
Joaquín Mortiz fue una de las editoriales más importantes del país durante los años 60, 70 y 80 del siglo pasado. Bajo ese sello se publicaron obras clásicas como La feria, de Juan José Arreola; Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia y Oficio de tinieblas, de Rosario Castellanos; además muchos proyectos vieron por primera vez la luz on ella; fue el caso de la traducción al español de El tambor de hojalata, del alemán Günter Grass.
El creador de esta editorial vital para la literatura hispanoamericana fue Joaquín Díez-Canedo (Madrid, 1917-México, 1999) cuyo pasado se explica a partir del exilio español de 1939 en México.
A 80 años de que miles de españoles salieran de su país rumbo a México por causa de la dictadura de Francisco Franco, Crónica recuerda —a partir de hoy y en las siguientes cuatro ediciones—, testimonios de exiliados aún vigentes en la cultura nacional.
Iniciamos con una entrevista a Aurora Díez-Canedo, investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), hija del editor Joaquín Díez-Canedo y nieta de Enrique Díez-Canedo (España, 1879-México, 1944).
“Mi abuelo llegó antes que mi papá, llegó en octubre de 1938, salió de España gracias a que recibió una invitación directa de Daniel Cosío Villegas para fundar la Casa de España en México y recibir a intelectuales españoles que saldrían por la Guerra Civil”, narra la investigadora de la UNAM.
Su abuelo ya no regresó a Madrid donde tenía su casa, él estaba viviendo en Barcelona en un hotel con otros intelectuales, fue a Francia porque ahí estaba su esposa y después, ambos embarcan para llegar a México.
Meses después, a principios de 1939, apareció uno de los primeros libros de la Casa de España en México: El teatro y sus enemigos, de Enrique Díez-Canedo, una compilación de las conferencias que dio en el Palacio Bellas Artes.
— ¿Hay reediciones de ese libro?
— Se publicó después en España con un extenso estudio, también en Argentina y recientemente salió una edición en Extremadura, lugar de donde era mi abuelo, el profesor Gregorio Torres Nebrera hizo un estudio para esa edición.
“Mi papá se quedó en España, le tocó el final de la Guerra Civil y no pudo salir hasta fines de agosto de 1940. Llegó y se inscribió en la Facultad de Filosofía y Letras. Empezó a hacer traducciones y freelance, hasta que trabajó en el Fondo de Cultura Económica (FCE) de 1942 a 1961”, comenta Aurora Díez-Canedo.
En el FCE Joaquín Díez-Canedo trató con muchos autores a quienes les comunicó las ideas sobre las colecciones que quería crear. Esos planes se concretaron en 1962 cuando nació la editorial Joaquín Mortiz, S.A. de C.V.
Las colecciones que reunió, fueron: Novelistas Contemporáneos, con 41 títulos; Nueva Narrativa Hispánica, 86 títulos; Serie del Volador (serie de bolsillo), 145 títulos; Las Dos Orillas, colección de poesía con 51 títulos; Confrontaciones, 20 títulos; y Cuadernos de Joaquín Mortiz, 57 títulos.
Los primeros títulos que publicó el sello fueron: Las tierras flacas, de Agustín Yáñez; La compasión divina, de Jean Cau y Oficio de tinieblas, de Rosario Castellanos. Al año siguiente, se imprimieron Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro, Campo del moro de Max Aub y El tambor de hojalata de Günter Grass.
— ¿La Serie del Volador fueron los primeros libros de bolsillo en México?
— No sé si los primeros, pero la idea de mi padre era: ¿cómo hacer una colección de libros accesibles para todos los lectores?, en especial para los jóvenes, y que tuvieran literatura de calidad. En esa colección se publicó a Ezra Pound y a André Bretón.
— ¿Vicente Rojo diseñó esa serie?
— Hizo varios de los voladores. Hizo la portada de La feria, de Juan José Arreola. También diseñó unos asteriscos que separaban a los relatos. Eran portadas con dos tintas, negra y otra tinta de color; eran diseños sencillos, llamativos y muy artísticos.
La investigadora de la UNAM recuerda que a su padre también le gustaba diseñar. “Diagramaba la portada, le gustaba mucho la tipografía. Trabajó con diseñadores como Vicente Rojo y Rafael López Castro quien hizo los libros de Confrontaciones y Cuadernos”.
Para 1980, detalla Aurora, el catálogo de Mortiz sumaba más de 500 libros de primeras ediciones, es decir, no reimpresiones, de las cuales más de 50 eran traducciones entre las que destacan la poesía de Apollinaire, los Cantares de Ezra Pound; tres libros de Gunther Grass, traducciones como Nadja de André Breton; de autores como Samuel Beckett, Saúl Bellow, William Styron, Susan Sontag, Herbert Marcuse, y las memorias de Ilya Ehrenburg.
— ¿Su papá empleó a españoles exiliados?
— Desde los inicios trabajó con un primo, Bernardo Giner de los Ríos. La editorial era chica, se hacía todo el trabajo por fuera y había mucha gente dedicada a la corrección, a traducciones…varios sí eran gente del exilio.
“Mi padre nunca tuvo una imprenta, trabajaba con las ya establecidas. Fue mucho a una de un refugiado español: Elicio Muñoz Galache. Eran imprentas de linotipo que estaban en la colonia Doctores, Ciudad de México. También trabajó con la traductora exiliada Francisca Perujo”, detalla.
Aurora Díez-Canedo platica que dos primeros autores que publicó su padre fueron: Günter Grass (Alemania, 1927-2015), Premio Nobel de Literatura 1999, y a Juan Goytisolo (España, 1931-Marruecos, 2017), Premio Cervantes 2014.
“Mi padre publicó a Goytisolo porque en España no se podía y una cosa que pocos recuerdan es que aquí se hizo la primera edición y traducción de El tambor de hojalata y El gato y el ratón, de Günter Grass. La traducción al español la hizo el catalán Carlos Gerhard y después la publicaron en España, la editorial Círculo de lectores, luego no sé si se haya hecho otra”, destaca.
— ¿Existen cartas de su padre?
— El archivo Joaquín Mortiz, en donde mi papá conservaba todas las cartas junto con los expedientes de cada autor, los contratos y la historia de la edición de todos los libros, estuvo mucho tiempo en una bodega que tenía la editorial Planeta, después cuando tratamos de rescatarlo resultó que Planeta se cambió a un edificio sin espacio para bodega, entonces mandaron todo a una bodega externa y finalmente se deshicieron del archivo.
“Mi padre sólo pudo quedarse con algunas cartas que a él le interesaban personalmente, por ejemplo, se conservan correspondencia con Octavio Paz, Jorge Ibargüengoitia y Carlos Fuentes”, responde.
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