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La hipocresía del izquierdismo mágico latinoamericano
Fran Ruiz

La hipocresía del izquierdismo mágico latinoamericano

Realismo mágico es que una mayoría aplastante de países latinoamericanos estén gobernados por líderes izquierdistas (o se asuman como tal) y no hayan sido capaces de imponer un candidato progresista para evitar que el nuevo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sea el candidato propuesto por el ultraderechista brasileño Jaire Bolsonaro, como finalmente ha ocurrido, con el apoyo de Washington.

Realismo mágico es que Andrés Manuel López Obrador haya hecho luego un berrinche porque tan importante institución inversora siga en manos de un “neoliberal” y no moviera sus dotes de diplomático (si es que las tiene) para buscar, junto con sus correligionarios sudamericanos, un candidato de consenso izquierdista. En vez de eso, México, Argentina y Chile mataron cualquier posibilidad presentando cada uno un candidato.

Realismo mágico es que, mientras esto sucedía, el dictador cubano, Miguel Díaz-Canel, se deshacía en halagos hacia el presidente ruso Vladímir Putin, a quien visitó en Moscú para decirle que no se preocupe, que él no tiene la culpa de haber ordenado la invasión de Ucrania, que la culpa de la guerra es del “imperialismo yanqui”, porque es bien sabido por la izquierda latinoamericana que el imperialismo o es yanqui o no lo es. En otras palabras, que el imperialista Putin haga con Ucrania lo que quiera, ya que nada destruirá la “amistad” de los pueblos latinoamericanos con Rusia, como bien recordó la bancada morenista en su homenaje al embajador ruso en México poco después de comenzar la invasión.

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Realismo mágico es que este jueves hayan salido en tromba los presidentes de Colombia y Argentina a defender a la diputada española de Podemos agredida en sede parlamentaria por una legisladora de la ultraderechista Vox —gesto que, por otra parte, los ennoblece—, pero guarden vergonzoso silencio ante la cadena de largas condenas de cárcel contra los jóvenes cubanos que se atrevieron a gritar “abajo la dictadura”.

Realismo mágico (pero congruente con su forma de actuar) es que los regímenes “revolucionarios” de Cuba y Venezuela hayan sumado su voto en contra al de China para intentar impedir (sin éxito) que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU cree una comisión para investigar la grave represión en Irán contra la población y especialmente contra las mujeres, a raíz del asesinato de la joven Mahsa Amini por llevar mal puesto el velo islámico.

Y por último, pero no menos graves, realismo mágico (frente a un destello de dignidad) es que haya tenido que venir el presidente de Chile, Gabriel Boric, a México para decir ante el Senado lo que nadie dice: que “no podemos mirar a otro lado cuando sabemos que hay presos políticos en Nicaragua”.

AMLO recibe al primer mandatario de Chile, Gabriel Boric en Palacio Nacional

AMLO recibe al primer mandatario de Chile, Gabriel Boric en Palacio Nacional

EFE / Mario Guzmán

… y esto es, precisamente, lo que hacen AMLO y el resto de aliados que se proclaman de izquierda: callar de forma vergonzosa los crímenes que cometen otros colegas de la región, por el mero hecho de que se proclaman también de izquierda.

¿Cómo pudo José Mujica (elevado en los últimos años a gurú del humanismo progresista) conceder una larga entrevista a El País, publicada este mismo jueves, para hablar de lo que le preocupa del mundo y no dedicar unas palabras a los políticos encarcelados con saña por la dictadura de Daniel Ortega, cuando él sabe mejor que nadie lo que es estar encarcelado por sus ideas de libertad?

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