Cultura

Estudian marcas de fuego en libros de época novohispana

Reportaje. Especialistas de la BUAP y la UNAM han registrado 460 marcas de fuego plasmadas en ejemplares que van desde el siglo XVI al XIX. Los sellos eran emblemas o escudos que representan a cada orden religiosa y, en menor número, también había de institutos y colegios particulares

Portada de un libro antiguo
Portada de un libro antiguo Portada de un libro antiguo (La Crónica de Hoy)

Por su valor, desde su existencia, el libro ha sido objeto de robo, por ello durante la Colonia, las órdenes religiosas, que eran las que contaban con el mayor número de libros, colocaron marcas de fuego, es decir, sellos con iniciales o emblemas hechos con hierro al rojo vivo. Este marcaje que también se aplicó al ganado y a esclavos, sirvió para establecer quién era el dueño del libro. Actualmente, dichas improntas son estudiadas por investigadores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

A través del proyecto online Catálogo Colectivo Marcas de Fuego (www.marcasdefuego.buap.mx), se han registrado 460 marcas de fuego plasmadas en ejemplares que van desde el siglo XVI al XIX, en títulos tan diversos como: Hojas del árbol de la vida de Juan Crisóstomo López  de Aguado, Abecedario espiritual de Francisco de Osuna, obras de Tomás de Aquino, obras de Virgilio y sermones del padre Antonio Vieira de la Compañía de Jesús, por mencionar algunos.

“Desde 2006 se empezó un catálogo; Fermín Campos lo hizo y empezamos a trabajar las marcas que existen en los libros de la Biblioteca Lafragua de la BUAP, después nos dimos cuenta de que el catalogo tenía errores, es decir, tenía que actualizarse y agrandarse. Así inició este proyecto que es único en el mundo”, comenta Mercedes Salomón de la BUAP.

El marcaje de libros, añade la especialista, se ha detectado en España e Italia, específicamente en ciudades que tienen que ver con el dominio español, como fue el caso de la Nueva España; sin embargo, se desconoce dónde nació exactamente la tradición de las marcas de fuego en obras impresas.

¿Qué libros se marcaban?

—Casi todos los ejemplares eran marcados, pues durante la época novohispana el papel y los libros provenían de Europa, su adquisición era muy cara, y el hecho de que desapareciera un libro de la biblioteca era costoso para los conventos. Fue un tipo de marcaje que se empezó a hacer, porque en un principio hacían anotaciones escritas llamadas ex libris, por ejemplo, anotaban con tinta generalmente en la portada del libro “Esto es del convento de...”, pero al arrancar la hoja, se perdía la marca de propiedad, por lo que se optó en poner una marca de fuego, que es más difícil de quitar.

Sobre los estampados de los sellos, la especialista destaca que prácticamente eran emblemas o escudos que representan a cada orden religiosa: carmelitas, jesuitas, dominicos, agustinos, betlemitas y franciscanos, aunque en menor número también había de institutos y colegios particulares.

¿Cuándo se comenzaron a hacer marcas de fuego en México?

—No tenemos idea, una vez intentamos analizar un libro con marcas de fuego en el Instituto de Física de la UNAM, pero no hay manera de datarlo porque lo que te queda es un residuo de carbón y eso no da información de datación; calculamos que debió haber sido a finales del XVI principios del XVII, pero la última marca de fuego de la que tenemos noticia es de mediados del siglo XIX en Oaxaca, en el catálogo está dentro de la Colección de Institutos y corresponde al Instituto del Estado de Oaxaca.

Las marcas de fuego, señala Mercedes Salomón, se hacían con un fierro a una temperatura especial, porque si el calor era demasiado el sello puesto en el canto del libro podría no ser nítido, lo cual habla de una gran habilidad de quienes hacían el marcado. Ahora bien, no todos los libros marcados de las bibliotecas conventuales de la Nueva España permanecen en el país, por ello investigadores se dan a la tarea de rastrear su destino.

“Por ejemplo, del Convento de San Francisco de México, sabemos que hay tres ejemplares en Cuba. También tenemos contacto en Filadelfia, ciudad estadunidense, con un coleccionista y vendedor de libros antiguos, quien nos avisa cuando un libro tiene marca de fuego y notifica dónde vendió el ejemplar, luego asentamos el registro en nuestro catálogo electrónico”, precisó Salomón.

En el Catálogo Colectivo Marcas de Fuego, participan las siguientes bibliotecas institucionales: El Colegio de Historia de Tlaxcala, Museo de Santa Mónica de Puebla, Francisco de Burgoa en Oaxaca, Elías Amador Garay de Zacatecas, Palafoxiana, Colegio Preparatorio de Xalapa, Museo Franz Mayer, Compañía de Jesús Eusebio Francisco Kino, Seminario Guadalupano Josefino de San Luis Potosí y Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo.

En cuanto a las bibliotecas extranjeras, colaboran: Biblioteca de Reserva de la Universidad de Barcelona, Colección de libros raros Thomas Fisher de la Universidad de Toronto, Colecciones especiales de la Universidad de Princeton y Cushing Memorial Library and Archives de la Universidad de Texas.

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