Nacional

Respuestas a los grandes problemas del país, entre plantas y árboles

El Jardín Botánico alberga más de 1250 especies nativas. Además de consolidar su valía en el estudio y conservación de plantas, y sus aportes científicos, su reto es multiplicar actividades de convivencia e interacción comunitaria.

UNAM: PALPITAR DE UNA NACIÓN

Recorrido con el doctor Salvador Arias por el jardín botánico de la UNAM dónde asisten Miles de personas al año y tiene diferentes tipos de plantas.

Entrevista con el doctor Salvador Arias, director del Jardín Botánico 

Adrian Contreras

Bajo un abedul, el biólogo Salvador Arias delibera sobre cómo el Jardín Botánico puede contribuir a la pacificación del país, contrarrestar la violencia y compartir espacios más armónicos a la población, en especial a los jóvenes.

Eso es también la Universidad: motor de proyectos a favor de México.

Eso son también la mayoría de sus docentes e investigadores: no sólo expertos con títulos académicos, sino hombres y mujeres preocupados por encontrar respuestas a los grandes problemas sociales.

Arias es jefe del Jardín Botánico, coordinado por el

Instituto de Biología de la UNAM y el más representativo a nivel nacional, porque alberga más de mil 250 especies nativas, originarias de nuestro país.

Además de consolidar su valía en el estudio y conservación de plantas, y sus aportes científicos, el reto de la actual jefatura es multiplicar las actividades de convivencia e interacción comunitaria.

El doctor Salvador, especialista en la evolución de cactáceas, habla de nopales y agaves. Y casi con el mismo fervor, del rescate de la juventud y de la formación de mejores mexicanos…

Mientras paseamos por el arboreto, con su colección de abedules, oyameles, ahuehuetes y pinos maderables, señala a la distancia el exhibidor de orquídeas mexicanas.

“En unos días se organizará un taller al aire libre y abierto al público sobre el cultivo de orquídeas de campo y sus flores maravillosas, de distintos tamaños. Eso es lo que buscamos ahora, ahí está nuestro potencial”, dice y, por varios segundos, se queda en silencio bajo los árboles.

“Delincuencia, drogas y feminicidios están entre los grandes lastres de nuestra sociedad. ¿Cómo estamos actuando los universitarios ante esa realidad?, ¿cómo coadyuvamos en facultades, escuelas e instituciones para ganarle terreno a la violencia?, ¿cómo, desde el Jardín Botánico, generamos armonía? La UNAM debe seguir mirando a los problemas actuales, y las soluciones tienen que surgir de lugares como este”.

-¿Cuál es la ruta imaginada?

-Motivar la interacción entre la gente, eso es lo que quiero, vamos a acrecentarla con talleres, pláticas, cursos, divulgación, visitas guiadas, sesiones de poemas, lectura de libros, todo entre plantas y árboles.

Se trata, dice, de expandir una tarea cuyo éxito ya ha sido probado…

El Jardín Botánico participa en el Festival de Arte y Ciencia (ALEPH), en el cual se invita al público a exhibiciones de danza, cuentacuentos o recitales. “Además de resguardar colecciones científicas de plantas, nos estamos vinculado con la sociedad de otras maneras: no sólo es explicar por qué el sotol es importante en el desierto de Sonora, sino cómo ha sido inspiración de poemas, y entonces organizamos un recital en el escenario donde tenemos esas plantas”.

Otros ejemplos son: el festival del Día Nacional de los Jardines Botánicos, el cual se realiza el último sábado del mes de abril: “Los 32 académicos del Jardín montamos pequeñas carpas, sacamos los microscopios e invitamos a la gente a ver una célula, una raíz, a descubrir cómo crecen las plantas, cómo se polinizan y cuál es su utilidad”. Y las actividades periódicas para niños o las visitas guiadas para abuelitos, “las cuales se realizan temprano, para evitar el sol, y no son tan largas, aunque sí muy aleccionadoras, porque los adultos mayores saben mucho de plantas y nos proporcionan información valiosa”.

