
El director teatral británico Peter Brook ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2019. Maestro de generaciones y considerado el mejor director teatral del siglo XX, es uno de los grandes renovadores de las artes escénicas, con montajes de alto compromiso estético y social.
— ¿Cuál cree que es la primordial calidad del teatro? Se lo pregunto como director y como creador, pues usted escribió un libro clave: El espacio vacío…
—El teatro tiene la virtud de mostrar lo que es invisible o hermético en condiciones normales. Cuando ves a alguien por la calle, resulta imposible colarse en el interior de su cerebro. En cambio, en el teatro sí puedes acceder a ese territorio oculto. Es justo lo que hemos hecho con esta obra. Conducimos al público por el asombroso valle de la mente, a lo largo de un periplo sinuoso, porque todo valle tiene sus colinas y sus vaguadas, sus infiernos y sus paraísos.
— Su vida ha sido un constante ir y venir por los escenarios por todo el mundo. Son ya más de 50 años de trayectoria. ¿Considera que en ese espacio se pueden repetir algunos temas?
— Odio repetirme. Pero esto no tiene nada que ver. Me sucede con textos por los que siento un interés especial y creo que puedo llevarlos más lejos y profundizar más en sus historias. La realidad, además, está en constante cambio y el teatro debe correr tras ella con un espejo en las manos para reflejarla”.
— ¿Considera que el director teatral tiene como objetivo “asombrar” a sus espectadores? Esto me recuerda su trilogía El valle del asombro.
— Claro. Es lo que siempre he buscado: que la gente que va a ver mis obras no se encuentre con lugares comunes, sino que vivan una experiencia sorprendente. La vida humana es un compendio de misterios que el teatro ha de revelar. Ésa es una máxima aplicable a todo tipo de teatro, incluido el político, al que hay que exigirle que desenmascare las falacias y corruptelas de nuestros representantes públicos. Y hoy, en pleno siglo XXI, se necesita más que nunca.
— ¿En qué se diferencia el teatro de la vida, de la novela, de la poesía? ¿Cree que hay diferencias o similitudes..?
— Bueno la pregunta podría tener muchas respuestas, pues la poesía es vida, el teatro también. El teatro es una vida concentrada en un pequeño espacio y durante un corto periodo de tiempo. En eso podría tener una pequeña coincidencia con la poesía… Aunque creo que el teatro permite mirar la vida a través de un microscopio, por eso es tan revelador.
— ¿Usted es un gran amante de Shakespeare y de la literatura oriental y africana? Sin duda, sus montajes de Shakespeare son insuperables, pero ¿qué lo ha influenciado más en su trayectoria?
— Creo que todo es un constante aprendizaje. Tanto Shakespeare como la literatura de África o de India me han nutrido para seguir creciendo. La historia de la literatura es una montaña en cuya cima está la obra de Shakespeare. Desde esa altura puede verse el alma humana en toda su extensión. Cada literatura te va dando experiencia, motivos y tú los van adaptando no sólo al teatro, sino también a tu vida misma. Todo nutre, todo es un alimento constante.
— He tenido el privilegio de ver muchos de sus montajes en Londres y Madrid. Y me llama la atención siempre que usted dice que nunca deja de aprender, que es un aprendiz en pleno. ¿Es necesaria tanta humildad?
— Bueno qué detalle, pues siempre me he considerado un director en constante aprendizaje…Creo que es algo que no se puede perder, porque un arte no tiene fin, siempre hay que seguir aprendiendo. Un oficio es una escalera. Siempre tiene que haber otro peldaño para todo. He aquí un ejemplo: tómese la palabra “símbolo”. En otro tiempo tenía un gran significado. Ahora la prensa elige a cualquier chica guapa, ni más guapa ni mejor que otras cien mil como ella, y la convierte en un símbolo. Y éste es un signo de nuestro tiempo. Muestra una escalera en sentido descendente. Lo primero de lo que se ocupa el aprendiz es del trabajo burdo. Y avanza porque hay un maestro que le anima a investigar sus herramientas. Mientras las afila y desarrolla sus dones, el aprendiz reconoce que el siguiente nivel es simplemente una capa que oculta algo todavía más perfeccionado.
— ¿Se puede improvisar mucho en el teatro con los actores…? Y desde luego, ¿también el director puede improvisar sobre el escenario..?
— No pienso en absoluto que haya ninguna virtud en mantener a los actores a oscuras. Se puede improvisar siempre y cuando se respete el texto original. Por ejemplo, en la obra que hicimos sobre el Cerebro comenzamos con el libro de Oliver Sack; y se hizo el guion. Después descubrimos que para este proyecto determinado no iba a funcionar. Así que lo dejamos y, un mes después, empezamos de nuevo con un grupo más reducido. En fin, como vez, siempre hay cambios constante desde el texto pasando por el guion hasta montar la obra. Pero vuelvo a la mismo de nuestra conversación: todo es un aprendizaje, siempre.
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