis hermanos, Juan, quien era organista en la Iglesia de San Juan de las Abadesas, y fue quien lo introdujo en el mundo de la música. A partir de ese momento, las notas musicales formaron parte de la vida de este músico, compositor y director de orquesta catalán.
Sus estudios y su carrera lo llevaron a pisar varios países, entre estos, coincidió con México. Fue a mediados de 1854, durante una de sus estancias en el país que lo llevaron a ganar un concurso convocado para componer la música del Himno Nacional, cuya partitura se interpretó por primera vez el 15 de septiembre de ese mismo año.
LA MÚSICA, DE LUTO
A la edad de 84 años, este creador dejó de existir; sin embargo, sus composiciones se siguen escuchando a lo largo del mundo. En el año de 1942, sus restos mortales fueron trasladados de Estados Unidos (país donde fundó además una escuela de música en Buffalo) a la Ciudad de México, y depositados en la Rotonda de los Hombres Ilustres en el Panteón Nacional.
También este español con corazón mexicano es reconocido en la Perla Tapatía con una serie de áreas verdes que llevan su nombre, y las cuales son visitadas diariamente por chicos y grandes en la colonia Mezquitán Country.
(Fotos: Andrea García)
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