
“Recordar es, sobre todo, un acto creativo.
Al relatar, la gente crea, redacta su vida”.
Aleksiévich
Hace unos meses decidí unirme a un reto: leer durante un año sólo libros escritos por mujeres. No lo he cumplido. No porque sea difícil. Hay mucha literatura valiosa escrita por mujeres. Empero, a veces se cruzan en mi camino algunos autores que roban mi atención.
El reto me sirvió para conocer a grandes autoras. En estos meses leí a Marguerite Yourcenar, Elena Garro, Sara Mesa, Alice Munro, y sobre todo a Svetlana Aleksiévich. La ganadora del Premio Nobel 2015 me transformó a través de Voces de Chernóbil y La guerra no tiene rostro de mujer.
Aleksiévich capta la vida cotidiana del alma. Logra dar voz a las personas. Su recurso, al menos en estos dos libros, es el monólogo. La novelista y periodista se ha llamado a sí misma “una gran oreja”, y lo es.
La explosión nuclear en Chernóbil, ocurrido hace 30 años en la ex Unión Soviética, es una de las peores catástrofes ambientales que ha provocado la humanidad. Sus consecuencias no desaparecerán hasta dentro de 100 mil años o más.
Hay miles de páginas escritas alrededor de Chernóbil, ante ello, Aleksiévich optó por la visión de los vencidos. Aquellos que sufrieron de forma directa las repercusiones del accidente. Los que perdieron a sus seres queridos, sus casas, sus vidas, sus sueños.
Dentro de sus páginas, la misma Aleksiévich reconoce otra guerra. Una guerra femenina que “tiene sus colores, sus olores, su iluminación y su espacio. Tiene sus propias palabras. En esta guerra no hay héroes ni hazañas increíbles, tan solo hay seres humanos involucrados en una tarea inhumana… Y sufren en silencio, lo cual es aún más terrible”.
En este libro, Aleksiévich muestra que los humanos al recordar, al hablar, son los que redactan su vida. Ella se mantiene alerta, en guardia para captar la esencia del relato. Las personas tienen diferentes historias para un mismo hecho. La verdad personal y la verdad colectiva. “Me topé a menudo con estas dos verdades conviviendo en la misma persona: la verdad personal, confinada a la clandestinidad, y la verdad colectiva, empapada del espíritu del tiempo”.
Leer a Svetlana Aleksiévich no es fácil. Se lee todo el tiempo con un nudo en la garganta, con miles de preguntas en la cabeza y con emociones encontradas. Y sobre todo, se lee sabiendo que lo que escribe no es ficción. Eso es lo más duro, brutal y estremecedor.
La primera periodista en ganar un Premio Nobel demuestra su valentía y fortaleza con sus textos. Gracias, Svetlana Aleksiévich, por recordarme que lo importante son las historias del alma, las personas.
@wendygarridog
wengarrido@gmail.com
Copyright © 2016 La Crónica de Hoy .