
Pequeños microsensores que pesan menos de cinco miligramos y reportan la localización y desplazamiento de abejas comenzaron a ser colocados sobre algunos ejemplares que forman parte de colmenas de los estados de Guerrero y Michoacán.
El proyecto es parte de un esfuerzo multinacional llamado Iniciativa Global para la Salud de las Abejas Melíferas que busca explicar las causas del descenso en las poblaciones de abejas de todo el mundo. En México, el trabajo es encabezado por el doctor en ecología Mauricio Quesada Avendaño, del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en Morelia.
Él, por su parte, es el eslabón de este país dentro de la cadena que comenzó a formar Paulo De Souza, de la Organización de Investigación Científica e Industrial de la Mancomunidad de Naciones (CSIRO, por sus siglas en inglés), que funciona como Agencia Nacional de Ciencias de Australia.
El descenso de poblaciones de abejas es una preocupación mundial desde 1996. Afecta a todas las personas debido a la gran cantidad de alimentos que requieren de la polinización para ser producidos, por ejemplo, los frutales, especialmente los cítricos.
En 2007 el periódico The New York Times informó que las poblaciones de abejas habían disminuido drásticamente en 24 estados de la unión americana y consideró que se vivía la peor crisis en la historia de la apicultura y que podría causar pérdidas de hasta 14 mil 500 millones de dólares a los granjeros de Estados Unidos. Esta cifra es igual a todo el Producto Interno Bruto de Haití en un año.
En Europa el problema no es menor. Las páginas del diario The Independent detallaron que las colonias colapsadas se habían multiplicado entre otoño de 2006 y la primavera de 2007. Alemania, Suiza, España, Portugal, Italia, Grecia y Escocia reportaron merma en sus poblaciones de Apis mellifera, la abeja domesticada.
Quesada Avendaño, quien también es responsable del Laboratorio de Análisis y Síntesis Ecológica (LANASE), explicó que los datos recabados por los sensores se combinarán con otra información biológica recolectada, por ejemplo, genética de las colmenas y exposición a patógenos como virus, bacterias y hongos.
“Queremos saber cuántas abejas salen de la colmena y cuántas regresan, cuáles son sus rutas, sus enemigos naturales (entre los que se encuentran ácaros, bacterias, virus y escarabajos), de qué recursos florales dependen y algunos aspectos genéticos que desconocemos”, comentó.
Los microsensores se pegan en el tórax de cada abeja, son muy pequeños, de dos milímetros cuadrados, y con un peso de cinco miligramos; no afectan sus actividades debido a que una abeja puede pesar entre 100 y 110 mg y transportar hasta una carga semejante a su peso.
“Queremos conocer su ancestría y qué tan antiguas y resistentes son. Después pretendemos ligar ese origen a su comportamiento actual y al declive de poblaciones nativas”, dijo Quesada Avendaño.
BUSCAN APOYO. Actualmente, el proyecto del LANASE tiene financiamiento de la UNAM, del Conacyt y de la Universidad Autónoma de Guerrero. Sin embargo, los universitarios buscan financiamiento adicional de fundaciones interesadas y de la Sagarpa para analizar estos fenómenos a nivel nacional.
En México 45 mil familias dependen económicamente de la apicultura o aprovechamiento de los productos de las abejas. Estadísticas del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP) señalan que anualmente se producen alrededor de 56 mil 907 toneladas de miel, con un valor estimado en dos mil 168 millones de pesos. Las principales entidades productoras son: Yucatán, Jalisco, Campeche, Chiapas, Veracruz, Oaxaca, Quintana Roo, Puebla, Guerrero, Michoacán, Morelos y Estado de México.
En los últimos tres años se exportaron en promedio 123 millones de dólares anuales de miel, y en 2014, el valor de las ventas fue de 147 millones de dólares, cifra no registrada en los últimos 20 años. Alemania encabeza la lista de compradores de miel mexicana, ya que adquiere 43 por ciento de la producción exportada; Estados Unidos, el 25 por ciento, seguido de Bélgica, con el 12 por ciento.
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