
“En abril de 1974 presentamos nuestra idea para el nuevo edificio del Pedregal. El Colegio ocupaba un edificio de nueve pisos en la calle de Guanajuato y estaba de moda hacer torres, propusimos un edificio de cuatro niveles, un espacio que crea encuentros y hace comunidad. Ganamos. En junio de 1974 presentamos un anteproyecto con más detalle de organización espacial”, fue parte del discurso que Teodoro González de León (1926-2016) dejó inconcluso para conmemorar el 40 aniversario del edificio de El Colegio de México, una de sus creaciones.
El fragmento fue leído por el arquitecto Felipe Leal, a petición de Berenice González, hija del arquitecto, quien dijo: “En general escribía de un tirón, cuando ya tenía perfectamente claro lo que iba a decir, lo pasaba en limpio para revisarlo tantas veces como fuera necesario. El 15 de septiembre regresó a casa a cenar y a pasar una velada más con su amada Eugenia, tenía la intención de terminarlo en la comodidad de su despacho”.
Durante la conmemoración del recinto, también estuvo el secretario de Cultura federal, Rafael Tovar y de Teresa, quien remarcó la importancia de Teodoro González de León en la vida cultural del país: “Teodoro irrumpió en los años 50 del siglo pasado cuando participó en el proyecto de Ciudad Universitaria y de ahí se convirtió en una referencia. A partir de entonces formó una amistad y sociedad con Abraham Zabludovsky, con quien hizo construcciones emblemáticas de la Ciudad de México”.
Rafael Tovar y de Teresa describió al arquitecto como un hombre muy culto que siempre plasmaba en sus creaciones todo su bagaje cultural: “Era un hombre de una curiosidad fenomenal, un hombre de una cultura plena, de tal forma que él plasmaba en sus construcciones sus miles de lecturas, sus escuchas musicales, sus viajes, su conocimiento profundo en las artes visuales”.
“Aún dentro del rápido y caótico proceso de urbanización que se dio después entre el Periférico y el Ajusco, el conjunto arquitectónico no pasa inadvertido como muestra ideal de un paisaje urbano con rasgos propios de la cultura mexicana y que logra mezclarse de manera armónica con la naturaleza volcánica de la zona”, comentó.
Por su estructura, el Colegio de México cuenta con una explanada que sirve como punto de reunión entre el cuerpo docente y el alumnado: “En una época en que es fácil orientar nuestra actividad física a los espacios virtuales, el patio parece casi muestra de rebeldía en la medida en que nos obliga a seguir intercambiando, discutiendo, conviviendo. Es un mensaje poderoso porque recrea una idea original de que la actividad académica se nutre de esos intercambios”, apuntó Silvia Giorguli.
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