Retomando la historia de la UNIVA, se puede decir que mal inició la década para la Escuela. El 23 de julio de 1970, el Padre Santiago Méndez Bravo sufrió una severa embolia; la cual, según un ex directivo de la Universidad, Guillermo Gracia Maravilla, pudo deberse a las preocupaciones económicas que lo aquejaban.
El Padre Santiago poseía una pequeña imprenta de donde obtenía buena parte de los recursos con los que costeaba el Pío XII. La maquinaria con la que operaba el negocio era ya bastante vieja y, para su mala fortuna, la tendencia en la impresión, la innovación en boga, era el offset: sistema mucho más funcional y que permitía realizar trabajos de mayor calidad. La obsoleta maquinaria de la imprenta del Padre Santiago no podía competir y el negocio fue perdiendo paulatinamente clientes, quedó endeudado y quebró. Tras la embolia del Padre Méndez Bravo, el Arzobispo José Salazar López encargó a Rubén Darío Rivera, recién ordenado sacerdote, revisar el negocio.
La imprenta estaba realmente mal y el Arzobispado tomó la decisión de rescatarla, quedando a cargo el propio Darío. En ella, se imprimieron la Hojita parroquial y luego el Amiguito. Al tiempo, la imprenta terminó siendo vendida a un congregante de Santa María de San José (E/GGM.8.2.18).
El panorama sin duda era adverso para la Escuela. Más preocupante que perder una de sus fuentes de financiamiento, era la salud de su titular. A raíz de la embolia, el Padre Méndez había quedado inmóvil y sin habla. Sobre su caso, el Arzobispado también tomó medidas y nombró un suplente de manera temporal, al Padre Salvador Rodríguez (González Escoto , 2002, pág. 35).

A la par, se conformó un consejo integrado por importantes seglares que ayudarían en la dirección del instituto durante el tiempo que necesitara el Padre Santiago para recuperar el habla. El consejo no fue para nada indulgente, ni paciente; el director de la Escuela recién comenzaba su convalecencia cuando lo convocaron para pedirle su renuncia en los términos más descorteses. Como lo marcan las normas canónicas que rigen el ministerio sacerdotal, el padre Méndez acudió ante al Arzobispado para presentarle su renuncia. Monseñor Salazar López rechazó la renuncia, mandó llamar al consejo, lo disolvió, y ratificó al Padre Santiago como director de la Escuela. (González Escoto , 2002, pág. 35).
Para septiembre de 1970, el instituto empezó a ofertar, de una manera un tanto forzada, una nueva carrera, la de Filosofía con un sistema de enseñanza abierto. Por esas mismas fechas se da un primer intento por establecer una escuela de Psicología.
En la opinión de Gracia Maravilla, la carrera de Filosofía salvó, de cierta forma, a la institución. Recién concluido el Mundial de Futbol, él y otros ex seminaristas (Andrés Cardona Lara, Marco Antonio Valencia Lomelí y Antonio Cossío León Álvarez), se reunieron para visitar al Padre Méndez en sus oficinas de Av. La Paz y la calle Argentina, donde ahora se localiza el Círculo Bíblico Católico. (E/GGM.8.2.18).
En aquellos entonces la Secretaría de Educación Pública no reconocía los estudios realizados en los seminarios y los muchachos habían acudido al Padre Méndez con la esperanza de terminar y validar sus estudios en su institución. Gracia Maravilla señala que el Padre, sin ser descortés, les habló con franqueza:
…miren muchachos, yo ya no estoy para esos trotes. Mi salud no me lo permite, es más vine porque precisamente estoy por finiquitar esto; porque ya mi salud no me lo permite. Me están pidiendo estas instalaciones y lo único que estoy esperando es que una o dos generaciones de periodismo salgan y ahí la vemos (E/GGM.8.2.18).
Les comentó además que había hablado con Carolina Castillo, directora de la Escuela para secretarias, y le había dicho que se quedara con ella y que se la llevara a otro lado, pues estaba por entregar las instalaciones (E/GGM.8.2.18).

En su proyecto, estos jóvenes recibieron el apoyo de gente del ITESO. Otro ex seminarista que daba clases en dicha universidad, de nombre Antonio Mendoza, los ayudó; al igual que el Padre Jesús Madrid, quien sería el primer director de la Escuela de Filosofía. El instituto necesitaba maestros y los consiguieron. El Padre Méndez aceptó prestarles un salón; en reciprocidad, los muchachos se cooperaban entre ellos para darle una cantidad a manera de renta. Buscando la validación de sus estudios, Andrés Cardona, Antonio Cossío León y Gracia Maravilla viajaron a la Ciudad de México; sin conocer a nadie, tocaron puertas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Politécnico, y en la Secretaría de Educación Pública (SEP). En la UNAM, fueron recibidos por el propio Daniel Cosío Villegas; quien, por su parte, les presentó a otra eminencia universitaria, al filósofo Leopoldo Zea.

Cosío Villegas les dio una tarjeta de la SEP y los envió con Sergio Domínguez Vargas, director general de la Corporación de Revalidación de Estudios de la Secretaría. El director les dio toda la información que requerían para obtener el reconocimiento no sólo para Filosofía, sino también para periodismo. De todo esto enteraron al Padre Méndez. (E/GGM.8.2.18).
El Padre tenía el respaldo de estos ex seminaristas y nuevas motivaciones para seguir adelante a pesar de su convalecencia. Transcurrieron dos años y la primera generación de Filosofía egresó. La graduación fue el 3 de marzo de 1972 y la apadrinó el propio Leopoldo Zea, entonces secretario general de la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL).