
Lastimosamente, la Universidad Nacional nunca ha sido ajena a la ocurrencia de ilícitos en sus instalaciones, el crimen, la comisión de delitos y la nula seguridad que deja inermes algunos de sus espacios, mismos que se vuelven intransitables cuando acosa la noche y son recorridos solo por los osados o por aquellos a quienes no les quedan más opciones para llegar a sus transportes al término de la jornada, asola, esporádicamente, la vida y el quehacer de los universitarios. Basta con recordar el caso de Lesvy Berlín, la egresada de CCH y parte de la comunidad UNAM desde los programas de Iniciación, que fue asesinada por José Luis González Hernández al interior de Ciudad Universitaria, tenía 22 años de edad; también está el caso de Aideé Mendoza, de 18 años, quien falleció por un disparo de arma de fuego mientras se encontraba al interior de una de las aulas del Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Oriente, en plena clase de matemáticas. Sea como fuere, seguir el rastro de mortandad al interior de la máxima casa de estudios de la nación destapa toda una crisis de seguridad que se traduce también en cientos de miles de denuncias por acoso, violaciones y abusos sexuales, comportamientos impropios de algunos docentes y alumnos hacia sus compañeras y más faltas como asaltos, vejaciones, transacciones devenidas del narcomenudeo y actos de vandalismo, robo de mobiliario y ataques porriles (como el de septiembre de 2018, en plena Rectoría e Islas), que quedan impunes, a veces por complicidad y taponería de las mismas autoridades de los campus y facultades -según acusan los tendederos-, otras por omisión y algunas más dado el doble filo de la autonomía universitaria y la total y grosera deficiencia en la capacitación de los elementos de seguridad. Y todo esto sin mencionar los casos de algunos estudiantes que decidieron terminar con su vida al interior de sus escuelas:

Juan Carlos Ronquillo Olivares se lanzó al vacío desde el último piso del edificio Tlahuizcalpan, en la Facultad de Ciencias, en 2010, mientras que, en 2022, otro joven estudiante de segundo año de la carrera de medicina, y por ende miembro de esta facultad, falleció en sus instalaciones al saltar, casi al filo de la medianoche, de uno de los edificios; claramente no se tratan, estos últimos, de hechos derivados de actividades delictivas, ni representan crímenes, pero colocaron el acento en el tema de la salud mental y psicoemocional del alumnado, otra área de oportunidad para la Rectoría.

PUNTO DE QUIEBRE
Es un historial de larga data, grueso y pesado, pero que comenzó a eclosionar en septiembre del año en curso, mes inaugurado, el día 17, con una llamada anónima, entrante en el teléfono de la directiva de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza, que notificó de la presencia de un artefacto explosivo en algún lugar del plantel; un día después, la misma acción, con la llamada y todo, como calca, se repitió en la Facultad de Economía, en CU, aunque con la diferencia de que ahora se trataba de dos bombas, una en el edificio A y otra en el B. Obviamente tales amenazas, por suerte falsas, catalizaron la suspensión de actividades en los planteles involucrados.

No obstante, la situación escaló el 22 de septiembre, cuando Lex Ashton, de 19 años y alumno del CCH Sur, ingresó a su escuela con una guadaña y al menos dos armas blancas más para asesinar a otro estudiante (o a al menos seis, como declaró que era su intención), José Israel, de 16 años, y herir a un trabajador, no sin antes —recalcamos: ESE DÍA ANTES DE SALIR DE SU CASA—, postear en Facebook fotografías en las que mostró las prendas y armas que utilizaría para su bloothbad, su “baño de sangre”; “La guadaña con la que mataron al chico no cabe en una mochila, estaba enorme ¿por qué no vieron eso? ¿ni de eso se dan cuenta? Entonces, si meto un arma y mato a alguien nadie me va a detener porque la escuela es autónoma […] ellos (las autoridades) con incapaces de cuidarnos”, dijo una alumna de CCH Azcapotzalco, de identidad reservada, con la que Crónica tuvo ocasión de conversar, vía el reportero Jorge Aguilar, en un trabajo realizado tan solo un día después de darse el homicidio en el Plantel Sur.

