
La Operación Telaraña se comenzó a planear en el mayor secreto hace año y medio, cuando el presidente Volodímir Zelenski propuso al jefe de los Servicios de Seguridad de Ucrania (SBU), Vasil Maliuk, una ataque tan espectacular que parecía más propia de una película de Misión Imposible.
Los SBU (la versión ucraniana del desaparecido KGB soviético) sabía que el factor sorpresa era la clave para que la operación fuera un éxito y por ello eligió blancos donde menos se lo esperaran los rusos, como una base en siberia, a casi 5 mil kilómetros de distancia, y a la hora menos bélica posible, por la tarde, a plena luz del día.
Al frente de la operación, Zelenski puso a su nuevo hombre de confianza, Maliuk, elevado ya a la categoría de “héroe de guerra” por Zelenski, quien tras el exitoso ataque por sorpresa contra cuatro bases aéreas, que destruyó total o parcialmente al menos 40 aviones de guerra estratégicos (algunos de ellos, capaces de lanzar bombas nucleares) “pasará a los libros de historia”. El presidente ucraniano no exageró.
¿Pero, qué hizo diferente esta operación bélica de otras?
Básicamente y por lo que pasará a la historia, es porque estamos ante la primera operación militar a gran escala y en el marco de una guerra convencional —no nuclear— en la que se usó la Inteligencia Artificial, aplicada a un innovador sistema de drones con visión remota (FVP, por sus siglas en inglés) para asestar un doloroso golpe al enemigo.
Por eso, tampoco exagera el grupo estadounidense de análisis de defensa “War of The rocks”, cuando este lunes escribió con admiración en las redes sociales que “hay momentos en la historia militar que redefinen cómo se interpretan las guerras; el uso de drones FVP con IA, es uno de estos momentos. La culminación de este punto de cambio en la historia es la Operación Telaraña”.
¿Cómo usaron los ucranianos la IA?
El primer paso fue el reconocimiento de qué objetivos a atacar: los drones fueron entrenados con IA para identificar bombarderos rusos Tu-95 y Tu-22M3 en función de su silueta y características estructurales.
El siguiente paso fue mejorar la precisión: los sistemas de IA fueron entrenados con imágenes de bombarderos soviéticos almacenados en el Museo de Aviación de Bombarderos Pesados de Poltava (en el oriente de Ucrania que aún no ha caído en manos de las fuerzas invasoras rusas).
El tercer paso fue la optimización de impacto: la IA permitió que los drones golpearan puntos vulnerables en el fuselaje de los aviones, asegurando que quedaran inutilizados.
¿Por qué eligieron los Túpolev?
Porque son la joya de la corona de la aviación rusa.
El Tu-95 porta cuatro turbohélices Kuznetsov NK-12, los más potentes jamás construidos, con una velocidad máxima de 925 km/h, lo que lo convierte en el bombardero de turbohélice más rápido del mundo. Tiene una autonomía de 15,000 km, permitiendo misiones intercontinentales sin reabastecimiento, y desde luego alcanzar el punto más remoto de la vecina Ucrania. Pero lo que lo hace temible es que puede portar misiles de crucero Kh-55 y Kh-101, además de bombas nucleares.
En cuanto al Tu-22, este bombardero supersónico, impulsado por dos motores turbofán Kuznetsov NK-25, alcanza una velocidad máxima de 2,100 km/h, lo que lo convierte también uno de los mayores aviones de guerra (no turbohélice) más veloces del mundo, capaces de llevar 24,000 kilos de carga bélica, incluyendo misiles Kh-22. Kh-32 y bombas guiadas KAB-500.
¿Cómo se llevó a cabo la operación el día D?
Agentes del SBU se infiltraron en Rusia trasladando clandestinamente 117 drones FVP, cargados con bombas teledirigidas. Los drones pasaron escondidos en seis camiones de transporte comercial.
Según las imágenes facilitadas por el SBU, los aparatos y una docena de contenedores diseñados para la misión fueron trasladados a cobertizos de madera, como un almacén en la provincia de Cheliábinsk, en el centro de Rusia y próxima a la frontera con Kazajistán. En estos almacenes se prepararon la última fase del ataque. Los contenedores fueron diseñados con un sistema que abría automáticamente sus compuertas, como hicieron la tarde del 1 de junio, momentos antes de que los drones fueran activados a distancia.

Ucrania no reveló cómo logró que los vehículos se acercaran a objetivos militares de alto perfil sin ser detectados, pero informes de medios rusos sugirieron que fue relativamente sencillo.
Baza y Astra, dos canales rusos de Telegram, informaron que los camiones fueron comprados por un ucraniano residente en Rusia, quien simplemente pagó a cuatro conductores para que los llevaran a donde los necesitaba.
El Servicio de Seguridad Ucraniano afirmó que los agentes involucrados en la operación habían regresado sanos y salvos a Ucrania cuando comenzaron los ataques.
Los ataques tuvieron como objetivo cuatro aeródromos en el interior de Rusia, siendo el más lejano, la base de Belaya en la región siberiana de Irkutsk, a unos 4,500 kilómetros de la frontera de Ucrania con Rusia. Los otros objetivos incluían la base de Olenya, cerca de Múrmansk, en el Círculo Polar Ártico, a más de 2,000 kilómetros de Ucrania; la base aérea de Ivanovo, a unos 800 kilómetros de la frontera y la base aérea de Diaghilev a unos 520 kilómetros de Ucrania.

Los drones fueron programados para alcanzar el lugar del ataque e identificar su objetivo concreto sin necesidad de ser pilotados remotamente. lanzaron bombas de corto alcance que dañaron o destruyeron unas 41 aeronaves Túpolev. De confirmarse, Rusia se habría quedado sin un tercio de sus aviones estratégicos de largo alcance.
Por lo menos cuatro conductores de los camiones fueron interrogados por los servicios secretos rusos, según el medio ruso Baza. Estos choferes declararon que estaban transportando viviendas prefabricadas y que desconocían por completo la operación. Algunos de los conductores, según Baza, vieron, aparentemente sorprendidos, cómo durante su trayecto empezaban a despegar drones desde la plataforma de carga del camión.
Goliat se defendió impotente con piedras
Los ataques ucranianos con drones contra Rusia no son raros e incluso algunos llegaron a impactar cerca de Moscú, pero la gran mayoría pudieron ser neutralizados, tras ser detectados al cruzar la frontera. El éxito en esta ocasión es que los drones enemigos despegaron desde los más profundo del territorio ruso, muy cerca de sus objetivos.
Era tal la confianza rusa en que los drones ucranianos jamás alcanzarían bases aéreas en Siberia o cercanas al círculo polar ártico, que los enormes aviones Túpolovev estaban fuera de los hangares, visibles desde cualquier satélite. El radar y las defensas aéreas rusas en estas bases no estaban preparados para un ataque tan repentino y a tan baja altitud.
Según los videos difundidos en redes sociales por testigos, una vez que despegaron todos los drones los contenedores se incendiaban sin intervención externa, por lo que se cree que los ucranianos incorporaron previamente un mecanismo de autodestrucción. En otros videos se ve incluso a gente tirando piedras al aire cuando empezaban a despegar los drones.
Como escribió amargamente un “patriota ruso” en Telegram, “esta vez fue Goliat quien trató de matar a David, a pedradas contra sus drones con IA, y ni aún así los abatimos”.