
CDMX — Al concluir la sesión extraordinaria del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), el mallete de la presidencia del alto tribunal sonó fuerte al culminar un ciclo de la vida fundamental en la defensa de los derechos humanos: “Será la sociedad y la historia misma las que juzgarán a quienes hemos juzgado”. Salió con énfasis de la voz de Norma Lucía Piña Hernández, quien hasta hoy presidió los debates de de los jueces constitucionales.
Tras el desechamiento de las impugnaciones de la elección de los hoy magistrados electos al Tribunal Electoral del Poder Judicial (TEPJF), Piña Hernández se permitió decir: “Gracias”. En primer lugar, se dirigió a la ministra Lenia Batres, el último nombre, ministro Javier Láynez Potisek.
En el salón de plenos, decenas de invitados, trabajadores de las ponencias, que querían escuchar a su ministra presidenta.
Al levantar esta sesión, dijo Norma Piña, culmina un ciclo fundamental de la vida pública mexicana que inició hace poco más de 30 años. Esta historia se ha escrito con debates intensos, disensos fecundos y consensos que, lejos de aplacar la diversidad, han fortalecido el núcleo de nuestra democracia.
“La Suprema Corte ha recorrido un largo camino para construir su legitimidad. No me corresponde a mí valorar en qué medida ese objetivo se alcanzó, serán nuestras sentencias las que darán cuenta de ello. Será la sociedad y la historia misma las que juzgarán a quienes hemos juzgado”, dijo de manera enfática.
A 13 días de que este mismo Pleno sea ocupado por nueve ministras y ministros electos por el voto directo, la aún ministra presidenta, que llegó al máximo tribunal del país tras una larga carrera judicial, puntualizó que la historia constitucional que se ha escrito aquí no se ha construido sólo por quienes “ocupamos las sillas visibles”.
“El pulso de la justicia late gracias a quienes, desde sus espacios de trabajo, sostienen el trabajo diario”, dijo al referirse a todo ese personal que quiso estar presente en este discurso.
Afable como es, Norma Lucía Piña Hernández, la primera mujer en la historia del Poder Judicial en presidir la Corte, refrendó también su talante humilde.
“Quiero rendir aquí un homenaje a quienes, día tras día, en silencio y sin reflectores, han sostenido la labor de este tribunal. Al personal jurisdiccional, que al amparo de su constancia y de la mayor excelencia profesional, pone los cimientos de las resoluciones que adoptamos colegiadamente. Su labor, muchas veces invisible para el público, es esencial para que las decisiones de este Alto Tribunal se materialicen y, sobre todo, para que se cumpla con el derecho de toda persona de acceder a la justicia”.
Reconoció en todos ellos un trabajo del cual han hicieron un acto de amor por la justicia y por este país. “Muchas”, les expresó y puso muy en alto una esperanza.
“Mientras existan mujeres y hombres dispuestos a defender la justicia con integridad, este país tendrá un horizonte de dignidad y de libertad. La Ley Fundamental ilumina este horizonte. La Constitución debe seguir siendo esa brújula moral que nos guía, no como un libro viejo, sino como un pacto vivo que exige renovar la lealtad cada día”.
Y evocó una sentencia. “El décimo presidente del Tribunal Supremo de Australia dijo: Ustedes tienen el privilegio de cumplir las responsabilidades del cargo y están obligados a dejarlo inmaculado, cuando llegue el momento de abandonarlo”.
No dejó de advertir que el trabajo de cada uno es la mejor voz y lo que hace cada uno en la labor cotidiana por la justicia es nuestro legado.
“La congruencia, la ética, el trabajo, la perseverancia, la excelencia, la honradez y la dignidad son y serán la mejor carta de presentación ante el escrutinio de la historia”, fueron sus últimas palabras ante el pleno que deja tras un periodo marcado de confrontaciones con un poder aún más supremo que el de la Constitución: la de la fuerza política encumbrada en un solo hombre.
Norma Lucía Piña Hernández fue ovacionada con el estruendo de minutos de aplausos.