Nacional

El asesinato de “La Muñequita China”

Hubo tiempos en que las bailarinas llamadas “exóticas” fueron las reinas de la noche en México. Vestidas con trajes diminutos, intérpretes de danzas que, se decía, habían aprendido en tierras lejanas, encarnaron los sueños eróticos de muchos mexicanos de la primera mitad del siglo XX. De entre ellas, una murió, arrebatada a la vida en un drama de amores que ya no llevaban a ninguna parte.

historias sangrientas

Cuando la mataron, a los 24 años, Su Muy Key ya tenía una incipiente carrera cinematográfica y había participado en cuatro películas.

Cuando la mataron, a los 24 años, Su Muy Key ya tenía una incipiente carrera cinematográfica y había participado en cuatro películas.

Dos disparos resonaron y se escucharon en el lobby del Hotel Pal. Sobresaltada, María López, que esperaba en un sillón, se puso de pie. El corazón le decía que aquel tiro venia de la habitación donde su hija Rosa se despedía de Roberto Serna, el hombre que, alguna vez, creyó el amor de su vida. Sonó un tercer balazo. María echó a correr, gritando que la ayudaran, que la acompañaran, porque le estaban matando a su hija.

Subió aquella mujer desesperada a la habitación 15, donde vivía el periodista Roberto Serna, editor de una revista popular en 1951: “Oiga”. Por dentro, María López maldecía: ¿Por qué dejó que Rosa subiera sola a la habitación de Serna? La muchacha dijo que no tardaría, que tenía algunos asuntos que tratar con ese hombre que, como otros en su vida, se había vuelto un dolor de cabeza.

Sin aliento, esa madre aterrorizada empujó la puerta de la habitación 15. Gritó, gritó con todas sus fuerzas; su dolor llenó los pasillos del Hotel Pal. Tirada en la cama, estaba su Rosa, su Rosita, con un tiro en la cabeza y otro en el pecho. Aquel hombre se la había matado, y después de cometer el crimen, él mismo se había suicidado. El cuerpo de Roberto Serna descansaba en un sillón, De su cabeza manaba un hilo de sangre.

El pasillo se llenó de gente: llegaron los gendarmes; a las puertas del número 73 de la avenida Arcos de Belem se detuvieron patrullas, una ambulancia que ya nadie necesitaría, uno que otro auto de reportero afortunado. Los chicos de la prensa se dejaron caer en tumulto, los fotógrafos ser abrieron paso para disparar los flashes y conseguir la foto que a lo mejor alcanzaba a salir en el vespertino, y que, en algunos casos, sería la imagen principal de la edición del día siguiente.

Lee también

Pasiones mortales: el suicidio de la bailarina Téllez Wood

Bertha Hernández 
Hoy apenas se habla de ella, Pero Lolita Téllez Wood fue una de las pioneras de aquel fenómeno de los años cuarenta del siglo pasado que los mexicanos llamaron "de las rumberas". De no haberse suicidado a los 20 años, habría hecho una larga carrera.

Porque aquella historia desdichada de amantes muertos, pues eso eran Rosa y Roberto, era nota de primera. Serna era un personaje conocido en el mundo del periodismo capitalino: la ciudad estaba llena de revistas con nombres a cual más sugerentes: “Ahora”, “Aquí”, “Siempre!”. “Oiga” competía en la narración cotidiana de la vida en la capital.

Pero la verdadera nota era ella. Porque Rosa, Rosita Su López, hija de chino y mexicana, era bailarina. Pero no cualquier bailarina. Era una de las que la cultura popular llamaba “exóticas”; era una de las reinas de la noche capitalina, nada menos que la muy famosa Su Muy Key, intérprete de danzas que se anunciaban como orientales, dueña de una belleza misteriosa y de un cuerpo que, apenas ataviado con trajes brillantes y diminutos, llenaba las fantasías de muchos mexicanos de aquel lejano 1951. Había muchos que la consideraban la natural sucesora, en el trono de la vida nocturna, de la sorprendente Tongolele.

