
Originario de Nanacamilpa, Tlaxcala, Ángel Robles voló por primera vez a Canadá a la edad de 31 años; hoy tiene 62 y no ha dejado de ir al norte, temporada tras temporada. Ángel participa en el programa de Trabajadores Agrícolas Temporales que desde hace más de cuatro décadas lleva a cabo la Secretaría del Trabajo y Previsión Social en conjunto con el gobierno de aquel país.
Los jornaleros mexicanos van a las diferentes provincias canadienses, cultivan y cosechan en el campo, en las granjas y los invernaderos. Ángel Robles con otros cinco compañeros fue la primera vez a la Columbia Británica para cosechar chiles. Ha sido testigo y partícipe de los cambios en el agro canadiense; ya le tocó sembrar mariguana para consumo legal.
Con tres hijos y dos mujeres, decidió irse a Canadá “porque las condiciones en la que vivía no le gustaban” ya que el terreno que trabaja en su pueblo era rentado.
“La mamá de mi primer hijo me pedía dinero y la segunda, con los otros dos, también, y como el campo que trabajaba en México era rentado no me alcanzaba”, comenta.
Ángel trabajaba de 6 de la mañana a 9 de la noche en un invernadero cosechando tomates y ganando hasta mil 800 dólares canadienses a la quincena (26 mil pesos).
Durante las 31 temporadas que fue a trabajar de jornalero, don Ángel (como le dicen sus amigos) estuvo en diferentes provincias y pudo cosechar pepinos de campo y de invernadero, chiles, tomates, jitomates y mariguana legal.
La temporada pasada, ya lo decidió, fue la última para él: “Me fui a trabajar duro para tener algo en donde vivir, estuve en varios lugares y me encontré de todo, la mariguana legal fue de lo último que fui a cosechar en un invernadero a Toronto”.
“Yo llegué allá con unos patrones jóvenes, no conocía la mariguana. Cuando llegué, los árboles no estaban tan grandes, median como 50 centímetros de punta a cola, me pusieron a regarla y me preguntaron si sabía fertilizar les dije que sí y me dieron los productos, cuando vieron que sin instrucciones fertilicé un arbolito, me dieron a trabajar 20 matas de mariguana; se fertilizaban durante 3 minutos por mata”, recuerda.
“Para la cosecha, la señora nos dijo que si se vendía toda iba a darnos un regalito, pero durante la temporada nos llevaba un pollo rostizado a cada uno de los trabajadores y compraba cervezas para todos, tres o cinco cartones, al final, cuando se vendió todo, nos dio un bono de 500 dólares.
“Con todo mi trabajo pude comprarme diez hectáreas en Tlaxcala, hacer mi casa y un ranchito en donde tengo mis animales”, dice mientras, en efecto, sus borricos aparecen al fondo del lugar.
Debido a su edad y los años que acumuló yendo a Canadá, hoy en día don Ángel está jubilado y presta su hogar a visitantes del santuario de las luciérnagas que durante junio, julio y agosto llegan al pueblo para contemplar ese espectáculo natural.
Durante los demás meses del año, Ángel se dedica a cosechar maíz y cebada, también a la crianza y venta de animales como toros, borregos y marranos.
En la casa que Crónica visitó en días pasados, vimos a don Ángel viviendo junto a su esposa y varios animales. Danonino, un burro de cinco años de edad; Antonia, una yegua; tres perros, algunas gallinas que producen de 5 a 15 huevos al día, y unos patos que pasean libres por toda la casa.
Cuando se iba a Canadá, lo que más extrañaba era a su señora y a la familia. Don Ángel vive hoy rodeado de su mujer y sus 6 hijos. Ahora tiene también 12 nietos. Es claro que disfruta estar aquí, en México, y que su vida de jornalero temporal ha llegado a su fin.
Pie de foto: Ángel Robles dejó Tlaxcala por presiones económicas (dos mujeres, varios hijos y todos con necesidades) pero supo capitalizar el fruto de su trabajo en Canadá para comprar hectáreas en su pueblo y hacerse de un rancho. Su etapa de jornalero temporal llegó a su fin, afirma.
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