SACAR LO PODRIDO. El JB tiene 63 años de historia: fue fundado en 1959 y dos años después integrado al Instituto de Biología. Resguarda 14 diferentes colecciones de plantas nativas, con información sistematizada sobre origen, uso, riesgos fitosanitarios y procesos de interacción con otras formas de vida, como los insectos. La más antigua es el arboreto: “Le hacemos muy poco caso a los árboles, lo vimos con la palma de Reforma. Eligieron un ahuehuete para sustituirla, que es excepcional, pero la mejor opción era el que conocemos como árbol de la manita, nativo del centro y sur de México y cuyas flores rojas son medicinales; requiere muy poca agua, a diferencia del ahuehuete, que crece a orillas de ríos o arroyos, y requerirá de dos o tres pipas cada tercer día”.

Preserva la colección de agaves más importante del país: alrededor de 150, fuente de mezcales, tequilas, pulques y otras bebidas, así como de fibras. “Su diversidad de tonalidades verdes y tamaños hablan de diferentes especies; los más grandotes son los pulqueros, y hay especies muy longevas: duran más de 200 años y pueden pasar 60 para que den una flor”.

Y también la de cactáceas, la cual incluye 80 especies de nopales.

Durante el recorrido nos encontramos con Paco, uno de los 15 jardineros del JB. “Ayudamos a la poda, al mantenimiento y al cultivo -cuenta-. De lo más difícil es el deshierbe y la limpieza, porque debemos sacar todo lo que se cayó, todo lo podrido y lo que ya no sirve, y el sol nos cae a plomo. Es duro, pero nos apasiona el trabajo”.

Los jardines botánicos mexicanos, en su conjunto, exhiben alrededor de 8 mil especies; hay 51 registrados en la Asociación Mexicana de Jardines Botánicos. Entre los más relevantes está el Francisco Javier Clavijero, en Xalapa, Veracruz, del Instituto de Ecología; y el de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Entre los privados sobresale el Charco del Ingenio, en San Miguel de Allende.

Pero el más extenso y dinámico, es el de la Universidad: recibe más de 20 mil visitantes al año. Posee, además, un carácter nacional, con una representación de plantas de todos los estados de la República.

Entre sus rincones más hechizantes está el “jardín ecológico”, donde se muestran plantas como el mastuerzo, con requerimientos mínimos de agua; la “zona de evolución”, donde se explica cómo algunas plantas fueron evolucionando durante millones de años. Y el “jardín etnobiológico”…

CORAZÓN. Este último es uno de los proyectos más nuevos, financiado por el Conacyt desde hace un par de años, creado para para exhibir, custodiar y divulgar los usos cotidianos de las plantas, más allá de lo ornamental, y su impacto entre las comunidades originarias: comestibles, medicinales, dietéticas o utilizadas para hilaturas, fibras, tintes y saborizantes. Hasta ahora se cuenta con 174 registros. El personal encargado de esta colección realiza trabajo de campo en tianguis y mercados de distintas localidades, con el propósito de interactuar con los habitantes y acrecentar el catálogo.

El responsable es el investigador Sol Cristians Niizawa, a quien descubrimos afianzando maíces en las milpas y dirigiendo el estirón irreverente de las plantas de frijoles.

“Es apasionante la diversidad de plantas que se utilizan en el país, y también escuchar a la gente hablar de sus recuerdos. Este es un espacio de intercambio de información entre comunidades y científicos”, dice.

“Nuestro Jardín tiene colecciones nacionales con un interés taxonómico y de investigación, pero también cumple una labor educativa, tanto para la población en general, como para los estudiantes que vienen a realizar sus tesis de licenciatura o posgrado”.

El corazón de los investigadores del JB late por diferentes rumbos: hay quienes se han especializado en el estudio de raíces, tallos, hojas; otros se han concentrado en la taxonomía o fisiología de las plantas, en sus usos y evolución. Otros más en su cultivo y conservación.

El biólogo Arias se refugia otra vez en el silencio. Observa con entusiasmo la convivencia amistosa de los paseantes por el Jardín y susurra:

-¡Sí se puede!...

-¿Qué? -se le pregunta.

-Hacer las dos cosas. El reto es enorme, pero desde aquí haremos más por la reconciliación del país y por el cuidado de nuestras plantas: tenemos en México 20 mil especies nativas y, en todos los jardines botánicos, hay 8 mil, ¿y las otras 12 mil? Los jardines tenemos que volvernos más regionales y conservar las especies de ese entorno local, siempre con ayuda de la gente. Uno de los mejores placeres de la vida es compartir conocimiento”…