Esos tres disparos mataron a Rosa Su, y convirtieron a Su Muy Key en uno de los tantos enigmas que pueblan la historia de la nota roja mexicana.

LAS REINAS DE LA NOCHE: LAS EXÓTICAS

Rosa Su López, como tantas de sus colegas y contemporáneas, se construyó a sí misma, se dio un nuevo nombre y penetró en la vida nocturna de la capital. Los cabarets habían revolucionado sus números musicales desde la llegada de la música afroantillana que encendía las emociones de quienes asistían a aquellos lugares que, para las buenas conciencias que abundaban en el México de los años 40, no eran sino espacios del pecado y rutas seguras hacia la perdición.

Y luego, surgió aquello que la prensa no vaciló en llamar “tongolelismo”. La culpable era una mujer muy joven, estadunidense, Yolanda Montes, se deslumbrantes ojos verdes. Los escenarios mexicanos la conocieron, hacia 1948, como “Tongolele”, y sus danzas que en nada se parecían a los espectáculos del pasado reciente, pusieron de cabeza a la vida nocturna de la ciudad de México. Ataviada con trajes minúsculos donde se mezclaba lo erótico con lo salvaje, Tongolele provocó enormes tumultos en el Club Verde, un centro nocturno del último rincón de la Plaza de las Vizcaínas. De ahí saldría porque los centros nocturnos de mayor categoría, como el Tívoli, el Río y el Follies se la peleaban. No faltó el acelerado que afirmara que esa muchacha era parecidísima a la legendaria Mata Hari. De la mano de Tongolele aparecieron muchas más: muchachas que entraron al mundo de la danza cargada de un intenso erotismo y que afirmaba venir de tierras ignotas. Por extensión, aquellas muchachas fueron llamadas “exóticas”.

Lee también

Trinidad Ramírez, la tamalera homicida

Bertha Hernández
María Trinidad no vaciló en confesar su crimen: dejó ver una historia de maltrato y explotación

Y es que la presencia de las “exóticas” le puso pimienta, fantasías y mucho más a la vida nocturna de la capital, que no se había emocionado de esa manera desde los locos años veinte, cuando a la ciudad de México llegaron las francesas del Ba Ta Clan, que enseñaban mucho, pero muchísimo, comparadas con sus colegas mexicanas que salían al escenario con unos mallones opacos que revelaban la figura... pero no mucho más, y encima se arropaban en sarapes de Saltillo o en mantones de Manila. En aquellos días, Las compañías mexicanas decidieron competir, y al Ba Ta Clan le respondieron con el Ra Ta Plan, y en los teatros de tercera categoría, hasta se llegó a presentar el “Gataplan”, y el chiste era enseñar, enseñar y enseñar.

Tres décadas más tarde, las “exóticas” se adueñaron de los cabarets y teatros de función nocturna. Como Tongolele, tenían nombres que evocaban tierras desconocidas, culturas casi extintas que, en las danzas de aquellas mujeres, parecían renacer. Sus nombres tenían extrañas resonancias: Suhaila, Tarunda, Yara. Las había mexicanas y extranjeras: estadunidenses, Tongolele y Kalantán, había una Brenda, de Argentina. Las hubo chilenas y rusas. Las mexicanas no se quedaron atrás. “Tanabonga” se pintó el pelo de verde; “Krumba” era una mulata; “Xtabay” se anunciaba como “la princesa maya”.

Las agrupaciones “pro-decencia” se indignaron; protestaron contra aquellos “bailes indecentes” y algunas otras conductas “escandalosas”. Mucho ruido hizo Kalantán por “los quejidos que da cuando danza”. Se discutía por los “desnudos integrales” que protagonizaban aquellas mujeres que se volvieron estrellas del espectáculo, sí, pero también símbolos del pecado para los sectores más conservadores del país.

En ese mundillo vertiginoso, Rosa Su López empezó a destacar: joven, muy joven, hermosa y con el detalle excepcional de sus claros rasgos orientales. Con su hermana Margo, se apoyaba para avanzar en su carrera. El México de mitad del siglo XX también la conoció como “La Muñequita China”. Para 1951, año de su muerte, ya había tenido apariciones en cuatro películas. Los entendidos en el entorno de las exóticas, la consideraban como la principal sucesora de Tongolele.

