
Jorge Luis González cambió el escritorio y el teléfono, por el tractor y la tierra.
De 44 años de edad, el expromotor de galletas de una renombrada empresa mexicana trabaja desde hace 17 años años como agricultor en campos canadienses porque, asegura, ahora le va mejor como jornalero agrícola.
"En México tenía un buen trabajo, era agente de ventas; trabajé vendiendo dulces con un primo, trabajé vendiendo abarrotes con una señora, después trabajé en Gamesa vendiendo galletas, ganaba muy bien, ganaba dos mil 500 pesos a la semana, eso fue hace unos 20 años.
Ahorita eso no se los gana uno en México.
"Desgraciadamente ese trabajo lo perdí por ciertas razones; ya estaba casado en ese entonces y tenía un hijo.
Como no tenía nada más qué hacer, y pues ora sí que como todos le hacemos cuando no tenemos de otra, me regresé a vivir con mis papás", relató Jorge Luis a Crónica.
Originario de la Huasteca de San Luis Potosí, padre de dos varones, uno de 18 y otro de 10 años, Jorge Luis refirió que un día pasó una camioneta por la calle donde vive, anunciando por altavoz que se necesitaba gente para trabajar en el campo.
Aseguró que pocos son los que atienden la convocatoria, tan sólo de su pueblo apenas unos cuatro participan en el Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales México-Canadá.
Y esto se explica, dijo, en parte porque "allá en mi pueblo no te saben dar ninguna información en el Servicio Estatal de Empleo y, otra, que la persona encargada de hacer todo eso no es muy accesible, no te da ninguna esperanza, o que te oriente y que diga bien qué requisitos son; siempre dice: 'ahorita no hay tiempo, ahorita no hay chance, ahorita no hay cupo, llama el año que entra', y la gente se decepciona y ya no vuelve".
Recordó que la primera vez que fue a Ontario, Canadá, le resultó difícil, porque era la primera ocasión que se iba fuera del país, que se ausentaba por más de siete meses de su casa, porque no sabía hablar inglés y el salario era bajo: siete dólares la hora.
Ahora, 17 años después, gana unos 15 dólares por hora.
"Ya ahora es más fácil para mí.
Ya hablo inglés, ya conozco más de lo que se trata el Programa.
Pero pienso hacerme de algo en México, tener un negocio bien establecido para ya no tener que regresarme a Canadá, porque cuando te alejas de tu familia pierdes muchas cosas".
Con voz entrecortada por la nostalgia, Jorge Luis no olvida que durante los primeros años que viajaba a Canadá, su hijo mayor le decía "tío", pues casi no convivía con él, apenas unos cinco meses cada año.
"Eso duele.
Pero además estando allá, la primera temporada yo lloraba todos los días, porque se extraña lo que se deja en casa.
Y todavía no me acostumbro, aunque ya lloro menos.
"Mi familia me dice que me quede en México, pero con el paso del tiempo nos hemos echado otros compromisos para salir adelante; por ejemplo, tengo un servicio de transporte privado escolar, ése es el trabajo de la familia en México; cuando yo no estoy, mi esposa lo trabaja", contó Jorge Luis.
Consideró que el trabajo que hace en Canadá no es muy duro y le gusta hacerlo.
"No nada más trabajamos en el campo, ahí mi patrón industrializa lo que siembra, uvas; él hace vinagre para cocinar, yo hago el embotellado, el etiquetado, el empacado.
También siembro y cosecho.
Ora sí que es mitad y mitad", mencionó.
El empleador le proporciona una vivienda que comparte con otro mexicano.
En el lugar sólo trabajan cuatro personas: Jorge Luis, su compatriota, su patrón y el padre de éste.
Cuando llega a su lugar de trabajo en Ontario, a principios de abril, Jorge Luis acomoda las vides que, una vez que crecen y maduran, son cosechadas: una parte se queda en el lugar para hacer vinagre y otra se vende.
"Ahí no Se acaba el trabajo; cuando nosotros nos regresamos a México queda mucho trabajo; nosotros nos regresamos porque nada más tenemos un contrato para ciertos meses, pero si no podaríamos las plantas, lo que ya está seco, y empezaríamos otra vez", expresó Jorge Luis.
Pasará otras temporadas en Canadá, dijo, mientras pueda hacerlo y mientras su patrón lo solicite.
"El trámite para poder regresar a Canadá lo tenemos que empezar a hacer hasta que la Secretaría (del Trabajo) se dé cuenta que tienes una requisición de trabajo, es decir, que tu patrón te haya pedido, que diga yo quiero a mi empleado.
Es por petición de ellos que nos reclutan otra vez", indicó Jorge Luis.
Desde hace dos años Jorge Luis, al igual que el resto de los jornaleros agrícolas, debe pagar dos mil 750 pesos por su visa de trabajo, gasto que anteriormente era absorbido por el empleador.
Jorge Luis participa en el Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales México-Canadá.
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