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Cutting: que el cuerpo sufra lo que el alma siente

La autoflagelación, o cutting, es un fenómeno psicológico aún en estudio. El trasfondo en los jóvenes puede ser la baja autoestima, depresión, bullying, violencia intrafamiliar...Es difícil de detectar, pues las lesiones se las hacen en lugares no visibles del cuerpo

Mujer triste sentada en el suelo
Mujer triste sentada en el suelo Mujer triste sentada en el suelo (La Crónica de Hoy)

Frustrado por no haber respondido con buenas calificaciones en la escuela de paga a la que asistía, Antonio Morales decidió tomar una navaja de afeitar para cortarse las venas. Con tan solo 16 años pensó en el suicidio para liberarse de la presión que sentía en el hogar.

Luego de pensarlo un poco antes de intentar acabar con su vida, él, solo en el baño de su casa frente al espejo, comprendió que el suicidio no era su camino, pero sentía en lo más profundo que debía hacer algo para “lavar la culpa” por haber pasado de año escolar con 8.5 y no 9.5, la calificación que necesitaba para continuar con la beca. Se hizo un corte vertical en el brazo izquierdo de alrededor de cinco centímetros y con ello encontró una extraña sensación de alivio.

Cuando la navaja entró en su piel y comenzó a separar la carne, el dolor que parecía  insoportable fue interpretado en la mente de Antonio como un acto de expiación de culpa, aceptó el dolor como quien recibe su penitencia después de confesar sus pecados, con cada centímetro que iba cortando fue llenando el vacío que sentía por su mal desempeño académico.

Con las lágrimas corriendo por su rostro, no dejaba de repetirse con una voz apenas perceptible, como balbuceos que escupían un mantra: ¡Es tu culpa, te lo mereces por pendejo! ¡Es tu culpa, te lo mereces por pendejo!

La sangre brotaba entre los dedos de su mano derecha mientras se presionaba el corte. Sostuvo su brazo por encima del lavamanos para regarla lo menos posible, el dolor se incrementaba y con ello la sensación de que lo estaba haciendo bien: ¡Ándele güey, siga con sus chingaderas! Cambió su mantra.

El haber decepcionado a su madre que “hacía sacrificios bárbaros” para mantenerlo en el colegio privado, fuera del pueblo donde había crecido, fue lo peor que le había pasado en la vida, dice que su mamá al ver la calificación final sólo lloró y no dijo ni una palabra, ese momento fue muy duro para él, un parteaguas.

“Se me partió el alma. Pensar en mi mamá trabajando todos los días en su máquina de coser y yo echando desmadre en la escuela, saltándome clases, fue terrible. Y hasta ahora siento esa culpa y se me sigue haciendo chiquito el corazón. La amo, amo su sacrificio y la manera en que nos sacó adelante a mi hermano (menor) y a mí, sin mi papá que nos había dejado. Fue muy duro”, confiesa.

Antonio le pidió “perdón mil veces” a su mamá durante el verano del 2006; cada que se levantaba por las mañanas y cuando se iba a la cama a dormir, aunque no conciliaba el sueño pensando la manera de compensar su error. Dice que mantener en secreto su herida fue difícil, con el paso del tiempo fue cicatrizando, aunque tardó más de lo debido porque las costras que se formaban las arrancaba.

“Ese día estaba totalmente deprimido. Estaba en la escuela (en Aguascalientes) y llegué a la casa donde vivía con una tía. Agarré un puño de agujas y me las clavé en la espalda. Fueron 23 agujas que se me enterraron, estaba mal, deshecho psicológicamente, el dolor me sobrepasó, mi tía me encontró tirado, gritando del dolor, me llevaron a una clínica y tuvieron que abrirme en partecitas para sacarme las agujas que ya no estaban a la mano”, narra Antonio.

Ante esto su mamá tuvo que dejar su pueblo en los Altos Norte de Jalisco para asistir a su hijo, fue entonces cuando confesó lo que había hecho desde hacía casi un año y no podía superar, su madre buscó ayuda de un psiquiatra. 10 años han transcurrido y Antonio dejó atrás el cutting, se graduó como ingeniero en software en otra institución privada.

“Ahora lo cuento y se me vienen las lágrimas de las tonterías que hice, pero puedo decir que fue prueba superada. Veo mi espalda y está como piel de tigre de todos los cortes que me hice y la cirugía para quitarme las agujas, son un recuerdo y una advertencia de lo que no debí y debo hacer”.

“Necesitamos saber el caso del niño en especial, porque el detonante es diferente: bullying, factores o problemáticas que lo han preparado para llevar a cabo este tipo de conducta (...). Se lesionan con la intención de satisfacer una situación emocional que puede ser difícil. Se lesionan y las cicatrices que van quedando las cuentan como historias plasmadas en su piel”, comenta Martha Catalina.

“Se popularizó mucho entre los jóvenes, con una mentalidad de que el cuerpo sufra lo que el alma siente. Ha traspasado generaciones, no es sólo de un grupo social como lo fueron los “Emos”. Muchos chicos entran a las redes y conocen de este movimiento y lo siguen como una forma de expresión, se sienten identificados”, agrega.

El cutting puede tener como trasfondo en los jóvenes una baja autoestima, depresión, sensación de abandono, bullying, violencia intrafamiliar, abuso sexual, psicológico o físico, quienes se auto flagelan lo hacen en silencio y en lugares del cuerpo que no son visibles, por lo que es difícil detectar que está ocurriendo, tanto para los padres como los maestros, ya sea en casa o en las escuelas, respectivamente.

Este fenómeno ha traspasado generaciones, no es sólo de un grupo social como lo fueron los “Emos”. Muchos chicos entran a las redes y conocen de este movimiento y lo siguen como una forma de expresión, se sienten identificados.

La Secretaría de Educación Jalisco (SEJ) informó a través de su área de comunicación social, que ellos como institución no tienen registro de niños o adolescentes que hayan abandonado las aulas por cuestiones como cutting, ni tampoco un registro de cuántos casos podrían estar ocurriendo en las aulas del estado. 

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