Escenario

Escuadrón Suicida: La unión familiar de psicópatas de manual

Los villanos también tienen corazón. Tienen una familia y anhelan el sueño americano, buscan pertenecer.

Escuadrón Suicida
Escuadrón Suicida Escuadrón Suicida (La Crónica de Hoy)

Los villanos también tienen corazón. Tienen una familia y anhelan el sueño americano, buscan pertenecer. Algunos buscan ser entendidos, que alguien comprenda que a veces pierde el control de sus emociones, pero no puede hacer nada porque tiene la facultad de crear fuego; que hay princesas pintadas de arlequín que buscan el amor de su vida, alguien con quien cometer todas las locuras posibles más allá del bien y el mal y también hay otros asesinos a sueldo que pueden matar a sangre fría a quien sea pero no tolerar la pérdida de alguien cercano.

Sí, todos tienen sentimientos y con esa arma llega el nuevo filme de DC, con la que buscan superar la otra gran premisa de su cine de que los buenos tienen su lado oscuro, de una manera tan burda que no podemos más que decir que se vuelven personajes de manual, tal y como lo dice la sensual Harley Quinn (Margot Robbie), que es, menos mal, lo más encantador de la película.

DC tiene una batalla perdida con Marvel en el live action, y es con Escuadrón Suicida, uno de sus más fuertes intentos por reponerse en la pelea, pero en realidad es un arañazo que sí alcanzará a seducir a muchos espectadores. Pero hablemos claro, no estamos frente a un cine que aporte más que entretenimiento y en eso, funciona mucho mejor de todo lo que el cine de DC post Nolan se había presentado y eso ya ponerse ligeros.

La película es transitoria entre lo que pasó después del enfrentamiento entre Batman y Superman, hasta el siguiente proyecto de La Liga de la Justicia. Esta vez el gobierno de Estados Unidos decide tomar la propuesta de Amanda ‘El Muro’ Waller (Viola Davis), la líder de la agencia secreta A.R.G.U.S., de usar a un grupo de metahumanos condenados a estar encerrados de por vida, a cumplir una misión que va más allá de las habilidades de los simples mortales.

Sin muchas opciones, los supervillanos aceptan usar sus habilidades más crueles y despiadadas, para reducir sus condenas sin saber que se enfrentan a una antigua fuerza capaz de destruir a la humanidad. En el camino los villanos conforman un grupo de autoayuda que los lleve a cumplir una misión en la cual se revelará su lado más tierno posible. De hecho Will Smith (Deathshot) nos regresa algunos de sus mejores gestos que nos enseñó en la conmovedora En busca de la felicidad.

Por supuesto es mucho más divertida y entretenida que Batman V Superman. La primera parte de la película es lo más interesante que tiene y se trata de una construcción acartonada de sus personajes, de quienes se pretende conocer mucho sin mostrar casi nada. De ahí en fuera la historia va cayendo una serie de acontecimientos cada vez más portentosos que quedan opacados cada vez que sale a cuadro el personaje de Joker (Jared Leto) del que no podemos ni siquiera comparar con el de Ledger más allá de la forma en que ríen, porque no tiene mayor peso en la historia que mover el corazoncito de Harley Quinn.

Sin embargo la película funcionará, y lo hará principalmente por los recursos cinematográficos que ofrece el director David Ayer (Corazones de acero, Día de entrenamiento), ya que se le agradece que no caiga en tantos efectos especiales y se empeñe en utilizar más lenguaje cinematográfico: más transiciones curiosas, más dinamismo de edición y sobre todo los guiños musicales que le dan un tono más disfrutable. A mitad de la película, cuando la dulzura familiar le gana a la personalidad tiránica, la película se descontrola y las cosas dejan de interesar mucho. Eso sí, para los fanáticos sí hay una escena post créditos al estilo Marvel… de la que no esperen tanto.

Más allá de lo poco conversador que es Stephen Frears en la vida real, el cineasta inglés tiene un gran oficio para contar películas. En The Program vuelve a mostrar su interés por el trabajo de investigación periodística como lo hizo en su anterior filme Philomena (2013), esta vez para mostrar una historia inspirada en el escándalo de Lance Armstrong. La historia nos cuenta el interés de un periodista irlandés que está convencido que el éxito del ciclista en el tour de Francia se debe al doping. Con esta convicción, empieza a investigar y a buscar pruebas que sacarán a la luz la verdad sobre Armstrong, el resultado es un entretenido drama que utiliza el suspenso como un gran recurso y una buena reflexión sobre el prestigio. Ben Foster interpreta de gran forma una versión maligna del ciclista mientras que Chris O’Dowd le hace buen frente.

La cinta The Whole Truth (Toda la verdad) fue titulada en México El abogado del mal, en un probable intento de jugar con la memoria colectiva por su protagonista, Keanu Reeves, quien en 1997 también encabezó el elenco de El abogado del Diablo. Dejando atrás el exceso publicitario, el filme pone en aprietos al sistema judicial estadunidense, sus abogados o a las propias víctimas. Durante 93 minutos el espectador se mantendrá al filo de su butaca, mientras el abogado Richard Ramsey (Reeves) buscará, con todas las artimañas legales o de experiencia de vida, para salvar de la cárcel a Mike Lassiter (Gabriel Basso) culpado de asesinato de su padre Boone Lassiter (Jim Belishi). Como dato esta es la primera aparición de Renée Zellweger luego de su supuesta cirugía plástica. (Eduardo Gutiérrez Segura)

Después de una exitosa carrera como editor de efectos especiales y asistencia en filmes de la talla de Star Wars: Episodio I y II, Piratas del Caribe y Los Vengadores, el cineasta californiano Anthony Lucero debuta como director de cine con un filme de personajes adorables e inspiradores sin caer en el cliché. Una película que cruza la cultura gastronómica japonesa con la vida estadunidense y el sueño americano de una mujer latina (mexicana) Juana (Diana Torres) que en la búsqueda por un mejor futuro para su hija pone a prueba su fortaleza en un restaurante nipón. A lo largo del filme nos encontramos al mismo tiempo con un drama que profundiza en la lucha de los migrantes por conseguir igualdad laboral, y sobre todo, los obstáculos que las mujeres enfrentan para ser valoradas en competencia y productividad teniendo como metáfora el funcionamiento y pasión de una cocina.

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