
La implementación del túnel de viento en el entrenamiento de la Brigada de Fusileros Paracaidistas del Ejército ha marcado un antes y un después en la profesionalización de las fuerzas especiales, reduce riesgos, optimiza la preparación, permite perfeccionar las maniobras aéreas sin la necesidad de saltar desde una aeronave y también ha elevado la efectividad del entrenamiento.
Antes de contar con esta tecnología sólo el 70 o máximo 80 por ciento de las personas capacitadas lograba cumplir con los estándares requeridos en las pruebas finales de salto. Ahora, con el túnel de viento, el 100 por ciento de los adiestrados logra superar con éxito los “saltos de calificación”.
“Cuando no contábamos con el túnel de viento estas habilidades se desarrollaban durante los saltos. Era mucho más difícil porque en el salto hay que dominar dos cosas, la parte mental y la parte física; hay que mantener estabilizado el cuerpo en la caída libre y hay que utilizar los brazos y piernas para desplazarnos. No todos lograban el objetivo de pasar los saltos de calificación”, comentó a Crónica el mayor Israel García Zamora, encargado del túnel de viento, quien lleva 32 años de servicio.
Se trata de una instalación de última generación inaugurada el 3 de abril del 2024 que requirió un presupuesto de 195 millones de pesos y se ubica en el Campo Militar Estratégico de Santa Lucía, en el Estado de México.

Actualmente la brigada tiene un efectivo aproximado de 2 mil 400 paracaidistas, entre hombres y mujeres; en el simulador de viento son preparados con mayor seguridad, rapidez y precisión; incluso, brinda casi a cualquier persona la oportunidad de experimentar el vuelo en caída libre mediante instrucciones sencillas y breves.
“Es una herramienta didáctica que complementa el proceso de enseñanza-aprendizaje del vuelo en caída libre. El personal que ya cuenta con la especialidad en caída libre perfecciona las habilidades ya desarrolladas”, dijo.
A diferencia del entrenamiento tradicional, el simulador de caída elimina los problemas relacionados con las condiciones atmosféricas adversas como fuertes vientos, lluvia, baja visibilidad, que obligan a suspender los saltos, “si las condiciones no son las apropiadas no podemos saltar”, agregó el mayor.
Otra de las ventajas es que en el túnel de viento se puede ajustar la velocidad del aire de acuerdo con el peso de las personas, lo que simula la velocidad exacta ejercida por la fuerza de gravedad.
El entrenamiento y sus retos
Los paracaidistas tienen que desarrollar habilidades necesarias para mantener el control al descender con equipo —cuyo peso es superior los 60 kilos— desde la aeronave; Israel García Zamora comentó que se trata de uno de los mayores retos del adiestramiento ya que llevan una mochila entre las piernas con equipo de combate, que pesa más de 25 kilogramos, más el peso de los dos paracaídas (uno principal y uno de reserva).

Explicó que el vuelo en caída libre se puede ejecutar de distintas formas y está dividido en cuatro niveles: ventral, dorsal, sentado y de cabeza; la práctica en el túnel se realiza diariamente en sesiones de entre 10 y 15 minutos.
“Lo que la persona tiene que hacer es saber controlar su cuerpo con peso extra para mantener la estabilidad e integrar formaciones o realizar acrobacias; ellos tienen que agruparse desde la caída libre para que aterricen en un punto especifico del terreno para cumplir con la misión”.
Dio a conocer que el proceso para llegar a realizar prácticas al túnel de viento es de año y medio, “primero se tienen que formar como combatientes, luego aprenden el medio de infiltración”; debido a que el paracaidismo en las fuerzas militares es un medio de transporte, “primero tienen que ser combatientes y luego aprenden a utilizar los paracaídas para llegar a un punto en específico”.
Los elementos deben contar con distintas habilidades como aprender a controlar el paracaídas, no sólo en el aire, también lo saben doblar. Además, están capacitados para reaccionar en caso de alguna falla durante la caída. Esta capacitación, incluido el simulador de viento, se realiza en tres semanas.
Luego de lo aprendido y después de evaluaciones, quienes resulten aptos, salen a una base aérea en Pie de la Cuesta, Guerrero, para realizar saltos de calificación. “en los que ponen en práctica lo aprendido en tierra, son dos semanas de saltos y realizan cerca de 50 saltos”.
Agregó que la práctica constante es clave para las y los paracaidistas ya que les permite mantener las habilidades y perfeccionarlas, por lo que el simulador de viento se ha convertido en una herramienta esencial para la élite.

Es una unidad que vence temores
Al recordar que anteriormente el salto de entrenamiento estaba sujeto a situaciones como las condiciones del clima, y destacar que el túnel de viento es esencial para dominar el salto y dar seguridad, el mayor compartió que otro de los retos de la brigada paracaidista es vencer los temores y superarlos.
“Compartir mis experiencias con el resto del personal es lo que más me satisface. Quienes llegamos aquí venimos con la convicción de vencer nuestros miedos, el adiestramiento nos ayuda a vencer las barreras que nosotros mismos ponemos en la mente”.
Aseguró que cada salto es único e inexplicable y también, que se necesita valor y disciplina para caer “del cielo a la misión”.
“Soy paracaidista y es una experiencia que no se puede explicar, la única forma de saberlo es experimentándolo. Saltar de un avión es algo no natural y nos ayuda a vencer muchos temores en distas etapas de nuestras vidas”, concluyó.
