
Los cineastas mexicanos José Luis García Agraz y Jaime Humberto Hermosillo fueron parte del movimiento de resistencia cinematográfica en la época más oscura del cine mexicano en los años 80. Pero además de esa etiqueta de directores contracorriente, a ambos se les debe ser la primera experiencia cinematográfica directa de dos de los directores más grandes del cine mexicano que fueron parte de la reestructuración de la cinematografía nacional: Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro.
Alfonso nació en noviembre de 1961, en la Ciudad de México. Cuando era niño y le preguntaban qué quería ser de grande, estaba en el dilema entre ser astronauta o director de cine; la primera bajo la influencia de su papá Alfredo Cuarón, quien fue un físico nuclear que trabajó para la Agencia Internacional de Energía Atómica y la segunda porque a los siete años, se quedó maravillado con la película Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969), de George Roy Hill.
Guillermo, por su parte, nació en octubre de 1964, en Guadalajara, Jalisco. Se crió en un hogar católico estricto pero cuando era niño el verdadero pacto lo hizo con “los monstruos y las hormigas”, que vivían en su cuarto y se comprometió a dedicarles su vida a cambio de que no le hicieran daño. Y es que uno de sus primeros recuerdos es la sensación de miedo que pasó luego de ver un episodio de la serie de ciencia ficción Rumbo a lo desconocido. A los 7 años comenzó a filmar con una cámara súper 8 sus primeras películas de monstruos con figuras de acción y botes de cátsup. A los 8, asistió a un curso de Dick Smith (ganador del premio Óscar por Amadeus), un experto en efectos especiales, donde aprendió los entresijos del maquillaje en los efectos especiales.
Alfonso creció cerca de los Estudios Churubusco. Tuvo su primera cámara a los 12 y estudió la preparatoria en el Centro Universitario México. Más grande, sus vecinos en una colonia del sur lo veían mal, porque traía cabello largo y look hippie. Era cinéfilo apasionado, dice que llegó a ver hasta 40 veces la misma película para aprender sus detalles técnicos. Pese a ello, su afán no era aprobado por su madre y debió compartir sus estudios en el estatal Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) con la carrera de filosofía. De hecho, gustaba asistir a los extintos cines Gloria y Estadio, por lo que engañaba a su mamá diciendo que haría un trabajo escolar y se iba directamente a la taquilla.
En el CUEC, conoció a la futura madre de su hijo Jonás, al director Carlos Marcovich, al fotógrafo Emmanuel Lubezki y al cineasta Luis Estrada con quien realizó el corto Vengeance is mine, por el que fue presuntamente expulsado de la escuela. “Era un trabajo en inglés”, recuerda Estrada, “si algo tiene es que es alguien muy profesional y además, con buenas ideas, aunque rompan cosas”. Pero en realidad no fue expulsado por eso sino que fue Cuarón quien decidió dejar la escuela porque no dejaron que comercializara su corto.
Mientras tanto, Guillermo estudió en el Centro de Investigación y Estudios Cinematográficos, en Guadalajara. Antes de dedicarse plenamente al cine, del Toro trabajó como proyeccionista en un cineclub de Jalisco, y también como agente de bienes raíces y como vendedor de coches, mientras laboraba como diseñador de maquillaje para efectos especiales; en 1982 funda su propia compañía de efectos especiales, Necropia. Dos años más tarde, fue ayudante de producción del filme El corazón de la noche (1984), de Jaime Humberto Hermosillo, y ese mismo año debutó como su productor ejecutivo con la película Doña Herlinda y su hijo. Se trata de una producción que fue transgresora en su tiempo por abordar la temática de la homosexualidad.
La casa en la que se filmó la película pertenece a la familia del Toro y el cuarto de Rodolfo es en donde dormía Guillermo. De hecho, en la pared se puede ver un poster de la película Mad Max, de 1979. Cabe destacar que el personaje de Doña Herlinda es interpretado por Guadalupe del Toro, mamá del cineasta. Además, a mediados de los años 80 comenzó a rodar cortos de terror como Doña Lupe (1985) y Geometría (1987) y en 1986, consolidó su amor por el cine cuando él, junto a otros nombres destacados del cine mexicano, fue el cofundador del Festival Internacional de Cine de Guadalajara.
Cuando Cuarón dejó el CUEC, trabajó como empleado conserje en el Museo Nacional de Arte hasta que José Luis García Agraz lo contrató como asistente de dirección para su película Nocaut: “Puede haber mil maneras de hacer una toma, pero él siempre sabe cuál es la mejor”, dijo alguna vez García Agraz, sobre Cuarón, quien después siguió al pie de la letra el consejo de “el que sabe obedecer, sabe mandar”, como lo recordó cuando traía los cafés durante los primeros días de rodaje de Desaparecido, de Costa Gavras.
Cuarón filmó Cuarteto para el fin del tiempo (1983) al mismo tiempo que trabajaba en el medio televisivo. Después de colaborar como asistente de dirección en La Gran Fiesta (1985), en 1989 dirigió el episodio No estoy jugando de la película Cita con la muerte (1989), hasta que llegó a dirigir algunos episodios de la serie de suspenso de Televisa, llamada La hora marcada, durante la cual conoció a Guillermo del Toro:
Guillermo se acercó a Cuarón y le dijo: “Tú te robaste la historia de Stephen King”, Cuarón contestó “Sí”, a lo que Del Toro agregó: “¿Y por qué si la historia de King era tan buena, tu episodio es tan malo?”... Fue así como se hicieron amigos. Pasando 1990, comenzaron su propia historia en el cine nacional y posteriormente fuera del país.