Rosa Su López se convirtió en Su Muy Key y de esa manera entró al estrellato, como una de las más famosas bailarinas exóticas del México de mediados del siglo XX.

Rosa Su López se convirtió en Su Muy Key y de esa manera entró al estrellato, como una de las más famosas bailarinas exóticas del México de mediados del siglo XX.

Evelyn BG

Todo eso se terminó en la habitación 15 del Hotel Pal.

EL DRAMA DE SU MUY KEY

Si Su Muy Key se iba labrando una carrera con esfuerzo y trabajo, la vida sentimental de Rosa Su López no había sido tan afortunada. Casi niña se había metido al mundo de la farándula. Había crecido formándose como bailarina en los centros nocturnos, y, enamorada de un empresario de Tijuana, se había casado, y alejado del escenario por tres años. Aquel matrimonio fracasó y la muchacha volvió a su oficio de bailarina. Se sucedieron diversos romances, todos con tristes finales. Rosa Su se enamoraba de hombres que probablemente la querían, pero que sin duda veían en ella una máquina de generar dinero, habida cuenta de la fama de la muchacha, y de la manera en que iba ganando un puesto relevante en el mundo de las exóticas.

Ella trabajaba mucho. Hija de un inmigrante chino, Florentino Su, y de la mexicana María López, conocía las carencias de una familia numerosa. Ella y su hermana Margarita se esforzaban por abrirse paso, y Rosa era, sin duda, la que se convertiría en una estrella.

Pero el amor le era esquivo. Su romance con un representante artístico que navegaba con el nombre de Lucky Mayorga, había fracasado. Los chismes que nunca faltan aseguraban que Mayorga le quitaba a Rosa el dinero que ganaba. Alguna otra historia la relacionaba con algún empresario del espectáculo. Luego, había llegado el periodista Roberto Serna. Pero aquella relación tampoco la hizo feliz. Unos pocos días antes de morir, a fines de octubre de 1951, Rosa conversaba con uno de los fotógrafos de espectáculos de aquellos días. La sesión de fotografías publicitarias daba un respiro a las confidencias. Rosa ya no quería seguir al lado de Serna. Estaba harta, contó después el fotógrafo, de que los hombres de su vida la celaran y encima le quitaran el dinero. Mucho de lo que había ganado Rosa Su en aquel año, se había ido a oxigenar a la revista “Oiga”.

Lee también

La extraña muerte de Nellie Campobello

bertha hernández
Junto con su hermana Gloria, Nellie Campobello había echado a andar un proyecto para formar bailarinas profesionales en México.

El cuñado de Rosa, el empresario teatral Félix Cervantes, habló con la muchacha. Era secreto a voces que el periodista Serna se aprovechaba de la generosidad de Su Muy Key. La bailarina se decidió entonces a cortar la relación. Serna aceptó, o fingió aceptar, pero puso una condición: ver a Rosa, a solas, por última vez. La citó el 10 de noviembre de 1951 en las habitaciones que ocupaba en el Hotel Pal, en Arcos de Belem 73, casi esquina con Balderas. Y entonces, todo acabaría.

Rosa Su López no sabía hasta qué grado era cierta la afirmación de su amante.

LA MUERTE EN UN ABRAZO

Su Muy Key llegó al Hotel Pal acompañada de su madre. No tardaría, le dijo. Hablaría un rato con Roberto y bajaría. María López, confiada, tomó asiento en el lobby. Después escucharía los tiros que le arrebataban a su hija. Por las heridas que se hallaron en el cuerpo de la bailarina, se especuló que Serna la abrazaba con un brazo, y habría disparado con la mano libre. Al caer la mujer a la cama, le habría dado el segundo tiro en el pecho. El periodista se sentó en el sillón contiguo al lecho, y se disparó en la cabeza. Así los encontrarían.