
No era necesario abrir los ojos para ver y gozar su aporte al país. Con los ojos cerrados podía sentirse su inspiración, lo mismo en aulas y laboratorios, en campos y ciudades, en computadoras o sobre una hoja de papel…
¿Para qué abrir los ojos, si se conocían sus nombres: Laura, Vicente, Enrique y Mónica?, ¿para qué, si estaba aprendido el grito: Huélum, Huélum?
Durante la XV entrega de los Premios Crónica, Jorge Kahwagi Gastine, presidente del Consejo de Administración de este grupo, invitó a cerrar los ojos cuando contó la anécdota de aquel niño curioso, preguntándole a un adulto si podía ver las estrellas con los ojos cerrados.
-Es imposible -fue la respuesta incrédula.
El pequeño entonces se volteó y volvió a cerrar sus ojos con fuerza: “Yo sí puedo ver las estrellas”.
Así lo hizo Kahwagi, desde el auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología. Los cerró y dijo: “Yo los veo a todos ustedes”…
Se refería a la doctora Laura Palomares Aguilera, directora del Instituto de Biotecnología de la UNAM y artífice del desarrollo de vacunas en el país, premiada en Ciencia y Tecnología; al doctor Vicente Quirarte Castañeda, autor de más de 60 libros y recién vitoreado en la Máxima Casa de Estudios con el título: “Vivir es escribir con todo el cuerpo”, quien recibió el premio en el rubro de Academia; a la maestra Mónica Lavín Maroto, bióloga de carrera y apasionada de la escritura, galardonada en Cultura; y al doctor Arturo Reyes Sandoval, quien -como director- representó al Instituto Politécnico Nacional, con casi 90 años de éxito en la formación de jóvenes y de programas técnicos “al servicio de la patria”, premiado en Comunicación Pública y del Conocimiento.

Y ahí, entre las estrellas fulgurantes, también estaba el doctor Enrique Graue Wiechers, quien recibió un reconocimiento especial por su trayectoria académica y defensa a la libertad y autonomía durante su gestión como rector de la UNAM.
“Levanté la vista y en vez de ver el cielo, ahí estaban ustedes”, repitió Kahwagi Gastine, quien dedicó más palabras a los homenajeados:
“Son ejemplo vivo de que la excelencia, acompañada de principios sólidos, puede transformar vidas y fortalecer nuestra nación. Estos quince años han sido un camino de esfuerzos compartidos, sueños constituidos y valores, de compromiso con la verdad, educación, conocimiento, justicia y solidaridad. El premio es símbolo de todo esto”.
“Lo que hace más significativo este momento es que todos los galardonados forman parte desde hoy de la Fundación Premio Crónica: con su talento e inteligencia se suman a esta familia para seguir impulsando la educación, la cultura y la esperanza de México”.
No podía haber mejores metáforas para celebrar los XV años, número singular y de fiesta, de remembranzas y páginas por escribir. Lo aludió así el ex rector universitario José Narro, con su peculiar estilo: “Un premio de alcance nacional, reconocido por la calidad de las personas e instituciones que lo han merecido, un premio que está en su primavera, que se entrega en otoño, que lo reciben mujeres y hombres en el verano de su vida, y que merece la presencia de instituciones y comentaristas invernales como yo”.
No había entonces necesidad de cerrar los ojos para sentir hasta el alma las palabras de Teresa García Gasca, ex rectora de la Universidad Autónoma de Querétaro -Premio Crónica 2023-, al hablar de los méritos de la doctora Laura Palomares: “El reconocimiento público al trabajo de mujeres que han logrado sobresalir como investigadoras y han roto el techo de cristal para posicionarse al frente de una institución, es altamente relevante. Es fundamental eliminar las dudas de que quien toma las decisiones es un hombre detrás de la silla, sucede hasta con la actual presidenta”. Ella, Palomares, siempre sencilla, expresó: “No es labor de una sola persona lo que me trae aquí, es de todo el grupo de Biotecnología”.
