Opinión

El espíritu de la independencia, hoy

El espíritu de la independencia, hoy

El espíritu de la independencia, hoy

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Como es tradicional, 15 y 16 de septiembre, se celebran las fiestas patrias. A ver, a ver, no vayamos tan rápido: preguntémonos ¿por qué en plural? Pues porque resulta que el Grito de Independencia lo dio el Cura Hidalgo al amanecer el 16 de septiembre de 1810; pero, el cumpleaños del General Porfirio Díaz, era el 15 de septiembre y al dictador, obvio, se le ocurrió juntar su cumpleaños con la celebración del día siguiente. Así quedó en el santoral nacional “fiestas patrias”. De manera que ¡seguimos celebrando el cumpleaños de Don Porfirio! Es más, el Grito, que debería darse el 16 de septiembre muy temprano, se da la noche anterior. Así que hoy en la noche nos toca sacar de nuestro ronco pecho el ¡Viva México!

A pesar de lo que se anda diciendo de que todo nacionalismo es malo, lo cierto es que no es así: nuestro nacionalismo es signo de identidad y orgullo. Por ese motivo vale la pena echarle cabeza: ahondar en el conocimiento de lo que fue el movimiento de Independencia.

Pues bien, la Independencia de nuestro país se inscribe en una oleada de movimientos revolucionarios como el neerlandés, el inglés, el norteamericano y, sobre todo el francés. Para entender mejor de qué estamos hablando, conviene señalar la diferencia entre una rebelión y una revolución: una rebelión es un movimiento armado que carece de ideas, de proyecto a largo plazo; en cambio, una revolución es una lucha armada motivada por un sistema de ideas que tiene el propósito de implantar una sociedad y un régimen político diferentes. La mayor parte de esas revoluciones fueron motivadas por la filosofía de la Ilustración o Iluminismo. La finalidad de la Ilustración era disipar las tinieblas de la ignorancia y el fanatismo. El mejor instrumento, para ello, era la educación racionalista, la difusión del conocimiento liberado de las ataduras del dogma religioso.

Uno de los autores representativos del Iluminismo fue John Locke (1632-1704) quien, entre otras obras, escribió Dos ensayos sobre el gobierno civil. Los últimos cuatro capítulos (XVI, XVII, XVIII y XIX) del segundo tratado, están dedicados a justificar el derecho de resistencia contra la opresión. El capítulo XVI consiste en una sólida argumentación contra el llamado “derecho de conquista” (Two Treatises of Government, Cambridge University Press, 1967, pp. 402-415).  Ese tal derecho de conquista no existe; en contraste, al conquistado le asiste la razón para deshacerse de la arbitrariedad y expulsar a los granujas que han ocupado su territorio por la sola fuerza. También Jean Jacques Rousseau (1712-1778) se pronunció en el mismo sentido. En el capítulo IV del primer libro del Contrato social escribió: “Respecto del derecho de resistencia, él no tiene otro fundamento más que el derecho del más fuerte.” (Du Contrat Social, Id., Oeuvres complètes, Paris, Gallimard, 1964, p. 358).

Como se sabe, Don Miguel Hidalgo y Costilla, formaba parte de un círculo de lectura que se reunía en la casa de la Corregidora de Querétaro, Doña Josefa Ortiz de Domínguez, y en el que participaban, entre otros, Ignacio Allende, Mariano Abasolo, Juan Aldama y Joaquín Arias. Allí se leían, precisamente, a los autores de la Ilustración como los ya mencionados Locke y Rousseau. Además, a los enciclopedistas como Denis Diderot y Jean le Rond d’Alambert, Voltaire y, desde luego a Montesquieu.

El Iluminismo enarbolaba a la ciencia como instrumento de progreso contra el dogmatismo religioso; el libre albedrío de la persona por encima de la manipulación del Estado o de la Iglesia.

Quien expresó con la mayor nitidez lo que era la Ilustración fue Immanuel Kant (1724-1804). Y lo dijo en los siguientes términos:

La Ilustración es la salida del hombre de la minoría de edad causada por él mismo. La minoría de edad es la incapacidad para servirse del propio entendimiento sin la guía de otro. Esa minoría de edad es causada por el hombre mismo cuando la causa de ésta no radica en una carencia del entendimiento, sino en la falta de decisión y arrojo para servirse del propio entendimiento sin la dirección del de algún otro. ¡Sapere Aude! ¡Ten la valentía para servirte de tu propio entendimiento! Esta es la consigna de la Ilustración. (Was Ist Aufklärung?, Stuttgart, p.7)

Pero Joaquín Arias traicionó a los conjurados: avisó a las autoridades coloniales que en la casa del Corregidor Miguel Domínguez se reunían para organizar un alzamiento. El Corregidor encerró, para proteger, a Doña Josefa; sin embargo, ésta pudo avisar, haciendo sonar uno de sus zapatos contra el suelo, al alcalde Ignacio Pérez y así advirtió al cura Hidalgo que la conjura había sido descubierta.

¿Qué lección podemos extraer de estos acontecimientos? En primer lugar—me parece—somos herederos de la lucha heroica de aquellos conjurados y de las ideas que enarbolaron, es decir, la filosofía de la Ilustración que proclama el progreso mediante la razón y no el fanatismo; la ciencia como motor del desarrollo y no la fe religiosa para controlar a las masas presas de la ignorancia; el proyecto de un gobierno moderado, o sea, de una república, no del poder concentrado en una sola persona; la educación para la población, una educación de calidad, y no como privilegio de un puñado de gente acaudalada; la separación entre el Estado y la Iglesia. Y, sobre todo, como dice Kant: que cada persona tenga la capacidad de pensar con su propia cabeza, y no ser presa de alguien que se erija como poseedor exclusivo de la verdad absoluta. Salir de la minoría de edad política para que ningún vivales tenga ocasión de abusar del poder.

Una nueva cercanía ha nacido de la distancia.

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