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25 años de la muerte de Diana: tanatofilia y final angustioso: “¿Dios mío, qué ha pasado?”

El 31 de agosto de 1997, Lady Di moría con 36 años, evento que desató el primer fenómeno de luto global . Ocurrió de la peor manera: sin despedirse de sus hijos y con una vida por delante para convertirse de princesa a “reina del pueblo”.

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John Loughrey, fanático confeso de Diana de Gales, le rinde homenaje en su última residencia antes de divorciarse, el palacio de Kensington de Londres

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EFE

Hay eventos que impactan de tal manera que muchos recuerdan qué hacía el 11-S o cuando el terremoto del 85, o cuando cayó el Muro de Berlín. Uno de estos cumple este miércoles un cuarto de siglo, con sus protagonistas vivos, excepto el principal: Diana de Gales.

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La madrugada del 31 de agosto de 1997, la princesa que renunció voluntariamente a ser reina, tras pedir el divorcio a Carlos de Inglaterra, murió del brutal impacto que recibió tras estamparse el coche en el que viajaba en un túnel de París. Junto a ella iba su novio, el magnate egipcio Dodi al Fayed, muerto al instante, al igual que el chofer; mientras que el guardaespaldas (el único que llevaba cinturón) sobrevivió pese a sus graves heridas.

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Los últimos minutos

Segundos después del accidente, el coche del doctor Frederic Mailliez entró en el túnel en la otra dirección. “Estaba sentada en el suelo en la parte de atrás y descubrí entonces que era una mujer muy hermosa y que no tenía ninguna herida grave en la cara. No sangraba, pero estaba casi inconsciente y tenía dificultad para respirar”, recordó.

Su tarea terminó con la llegada de los servicios de emergencia. Tampoco la reconoció a primera vista el sargento de bomberos Xavier Gourmelon, a quien, en un momento en el que recuperó la conciencia, la princesa le dijo "Dios mío, ¿qué ha pasado?"

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Fotograma.

Lady Di llegó al hospital en estado de shock traumático y el cirujano cardiotorácico de guardia, Bruno Riou, comprobó que había sangrado interno. El pronóstico no era bueno... Sufrió varios paros cardíacos y, pese a los esfuerzos de reanimación, falleció.

Tanatofilia planetaria

Momentos después, el gobierno francés anunciaba la muerte de la princesa. Los medios de todo el mundo interrumpieron sus retransmisiones para anunciar la tragedia, y fue entonces cuando se empezó a gestar un fenómeno conocido como tanatofilia, la atracción o sobrerreacción (en algunos casos histérica) a la muerte de un personaje popular.

Los ejemplos abundan. La momia de Lenin y las largas colas para verla es un claro ejemplo de tanatofilia, como lo fueron el funeral de Evita o el de Kennedy; o más recientemente, el del cantante Juan Gabriel. Pero lo que se sale de lo normal es que ese fenómeno, en el caso de Lady Di, tuviera un impacto a escala planetaria. Ni siquiera el fallecimiento posterior de personajes que cambiaron el rumbo de la historia —como Mandela, muerto en 2013, o Fidel Castro, en 2016— generaron tal impacto, como la muerte de la joven inglesa, con apenas 36 años.

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Medio mundo se dejó arrastrar por una especie de luto global por la muerte de la “princesa del pueblo”, como la llamó el entonces primer ministro británico, Tony Blair, en su mensaje a la nación. Pero no todos reaccionaron igual.

“Todos me van a culpar ¿no?”

La biógrafa real Penny Junor desveló, años más tarde, que la primera reacción del príncipe Carlos tras recibir la noticia no fue de pesar por la trágica muerte de su exmujer o cómo le diría la noticia a sus dos hijos, Guillermo y Enrique, este último todavía un niño.

“Todos me van a culpar, ¿no?", dijo Carlos, según las fuentes de la biógrafa. “Vamos a asistir a una reacción que nunca antes habíamos visto. Y podría destruirlo todo. Podría destruir la monarquía", a lo que su secretario personal, Stephen Lamport, respondió: “Sí, señor, creo que podría ocurrir. Va a ser muy difícil para su madre, señor".

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¿Dónde está la reina?

Para suerte del angustiado heredero al Trono británico, la poderosa prensa sensacionalista inglesa no centró sus ataques en el “adúltero Carlos”, sino en alguien que se había esfumado de la faz de la Tierra: Isabel II, la nuera de Diana Spencer que pasó de bendecir su matrimonio a repudiarla por

celos. Celos de una joven modosita que no sólo se atrevió a pedir públicamente el divorcio de su hijo, el heredero, sino que opacó a la hierática monarca, incapaz de tocar al común de la gente, mientras Diana de Gales sentaba en su regazo a niños con sida en su campaña contra la estigmatización de la enfermedad.

La terquedad de la reina, que se negaba a dejar su palacio de verano en Escocia y regresar a Londres a rendir tributo a la princesa muerta, sólo se acabó cuando Blair, casado de llamarla, le advirtió que no sólo su reinado, sino la propia institución monárquica estaban en la cuerda floja.

Cinco días después del accidente, se acercó a ver la montaña de flores frente al palacio de Buckingham e incluso dio el pésame a algunos de los llorosos ciudadanos.

Nunca se sabrá si su dolido mensaje a la nación y su inaudito gesto al agachar la cabeza ante el paso de su ataúd les salió del alma o fue parte de una estrategia para congraciarse con su pueblo. En cualquier caso, el funeral de Diana, el más visto de la historia, fue una venganza póstuma de la princesa que se sintió despreciada en palacio.

Con motivo del 25 aniversario de su muerte, han aparecido nuevos testimonios de sus últimos días que revelan sus planes de mudarse a Estados Unidos, y su intención de convertirse en una especie de embajadora del mundo para defender causas justas, como cuando no dudó en grabar un video caminando por un campo desminado de Angola, para exigir un tratado internacional para la prohibición de las minas terrestres en el mundo, como efectivamente ocurrió.

Hace 25 años, Diana no sólo había logrado convertirse en la “princesa del pueblo” por méritos propios, sino que se disponía a hacer realidad todos sus sueños, los mismos que se estrellaron con ella en un túnel de París.