Tampoco era imprescindible cerrar los ojos para vibrar con el mensaje del historiador Javier Garciadiego Dantán -Premio Crónica 2020- sobre la reciente partida de la astrónoma Julieta Fierro, agasajada por Crónica el año pasado: “Donde quiera que estés, en la estrella que hayas elegido para pasar tu eternidad, te abrazo”. O para sonreír cuando recordó los amoríos cercanos y los arrebatos futboleros del ingenioso Vicente Quirarte, a quien describió como “un hombre de numerosas membresías, uno que todos queremos tener cerca, porque antes de un gran escritor y profesor, es un hombre de cuantiosas virtudes”. Quirarte subió al estrado acompañado de su esposa Elena González, quien leyó el discurso poético: “La casa en la calle de Allende donde transcurrió mi infancia tenía a la entrada una librería de ocasión, don Mario Poleti y su familia ejercían el noble oficio de difundir el conocimiento, pero también la felicidad, gracias a él supe de la existencia de Los Supersabios, de Germán Butze. Me estremece el recuerdo del olor del papel y la tinta en las aventuras de El Halcón Negro que mis hermanos y yo comprábamos o alquilábamos. Seres vivos, los libros nos posen, somos sus amantes de paso”.
No era indispensable abrir los ojos para entender la mezcla de reproche y tesón del sociólogo Carlos Martínez Assad -Premio Crónica 2022-: “Tiempos nublados amenazan la educación superior, por la escasez presupuestaria, por una política que niega sus posibilidades, pero pese a todo es apenas un obstáculo que han logrado superar personas comprometidas con su quehacer como la contadora de historias Mónica Lavín”. Ella, Mónica, rescató de la memoria a su madre y a su abuelo, orgullosos del apellido Maroto, y contó la vivencia con aquel chico de Baja California, quien, inspirado por uno de sus cuentos, compuso una canción. “¿Qué es escribir, sino una mirada que se sirve de la imaginación y las palabras, una lupa para mirar, un telescopio para acercar lo lejano, un microscopio para engrandecer lo pequeño, un espejo para reflejarnos?”.
¿Para qué abrir los ojos si la intervención del rector Narro sacudía las entrañas, al defender la fortaleza de la UNAM y de otras instituciones públicas de educación superior ante recientes embestidas y “acciones indeseables”, y al abogar por la libertad de prensa frente a “los apetitos autoritarios”?, ¿para qué abrirlos, si el ex rector aplaudía las aportaciones del IPN al progreso, desarrollo económico y enriquecimiento del espíritu en nuestro país y, en clara muestra de unión y admiración, se unía al grito guinda de identidad?... “Como gritan los jóvenes: Huélum, Huélum por ellos y con ellos, Huélum para todos, Huélum para México”. El director Reyes Sandoval, arropado por la euforia politécnica ahí presente, respondía: “La institución es una nonagenaria joven, llena de energía, que está en posibilidades de dar la mejor educación científica y tecnológica a los jóvenes con menos oportunidades, estamos en lugares donde la gente más nos necesita: oriente de la CDMX, Iztapalapa, el norte, Tecamac, zonas necesitadas de Guanajuato y Puebla”.
Con los ojos cerrados también fue posible imaginar un Goya cuando el rector Graue, aplaudido hasta el cansancio, levantó la voz: “Vivimos tiempos difíciles, donde la desinformación, la banalización del conocimiento, el servilismo y la impudicia política ponen en riesgo la esencia de la democracia y la civilización. Por eso, los espacios de pensamiento libre y autónomo, como la Universidad y el periodismo de Crónica, adquieren mayor relevancia”.
No. No hacía falta abrir los ojos para celebrar los quince años del Premio e imaginar muchos otros por venir. Así, con los ojos cerrados, como dijo aquel niño, como decía don Jorge Kahwagi, era posible mirar las estrellas…