El caso de Lex Ashton terminó por visibilizar la veta de inseguridad y vulnerabilidad de la comunidad universitaria. En los días que siguieron a lo ocurrido en el CCH Sur varios planteles de la UNAM, tanto de educación superior como media superior, recibieron diversas amenazas en redes y mediante papeles pegados en los baños, escritos que profetizaban desde tiroteos y explosiones, hasta ataques de más lobos solitarios que, como Lex, comulgan con lo pregonado en el submundo de los incels, o “célibes involuntarios”, cuyo discurso, dicho sea de paso, posee una fuerte y enfermiza carga de misoginia, victimismo y varios sinsentidos dados a la violencia en bruto. Fue así como la Facultad de Química recibió amenazas, lo mismo que Economía (de nueva cuenta), la Prepa 5, la Prepa 8 y la Prepa 6. Por todos estos casos, la Universidad afirmó que interpuso denuncias ante las autoridades capitalinas y frente a la policía cibernética, en los casos en los que las amenazas fueron porferidas a través de internet, también llamó a la calma en sus planteles y recalcó que todas las afrentas resultaron en palabras espurias, negó la existencia de bombas o cualquier tipo de explosivo y refutó la presencia de grupos violentos al interior de cualquiera de sus instalaciones, al tiempo que pidió al estudiantado y a la comunidad académica en general no ceder ante aquellos que solo buscan entorpecer la actividad universitaria; todo un entramado de condenas enérgicas y declaratorias de intención o voluntad fue emitido en esos días por parte de las autoridades, legajo de comunicados que fue aderezado con el refrendo de los compromisos de la Rectoría frente a la atención de la salud mental de los estudiantes y el fortalecimientos de los protocolos de seguridad de cada plantel, un esfuerzo que sería realizado, según se planteó, en mancuerna con los estudiantes, el personal administrativo y hasta con grupos de padres de familia. A la situación de al menos seis planteles amenazados entre el 17 y el 24 de septiembre, algunos hasta en dos ocasiones, se sumó la oleada de paros, tomas, suspensión de actividades decretada o migraciones a clases en línea que acaeció a partir del 26 de septiembre, justo al inicio de una semana particularmente convulsa en la vida estudiantil mexicana y que se extiende hasta el 2 de octubre, lapso durante el cual solo seis planteles de la UNAM mantuvieron actividades normales.

¿VUELTA A LA NORMALIDAD?
Esta última semana la Universidad Nacional experimentó serias dificultades para retomar las actividades, la Rectoría inauguró la jornada del lunes 6 de octubre, con un comunicado en el que afirmó que 39 de sus 45 planteles, reanudarían actividades normales a lo largo del día, se habló entonces de 22 escuelas, los nueve planteles de la Escuela Nacional Preparatoria, los cuatro CCH’s y cuatro Escuelas Nacionales o ENES, al tiempo que precisó que si bien la Escuela Nacional de Trabajo Social, las Facultades de Odontología, Medicina, Medicina Veterinaria y Zootecnia, Música y la ENES Morelia aún no regresaban a la plena normalidad, su proceso de reapertura era inminente; en la misma prosa, la secretaria general de la institución, Patricia Dolores Dávila Aranda, adujo que la semana previa, aquella protagonizada por paros y protestas, representó para la oficina del rector,Leonardo Lomelí Vanegas, y las comisiones locales de seguridad, así como consejos técnicos, días de intenso trabajo colaborativo en los que las autoridades universitarias convocaron y participaron en mesas de diálogo en cada plantel en aras de reforzar la atención a la salud mental y afinar o modificar los protocolos de seguridad. La funcionaria universitaria celebró que la autonomía, una vez más, fue capaz de enfrentar los retos con “responsabilidad y coordinación”.

No pasaron ni 40 minutos de la vuelta a clases, cuando cerca de las 9:00 am y en los minutos previos a celebrarse una asamblea, otra amenaza de bomba cimbró la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales: “Encuentren la bomba que pusimos en uno de sus baños…”, para el filo de las 10:00h la escuela estaba siendo evacuada y había comenzado un efecto dominó que le granjeó a la UNAM tres amenazas en un día, el retraso en los procesos de reapertura de los planteles que aún estaban en paro, o con clases en línea, y la suspensión de actividades de la Facultad de Contaduría y Administración hasta el 11 de octubre; las escuelas que fueron amenazadas junto a la FCPyS fueron la Prepa 6, cerca del mediodía, y la FES Iztacala alrededor de las 2:00 pm.

