Metrópoli

La necesidad de empleo y la creatividad para la estafa se mezclan en las redes y el mundo laboral

“¿No tienes trabajo?, haz una pequeña inversión y te enseño a generar recursos con un modelo alemán”

Río Elba 22

Río Elba 22, un edificio ubicado a unos pasos de Reforma, donde diariamente circulan cientos de oficinistas vestidos impecablemente. El edificio contrasta de los demás por un evidente descuido en la fachada y por la estructura interna; sin embargo, allí acuden periódicamente decenas de personas confiadas, de todas las edades, convocadas a través de avisos colgados en redes sociales y plataformas de trabajo donde se ofertan vacantes de Auxiliar administrativo, Recepcionista, Creadores de Contenido, y Ayudantes de oficina.

Responden a una oferta atractiva por donde se le vea: buen sueldo, medio turno, fines de semana libres, actividades sencillas que no requieren un nivel de estudios superior a la secundaria y la promesa de crecimiento a corto plazo. El requisito es que los postulantes pasen por un primer filtro: un periodo de capacitación.

Dicha capacitación tendría una duración de cuatro días en los que se explicarían métodos, herramientas, procesos y expectativas de trabajo.

Al llegar el primer día de la capacitación, lo que los participantes ven es el interior de unas oficinas semiabandonadas, en la planta baja del edificio hay un establecimiento de decoración de uñas; al preguntar por las empresas reclutantes en los locales de alrededor, la respuesta que se obtiene es que no conocen dónde se ubican o a qué giro pertenecen, sin embargo, dan testimonio de que cada cierto tiempo grupos de personas se presentan a esa dirección, regresan unos días y después el sitio vuelve a quedar en calma.

Al subir por las escaleras al quinto piso, la sede de la capacitación, se van dejando atrás puertas cerradas y luces apagadas, sin personas laborando.

Los solicitantes son recibidos por el personal reclutador, quienes requieren, para “la verificación de identidad”, copia del INE, fotografías infantiles y comprobante de domicilio; luego, son dirigidos a un aula, repleta de sillas, donde reciben la advertencia de que en ningún momento de la capacitación podrán hacer uso de sus dispositivos móviles para “asegurar la atención a la información que van a recibir”.

La cátedra comienza con un sujeto de unos 30 años, quien se presenta con el “licenciado” antecediendo a su apelativo. Relata su experiencia en la empresa, de la que no llega a mencionar el nombre, hace alarde de los conocimientos, crecimiento y ganancias económicas que ha logrado por medio del empleo al que los más de 30 aspirantes se han postulado.

El discurso de más de una hora es solo la introducción al segundo orador, a quien se presenta como un “gran instructor” y que debe ser recibido con una ola de aplausos.

En esta parte es donde comienza la dinámica de horas y horas acerca de la superación personal, el conformismo mexicano, critica al sistema de trabajo, ensalzando las recompensas del echaleganismo y muchos conceptos más, sin llegar a mencionar de qué se trata el trabajo que se les está ofreciendo.

El primer día acaba.

El segundo día transcurre de la misma forma, muchas palabras preparadas por un hombre que no titubea, que envuelve con palabras a personas que volvieron en forma voluntaria, aunque son significativamente menos quienes regresan a las desvencijadas oficinas de Río Elba 22.

Aseguran que, para poder realizar las actividades laborales, que son de “un nivel de dificultad bajo pero que requieren disciplina”, será necesario adquirir un paquete de herramientas “así como lo hacen los albañiles o los plomeros, que cuentan con su propio equipo de trabajo”, si no, no podrían desempeñar sus actividades:

“Es una pequeña inversión inicial para lograr ganancias significativas en poco tiempo, pero deben estar dispuestos a desembolsar esa cantidad y, si no la tienen, vale la pena que la consigan, pidan prestado a sus familiares, a la vecina, o a quién ustedes quieran, en pocas semanas tendrán los ingresos para pagar.”

El paquete de las herramientas trabajo consiste en un equipo celular con un programa especial que solo ellos pueden proveer. Ofrecen distintas opciones de equipos con el software incluido o la venta únicamente el software para instalar en un celular propio.

Los celulares van de gama alta a baja cuyo costo se puede cubrir en pagos cómodos.

Las personas que aceptan “el trabajo” firman un contrato y, después de realizar el pago por el equipo, desparece el contacto con los capacitadores. No hay entrega de equipo o software.

A quienes se muestran interesados, pero sin dinero para pagar, los capacitadores les enganchan para que cada uno reclute a 15 personas más por medio de la publicación de anuncios en sus redes sociales. El circuito se completa para generar una nueva oleada de candidatos a un trabajo que promete ser fácil y con buenos ingresos.

La “empresa” aparece y desaparece sin dejar rastro físico, como un fantasma que va dejando tras de sí la misma sensación que tiene quien sufrió un espanto o un robo. Actúan con la cautela de un detective pues incluso se dan el lujo de elegir a sus víctimas, no cualquiera puede presentarse y solicitar ser parte de sus candidatos “a emplear”.

En el momento en que alguien que no lleva recomendación de un “socio” se presenta a la ubicación, es cuestionado por dos personas que esperan a las afueras del edificio y con muchas dubitativas dejan entrar a solicitar una entrevista, sin embargo la operación no tiene éxito.

No llevar recomendación genera en ellos desconfianza y enciende las alertas, así que, ofrecen el minimo de información posible (nombre de la empresa, vacantes ofertadas, nombres de quien atiende, números de télefono) por seguridad y confidencialidad.

Río Elba 22, quinto piso, queda abandonado durante varios días cuando cada ciclo concluye, los capacitadores y los postulantes no se dejan ver por el lugar. En tanto, en redes, una nueva oleada se está gestando para el próximo ciclo de “capacitación”.

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