Hace unos cuantos días, el magnate Ricardo Salinas Pliego reaccionaba en su cuenta de X respecto de una serie de notas que cubrían un asunto de interés público: su inmensa deuda con el fisco mexicano. En su reacción, el empresario no se defendía de ninguna de las afirmaciones de las notas, sino que más bien insultaba a las periodistas de manera frontal y directa.
No es la primera vez que Salinas Pliego manifiesta tranquilamente esta actitud misógina y verbalmente ultraviolenta contra periodistas o funcionarias. Solo para ilustrar, pondremos aquí algunos de los agravios que el señor ha dirigido a estas personas que hacen su trabajo: nalga pronta, perra, bruja, momia, “lencha”, gorda, jodida, burra, marrana, textoservidora…

Para el empresario, las periodistas que cubren un asunto de interés público no llevan a cabo un trabajo legítimo, no tienen derecho a hablar de él, ni mucho menos reclamarle sus insultos: “déjese de mamadas escudándose en la violencia de género y acepte que ustedes no tienen derecho a atacar a los hombres nada más por ser mujeres (aunque parezcan hombres)”.
A pesar de sus expresiones de odio relacionadas específicamente con el hecho de ser mujeres, Salinas es un tipo popular en las redes, que le gusta dirigirse a Claudia Sheinbaum de “presidente a presidente”, así, con e, con el puro objetivo de no reconocerla como primera presidenta de México —que no es poco — e ignorando el hecho de que representa democráticamente a millones de personas y él es simplemente un autócrata de su empresa.
El eco y el respaldo que encuentran personas como Salinas Pliego en otros hombres, quienes admiran su modelo de éxito: confrontativo, poco respetuoso con la ley, y que cuanto más agresivo es, sobre todo con las mujeres, más seguidores tiene, les anima a seguir incrementando su nivel de hostilidad. Por ejemplo, tras el triunfo de Trump, el Instituto para Diálogo Estratégico (ISD, por sus siglas en inglés) detectó que el postsexista de un influencer misógino, relacionado con el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, se replicó 35 millones de veces, incrementando en 4 mil 600 por ciento los comentarios en este mismo sentido en menos de 24 horas.
Este alarmante incremento de misoginia en la red expresa también la impunidad y la falta de consecuencias para quienes emiten mensajes que, sin embargo, tienen efectos en la vida real de las mujeres que somos blanco de su ira, particularmente las periodistas: 73 de cada 100 mujeres pertenecientes a este gremio han sido afectadas por la violencia en línea, según la UNESCO.
En México, de acuerdo con la organización Artículo 19, no es extraño que las periodistas reciban amenazas de muerte y violencia sexual en relación con su trabajo, pero también son víctimas de atentados como el sufrido por Lydia Cacho, y de asesinatos consumados como los de Miroslava Breach, María Elena Ferral, Lourdes Maldonado, Sheila Johana García, Norma Sarabia y Yessenia Mollinedo, por mencionar solo algunos casos.
Las voces misóginas, algunas más estridentes que otras, reverberan en las redes sociales configurando un paisaje digital donde la agresión contra las mujeres es cada vez más habitual, más directa, más popular e hiriente, presentándose como si fueran víctimas de una conspiración femenina que les agrede a ellos, cuando la realidad es que se revuelven para agarrarse a sus privilegios a través de la violencia.

*Por Mariana Espeleta Olivera y María de la Concepción Sánchez Domínguez-Guilarte, académicas del Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia del ITESO