A propósito de ese tropezado “regreso a la normalidad” Crónica se entrevistó con dos estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Inscritos en la carrera de Comunicación, Mich y Hansell se dijeron preocupados por la situación de inseguridad que enfrenta su plantel; de acuerdo con Mich, quien ya tuvo la experiencia de una amenaza de bomba cuando atendía a la Prepa 5, hace tres años, no se han materializado cambios ni refuerzos positivos en materia de seguridad a raíz de los incidentes de septiembre, ni siquiera tras el caso Lex Ashton, acusa que, mientras facultades como Derecho o Química plantearon acciones concretas (como la delimitación en cartografía de senderos seguros) y otras instauraron estrategias como las “Semanas de salud mental”, la FCPyS parece quedarse atrás, prueba de ello fue la aparente falta de un orden o método claro durante la evacuación del lunes 6 de octubre. Por su parte, Hansell asevera que los eventos asociados con la inseguridad parecen ir en aumento, al estudiar y trabajar dentro de Ciudad Universitaria afirma pasar gran parte del día en el campus, debiendo recorrer tramos pobremente iluminados y con cero presencia de elementos de seguridad, relató que recientemente supo de un asalto sucedido en el Camino Verde, pasaje que se sitúa en las cercanías de la Zona Cultural, en el que incluso dio tiempo a los delincuentes de sustraer las contraseñas y códigos de acceso de las cuentas virtuales de la víctima. En el caso concreto de “Polakas”, Hansell tampoco notó cambios en los hábitos del personal de vigilancia aunque, huelga decir, en el momento justo de la entrevista logró ver a un grupo de gente en lo que parecía ser un rondín o suerte de “inspección”, no obstante, existe la duda de si se trataba de personal de guarda, pues ninguno de ellos portaba distintivos más de allá de un parche con el escudo nacional.
Desde los días posteriores al asesinato en el CCH Sur, los unamitas han visto circular en redes algunos comunicados y posteos en los que la Universidad recuerda a sus alumnos la existencia del programa Espora, un esquema de atención psicológica presente en la UNAM desde 2011 y que cuenta con 150 especialistas que, a decir de la institución, atienden a cerca de 5 mil estudiantes anualmente, pero aunque Hansell afirmó conocerlo e incluso haber sido asiduo a él, hasta que cambios en la plantilla de terapeutas le acarrearon dificultades para continuar, Mich reconoció desconocer la mera existencia del programa, como pasa con el grueso del alumnado, ¿a qué creen que se deba eso?, se les cuestionó, a lo que ambos universitarios respondieron que a una mezcla de deficiencia en la difusión de la estrategia y a que la facultad a la que asisten muchas veces se encuentra sumida en el abandono dada la lejanía que mantiene con respecto a Rectoría y a las facultades “principales” de CU, como Medicina, Derecho o Arquitectura, escuelas que, además, se comen el presupuesto. “Deberían anunciar Espora con stands, como hacen en ocasiones con algunas becas”, agregó Hansell.

¿A qué creen que se deban los más recientes incidentes?, ¿creen que sea un tema serio o grave, o se trata de bromistas? se les interrogó con relación a las tres amenazas de bomba del 6 de octubre, a lo que Hansell respondió con una interesante anotación:
“Siempre que pasa algo, es cuando habrá asamblea o algo así”, además, dijo asociar los nuevos sucesos con una suerte de respuesta por parte de los incels, cuyos grupos en redes “se cayeron” durante la semana del 26 de septiembre al 2 de octubre; Mich, por su parte, acertó al comentar que sean palabras vacías o no, deben tomarse en serio “lo del CCH resultó no ser una amenaza vacía”.
Sobra decir que el día de vuelta a la normalidad sería también un día de mesas de diálogo, trabajo y asambleas en todos los planteles de la casa de estudios, esto según el comunicado.
“NO ESTÁN YENDO A LA ESCUELA POR MIEDO”
Al otro lado de Ciudad Universitaria, también en los bordes del campus, Karla B estudia en la Facultad de Psicología, o al menos así era hasta antes del incidente del CCH Sur, desde entonces, la facultad de la cual está próxima a egresar se encuentra en una especie de limbo en el que el paro no está del todo definido; ¿en este momento tienen clases? “Pues sí y no”, respondió. Si bien, a raíz del caso Lex Ashton el plantel entró en un paro que se alargó durante las marchas conmemorativas de los once años de Ayotzinapa y el 57 aniversario del 2 de octubre, el cuándo se normalizarán las clases se antoja incierto y, a la sazón, luego de las amenazas de bomba del 6 de octubre, la comunidad aún debate si deberían quedarse con clases en línea. Las resoluciones de las asambleas no son claras, algunos profesores citan a clases y no son empáticos, otros mandan trabajos a distancia… “es un peleadero”. A decir de Karla, la vigilancia en la Facultad de Psicología “es una incógnita”; extramuros, recuerda haber visto gente encapuchada abordar pumabuses y, aunque nunca pasó nada, no entiende el por qué ir con el rostro cubierto. De igual manera, asegura que ha notado un incremento en los casos de ataques de pánico o crisis de ansiedad entre los demás alumnos, acusa que los programas de atención psicológica no son lo suficientemente visibles y asegura saber de casos en los que algunos estudiantes han optado por no acudir a las instalaciones por miedo. Refiere que en grupos de la comunidad de Psicología, en redes sociales, abundan actualmente testimonios de alumnos que aseveran notar más presencia policiaca o de la Guardia Nacional en las cercanías de CU, lo que lejos de aportar calma, aviva la ansiedad y les mantiene en “estado de alerta”.

