
“La más elemental, repetida y siempre nueva forma de responder a los favores del mundo o la integridad de la naturaleza humana puede contenerse en una sola palabra, espontánea, plural y obligatoria: gracias”, fueron las palabras que el escritor Vicente Quirarte Castañeda escribió para recibir el Premio Crónica en Academia 2025.
En voz de su esposa, la historiadora de arte María Helena González López, el galardonado recordó a su abuela, a su padre, las historietas del hombre araña y la recomendación de una profesora normalista anónima.
“En una de mis incursiones por la Avenida Hidalgo, yo era feliz por descubrir un número especial del Hombre Araña. Se acercó una joven mujer que afirmaba ser profesora normalista. A continuación, me propinó una filípica demoledora contra el cómic y sus irreversibles consecuencias en el intelecto”, relató.
Para “salvarlo”, aquella mujer le regaló una edición de El Zarco de Ignacio Manuel Altamirano, que si bien en su momento fue despreciada por su receptor, con el tiempo la curiosidad terminó por acercarlo con la misma alegría que a los superhéroes.
Tras contar esta anécdota, el galardonado reflexionó sobre cómo Altamirano puso en práctica el punto 12 de Los Sentimientos de la Nación de José María Morelos - “que dice que la educación es esencial para evitar la rapiña, la codicia y el hurto”- con el propósito de lograr el crecimiento íntegro de México.
“Pero ni Altamirano, ni Morelos hubieran sido lo que fueron sin la intervención de la mujer que les dio vida. Por tal motivo, este premio Crónica está dedicado a la memoria de doña Luz Castañeda Ibarra -su madre- que irónicamente recibió los golpes de la vida con entereza ejemplar y sin decir una palabra sobre su estoicismo. Muchas gracias”, concluyó.
CAMINO LITERARIO
La niñez del escritor Vicente Quirarte Castañeda se vio enriquecida por “la hiperactiva imaginación de Paco y Pepe, las desventuras de Panza Piñón y su abuelo Don Seve, tan pícaro y malvado como los villanos Solomillo y el Médico”.
“De igual manera, me estremece el recuerdo del olor del papel y la tinta en las aventuras del Halcón negro que mis hermanos y yo comprábamos o alquilábamos -desde entonces la lectura había introducido ese método ahora en el ciberespacio- en los puestos ambulantes de Santa María La Redonda”, compartió durante su discurso.
Para él, los libros que han pasado por dueños anteriores tienen una biografía particular que nos es concedido descifrar.
“En los subrayados y anotaciones donde otros ojos han dialogado con el autor que ahora nos habla, las flores disecadas, los boletos de tranvía, las encuadernaciones donde el dueño anterior hizo grabar sus iniciales o colocar su ex libris, con el deseo de que el libro siempre estuviera en su posesión, palabra, por fortuna, de múltiples significados, y un término definitivo para el amador de libros”.