Los tiempos de Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón fueron muy diferentes a los de José Luis García Agraz y Jaime Humberto Hermosillo. Carlos Salinas de Gortari llegó a la presidencia en 1988 y hacía vistosos los esfuerzos por ganarse a la opinión pública para legitimarse en el poder, luego de los dudosos resultados electorales. Comenzó un nuevo plan para el Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), que se encargó de promover la producción para el sexenio pero no en la Secretaría de Gobernación sino en la Secretaría de Educación Pública, bajo la coordinación de un organismo recién creado: el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA).
El cine mexicano comenzó a tener una renovación desde su estructura en un proceso que coincidió con el nuevo modelo económico de libre mercado, que estableció los parámetros de exhibición con el Tratado de Libre Comercio, que a la fecha mantienen al margen al cine nacional.
El cine, que había pasado de tener una relación directa con el gobierno a ser tomado como una actividad social, permitió que se llevara a cabo un proyecto de apoyo a la industria para crear circuitos alternos de exhibición para las películas mexicanas de calidad; apoyar el trabajo de las escuelas de cine; producir y coproducir una decena de películas al año; participar en festivales internacionales de cine y conservar los estudios Churubusco y América.
Con esto llegó un incentivo al cine independiente que permitió, en 1989, el estreno de filmes como El secreto de Romelia, primer largometraje de la realizadora Busi Cortés y primera producción del Programa de Óperas Primas, impulsado por IMCINE y el CCC y Mentiras piadosas, de Arturo Ripstein. Mientras que para 1990 llegó en mayo Santa sangre, de Alejandro Jodorowsky, destacó el fin de la censura con dos estrenos significativos: La sombra del caudillo (1960), de Julio Bracho, que llegó a las salas de cine 30 años después de su realización porque un nunca confesado veto militar prohibió su exhibición y Rojo amanecer (1989), de Jorge Fons, película independiente que significa el retorno de Jorge Fons a la dirección de largometrajes luego de trece años y que supone el fin de la censura sobre el tema del movimiento estudiantil de 1968.
Alfonso Cuarón, en ese entonces había comenzado a trabajar en su ópera prima Sólo con tu pareja (1991), escrita por su hermano Carlos. Aprovecharon el Mundial de Futbol Italia 90 y una decepción amorosa para darle fin a esta cinta protagonizada por Daniel Giménez Cacho, sobre el sida. Curiosamente, uno de los actores en los que pensó inicialmente fue Eugenio Derbez, quien en ese momento estaba creciendo en su faceta de comediante. Derbez no aceptó. La cinta logró gran éxito en México y en festivales internacionales como el de Toronto, lo que puso a Cuarón en la mira de productores de Hollywood.
Por su parte, Guillermo del Toro comenzó a trabajar en 1992 en su primer filme, bajo el nombre de La invención de Cronos, primera colaboración con dos de sus actores fetiche: Federico Luppi y Ron Perlman. La cinta fue todo un éxito en México y ganó nueve Premios Ariel y además tuvo una proyección internacional al formar parte de Cannes en donde ganó el Premio de la Crítica y otros tantos más en SITGES.
El cine mexicano tenía un nuevo auge. En 1991, se estrenaron filmes como Intimidades en un cuarto de baño y La tarea, de Jaime Humberto Hermosillo; La mujer de Benjamín (1991) de Carlos; Cabeza de Vaca, de Nicolás Echevarría. Un año más tarde llegaron fenómenos de audiencia: Como agua para chocolate, de Alfonso Arau y otros como Intimidad, de Dana Rotberg; El bulto, de Gabriel Retes y Sólo con tu pareja, de Cuarón. Para 1993, llegaron Miroslava, de Alejandro Pelayo y Cronos, de Del Toro. En general, el cine mexicano experimentó un feliz reencuentro con su público.
Pero un nuevo tropiezo llegó para al cine nacional cuando en 1994 se dio a conocer un nuevo descalabro económico en el país, que provocó que para 1995 solamente se produjeron dos filmes con apoyo del Estado. El cine mexicano comenzó a cautivar al cine extranjero y Hollywood le volvió a abrir las puertas a los mexicanos. Sydney Pollack, director de Tootsie, invitó a Cuarón a trabajar en Estados Unidos en un proyecto que se cayó. Entonces hizo la serie, Fallen Angels, pero ya en el otro lado, debutó en 1995 con La Princesita (1995), adaptación de la novela de Frances Hodgson Burnett que consiguió un excelente recibimiento.
Mismo caso ocurrió con Guillermo del Toro. Tras el éxito de Cronos, en 1997 Miramax le ofreció dirigir un proyecto de 30 millones de dólares de presupuesto. El resultado fue Mimic, una nueva incursión en el cine de género, en un año difícil por el secuestro de su padre durante 72 días que le hizo tomar la decisión de vivir en el extranjero, así que se fue a España a hacer El espinazo del diablo y luego regresó a Estados Unidos.
Junto a ellos otros cineastas y actores comenzaron a cruzar la frontera. Alfonso Arau se fue a filmar Un paseo por las nubes (1995); Luis Mandoki fue otro cineasta que había partido desde años atrás y luego hubo historias como la de Salma Hayek, que se fue después del éxito de El callejón de los milagros (1995).
Surgió una nueva generación de cineastas con Carlos Carrera, Roberto Sneider, José Buil, Ignacio Ortiz y Fernando Sariñana, por mencionar algunos, que también padecieron la nueva crisis económica, aunque el cine mexicano llevaba una mejor relación con su público, y que quedó plasmado también con el estreno de Sexo, pudor y lágrimas (1998), que llegó a tener récords de audiencia frente al monstruo de producciones de Hollywood.
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