De cara a su egreso, Karla no recuerda alguna época en la UNAM donde las amenazas se convirtieran en leitmotiv, como ahora. Horas antes de realizada esta entrevista, el 8 de octubre, Psicología recibió vía correo electrónico una amenaza de artefacto explosivo, aclarando más tarde que ésta resultó ser falsa y que la administración ya había acudido a la Fiscalía General de la República para hacer las denuncias correspondientes.
¿DÓNDE ESTAMOS?
Dos días después de la fracasada “vuelta la normalidad”, al mediodía del 8 de octubre, en la FES Zaragoza apareció una nueva amenaza de bomba pegada en los baños, la Facultad levantó el acta de hechos y recalcó que se seguiría con la carpeta de investigación “hasta sus últimas consecuencias”; en asamblea, la comunidad resolvió establecer un paro general a partir de las 21:00h.

En la tarde ese mismo día, la Prepa 8 fue tomada por encapuchados que justificaron el secuestro de las instalaciones argumentando que buscan justicia para un “compañero” herido por la policía capitalina durante las movilizaciones pro Palestina del martes 7 de octubre; el portón de la ENP fue escenario de confrontaciones verbales y empujones entre el “Bloque Negro” y padres de familia que, con alumnos, trataban de impedir el cierre del plantel, los vándalos lograron su cometido.
La jornada se cerró con la actuación de un “grupo de gente externa” a la Facultad de Derecho que trató de entrar y desalojar a los estudiantes y trabajadores a punta de violencia para cerrar el plantel, no lo lograron, pues la comunidad unamita opuso resistencia.
El 9 de octubre, a temprana hora, la Prepa 3 debió ser desalojada tras el reporte de “un objeto sospechoso”, elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y Protección Civil de la Alcaldía Gustavo A. Madero intervinieron para revisar las instalaciones y confirmar que se trataba tan solo de un termo con líquido al interior; mientras que, el viernes 10 de octubre durante el turno matutino, la Prepa 7 suspendió actividades, también por una amenaza de bomba.
SE INVESTIGA Y SE CASTIGARÁ
Desde las primeras amenazas de bomba, que datan del 17 de septiembre, la UNAM y el Gobierno capitalino dejaron claro que se encuentran trabajando en mancuerna para dar con los responsables y castigar los ilícitos, en este contexto, el 7 de octubre la Fiscalía General de Justicia y la Policía Cibernética notificaron a la Universidad de la identificación de dos personas presuntamente responsables de difundir las amenazas, el análisis técnico de los mensajes y la trazabilidad de las cuentas electrónicas derivó en los nombres de dos probables de los probables intimidadores, quienes ya fueron citados a declarar ante las autoridades ministeriales. Actualmente se encentran en curso 19 investigaciones relacionadas con las denuncias presentadas por parte de los representantes legales de la UNAM, alumnos y docentes, todas sobre amenazas hechas en plataformas digitales.

EPICENTRO
En el CCH Sur, Natalia contó a Crónica que no ha asistido a su plantel desde el 23 de septiembre, un día después del incidente que ha marcado el último mes para la UNAM, relató que las autoridades han llevado a cabo distintas mesas de diálogo con padres de familia y algunos alumnos, en tanto, las clases se desarrollan en línea, aunque a medias pues mientras hay docentes que dan actividades “otros no se han puesto en contacto”, en su caso, solo ha visto a dos de sus profesores a través del monitor, con los que rescata el haber sostenido charlas muy profundas en torno de la salud mental y la importancia de pedir ayuda. De las mesas de diálogo, el CCH Sur dijo el 8 de octubre que ya firmó acuerdos y entregó un cronograma de actividades a corto, mediano y largo plazo a la representación de los padres de familia, esto con miras a reforzar la seguridad en el plantel y retomar actividades normales.

Natalia afirma que las juntas revisaron los pliegos petitorios presentados el 23 de septiembre y que hasta el momento se ha acordado que los alumnos ingresarán solo con credencial, se instalarán torniquetes y detectores de metales, más cámaras y botones de pánico, se realizarán rondines con horarios fijo y aleatorios en ocasiones y se contemplará el uso de datos biométricos de los estudiantes para entrar al plantel, también se capacitará a los docentes para sepan identificar las necesidades de sus alumnos y puedan canalizarles a las instancias correspondientes.
¿Cuándo volverán a clases? Nat aún no sabe.