
En una de las partes del concierto ofrecido la noche de ayer en el Auditorio Nacional, el cantante de salsa Gilberto Santa Rosa contó la historia de un niño que a los seis años estaba enamorado de una niña que no le hacía caso, dijo que para tratar de enamorarla se aprendió una canción y se la dedicó, “ella siguió sin hacerle caso, pero lo que no sabía es que ya le había regalado una carrera a ese niño”. Se trataba de él mismo, quien dice que desde esa edad encontró su pasión por la música.
Él ahora tiene 55 años de edad, es conocido en la escena tropical como El Caballero de la Salsa y eligió el Coloso de Reforma para ser uno de los escenarios en los que celebra 40 años de carrera, cuyo festejo comenzó en septiembre del año pasado. Un video con algunos momentos y halagos a su carrera mientras sonaron los tambores y las trompetas festivas de “Déjate querer”, marcaron el inicio de una deliciosa velada.
Desde el inicio el muestra soltura y baila con su orquesta. Se pasea al ritmo de su música con elegancia y alegría, y baila. Sobre todo baila a diferencia de otros cantantes “consagrados” de la salsa. A través del micrófono su voz presume potencia pues se hace notar con fuerza cuando apenas se nota algún esfuerzo. Gilberto se celebra cantando.
Seguro que aquel niño de seis años, que después afinó su talento en la Escuela Libre de Música de San Juan, Puerto Rico, sigue sintiendo la música medio siglo después de la misma forma en la que encontró la magia de la música en los programas de televisión en los que se presentaba el Gran Combo.
En medio de esa gran festividad podría sentirse cierta incomodidad en algunos sectores del escenario por culpa de aquellos fanáticos que en lugar de bailar o mover el cuerpo al son delos timbales, preferían usar ver el concierto a través de su celular, entre sus fotos o videos. No obstante, por fortuna no faltaron los locos que guardaron respeto a la música de Santa Rosa en los pasillos con vueltas y pasos de baile en “Vino tinto”, ese sensual tema de su disco Perspectiva (1991).
Sin parar la música El Caballero de la Salsa hizo su primer gran gesto de nobleza y recordó al fallecido Polo Montañez, con la interpretación de su tema “Un montón de estrellas”, que reversionó en el 2002 en su álbum Viceversa. Con ella llegó el primer gran coro de la noche y a aquellos osados locos de los que hablamos hace un momento ya se habían sumado otro par de parejas más.
“Para mí es un honor estar en el este escenario donde se han presentado tan importantes cantantes nacionales e internacionales. Son 40 años de cantarle al amor, al desamor… y al desamor… y al desamor… porque sin duda a los latinos nos encanta sufrir por amor, es un fenómeno muy raro, pero son las canciones que más nos gustan”, así saludó Santa Rosa a los suyos y lo demostraría más adelante. En ese momento apostó por un tema mucho más positivo como “Yo no te pido” sobre los acuerdos amorosos.
Durante su discurso de bienvenida Santa Rosa recordó que la primera ocasión que visitó México fue en 1988, y que desde entonces ha cumplido su palabra de venir al país cuando menos una vez al año. No pudo haber mejor comentario para presentar su emblemático tema “Derroche”, original de Manuel Jiménez, pues decía que era una canción “para las noches perfectas”; el resultado fue multiplicar al doble la cantidad de parejas en los pasillos, y así se fueron sumando más con más temas guapachosos como “El amor de los amores”.
“El bolero es mi primer amor, porque me dio la carrera del canto, y el bolero sigue siendo el mensajero del amor, está canción que interpretaré fue de Gustavo Marqués de la novela El Clon, más adelante alguien la eligió para la telenovela mexicana Mirada de Mujer y hoy se las dedico”, así presentó “Mentira”, el cual brilló especialmente por el timbre de su voz y la atmósfera romántica en la que encerró al Coloso de Reforma.
Luego Gilberto Santa Rosa dio una serie de gestos de sencillez más. Cedió el micrófono a algunos invitados especiales, y se colocó en los timbales para darles protagonismo; los primeros fueron algunos integrantes de la Internacional Sonora Santanera, la cual recordó al fundador, Carlos Colorado, a través del tema “A muchos años”.
De regreso al escenario doblegó a los más duros con uno de sus temas clásicos. El público se emocionó con las primeras notas de “Sin voluntad” y para cuando Santa Rosa cantaba el coro (“más de este amor que me da vida; más de esa luz de tu mirar, razones hay de más para alejarme, pero en verdad me falta voluntad”, dice la hermosa canción) el ritmo de esos primeros locos ya se había propagado por los otros pasillos.
“Hoy cuando escucho por error una voz como su voz, siento un nudo en la garganta que me parte el alma en dos”, cantaron los más fanáticos ese fragmento de su tema “Mal herido”, y luego mientras sonaba “Me volvieron a hablar de ella”, algunas mujeres preferían bailar entre ellas ante la ausencia de caballeros que saltaran a los pasillos, por eso se vio con singular admiración aquel hombre que se levantó de su lugar al centro del Auditorio solo para bailar con una chica de vestido. Para cuando cantó “Almas gemelas” el ambiente festivo ya había quitado la pena a la mayoría del Auditorio, que al menos bailaba en sus lugares.
La segunda sorpresa de la noche fue cuando invitó a su amiga, Margarita Gaviria: “hoy tengo la dicha de invitarla, nació en Colombia pero ustedes se quedaron con ella y la hicieron Diosa”, señaló y enseguida cantaron a dueto los temas “Compadre Ramón”, “La Piragua” y “Amor de mis amores”. Ella se mostró un tanto nerviosa y al final de su última participación dejó en el escenario al festejado.
El momento de demostrar que a los latinos les gustan las canciones tristes llegó cuando se escuchó “La consciencia”, también de su aclamado disco Perspectiva (1991): “La consciencia me frena cuando la voy a querer, y el corazón me empuja hasta el infierno, al abismo, de tus besos”, dice la canción que fue de las más coreadas de la noche. Mientras que la que robó el aliento fue “La soledad”, ese enigmático tema escrito por Víctor Manuelle para Gilberto Santa Rosa, que derrocha poesía.
Sin duda, el invitado más sorprendente fue Luis Enrique, el salsero nicaragüense que apareció para dar vida primero a “Tú no le amas, le temes” y luego su popular “Yo no sé mañana”, con dedicatoria especial a los estudiantes de su país que han sido asesinados.
Así llegó Gilberto Santa Rosa a la recta final de su presentación. Los últimos temas fueron los más disfrutados. La gente no cantaba, gritaba sus temas. Primero la bella y dramática canción de “Vivir sin ella”, que llevó al límite el poder de la nostalgia; luego se pasó al extremo festivo con “Conteo regresivo”, que mezcló con ese éxito de ritmo urbano que fue “Lo grande que es perdonar”.
“Perdóname” regresó al modo romántico, emotivo y bailable; la demostración impresionante de gran voz se dio especialmente con “Que alguien me diga” y el broche de oro se dio con sabor, al ritmo de “La agarro bajando”.
havh
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