
Si un momento definió el fin del siglo en México, acaso también el final de la hegemonía priista, fue la muerte de Luis Donaldo Colosio en la primavera de 1994, el mayor magnicidio en territorio nacional desde el asesinato de Álvaro Obregón, entre pólvora y engaños, a manos de un fanático cristero, en la década de los 20.
Como pasa en estos grandes casos, pasó con el atentado a Kennedy, pasó con el propio ataque a Obregón, el crimen contra Colosio, 31 años después, no sólo sigue sin esclarecerse, sino teniendo nuevas revelaciones y nuevos giros en la trama, por lo que saber qué pasó realmente y quién ordenó su muerte se antoja como un enigma que jamás será resuelto.
Algunos dicen que fue Carlos Salinas de Gortari quien lo mandó matar, otros dicen que Manuel Camacho Solís; algunos argumentan que fueron las altas esferas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), mientras que la versión oficial, durante más de tres décadas, aseguró que se trató de un asesino solitario: Mario Aburto.
Sin embargo, esa última versión se ha resquebrajado, ya no de manera exclusiva en la opinión pública, que siempre dudó de la misma, ahora también al interior del propio Gobierno, que tras la llegada de la autodenominada Cuarta Transformación, ha impulsado la hipótesis de una acción planificada por más de una persona.
Jorge Sánchez Ortega, ex agente del CISEN, antigua agencia de espionaje e inteligencia del Estado mexicano, fue detenido este domingo en Tijuana, mismo lugar donde, un 29 de marzo de 1994, el candidato presidencial del PRI fue baleado tras sostener un encuentro con simpatizantes en Lomas Taurinas.
Desde el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, Sánchez Ortega fue señalado como el segundo tirador, durante el atentado que acabó con la vida de Luis Donaldo Colosio, quien desde una década atrás, había sido espiado y vigilado por el propio Gobierno del que fue parte.

Así fue vigilado Colosio desde la década de los 80
Desde que era un joven funcionario en la administración de Miguel de la Madrid, Luis Donaldo Colosio fue vigilado por la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS), antecesora directa del CISEN, la cual le abrió un primer expediente en 1983.
De acuerdo a documentos desclasificados de esa antigua agencia de inteligencia, el Gobierno mantuvo vigilado cada uno de sus pasos por su cercanía con Carlos Salinas de Gortari, quien en aquella época era su jefe en la Secretaría de Programación y Presupuesto del gabinete de La Madrid.
Colosio no sólo exponía los logros de la dependencia federal a cargo de su superior, el futuro expresidente de México, sino que también acudía en su representación a asambleas y eventos oficiales.

CRÓNICA reveló el pasado 20 de octubre que el propio Carlos Salinas de Gortari fue espiado por la DFS, la cual preveía que, en vez de candidato presidencial, fuera candidato al Gobierno de Nuevo León en 1985.
Fue, precisamente, en las elecciones intermedias de ese año que se le abrió un nuevo expediente a Colosio, ahora por su candidatura como diputado federal del Distrito I de Sonora.
La agencia gubernamental mantuvo un marcaje personal al joven político, así como a su candidato suplente, el beisbolista Héctor “Chero” Mayer, leyenda de los Diablos Rojos del México, quien años posteriores fue alcalde de Nogales.
En 1985, el mismo año que Colosio ocupó una curul en la Cámara de Diputados, la DFS fue disuelta, para, en su lugar, sustituirla con el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), de la cual, una de sus ex agentes, Jorge Sánchez Ortega, es acusado actualmente de participar en el magnicidio del ex candidato presidencial del PRI.
El CISEN, asimismo, fue disuelto por el ex presidente Andrés Manuel López Obrador, quien lo reemplazó con el Centro Nacional de Inteligencia (CNI).