Opinión

La consumación de la Independencia: otros datos

La consumación de la Independencia: otros datos

La consumación de la Independencia: otros datos

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Lunes y martes de esta semana, es decir, el 27 y 28 de septiembre, conmemoramos los 200 años de la Consumación de la Independencia. El 27 porque fue la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México; el 28 porque fue el día en que se firmó el Acta de Independencia. Motivos, suficientes de celebración. No obstante, a muchos se les olvidó un hecho fundamental: el 27 de septiembre de 1821 a la ciudad de México no sólo entró el Ejército Trigarante encabezado por Agustín de Iturbide sino también el Ejército Insurgente encabezado por Vicente Guerrero. A esto hay que agregar una anécdota menos importante, pero digna de ser contada: Iturbide detuvo el paso de la tropa para saludar a Doña Ignacia Rodríguez de Velasco, más conocida como “La Güera Rodríguez” con la que Iturbide, se dice, sostuvo un amorío.

La llamada “Consumación de la Independencia” fue posible, entre otras cosas, gracias al “Abrazo de Acatempan”, o sea, la reconciliación entre Agustín de Iturbide, comandante en jefe del ejército español en el sur de la Nueva España, y Vicente Guerrero, jefe del ejército insurgente. Este hecho ocurrió el 10 de febrero de 1821.

Política y militarmente fue una decisión inteligente: se había creado, lo que Antonio Gramsci (1891-1937) llamó, un “equilibrio catastrófico”: nadie podía vencer. Entonces aplicaron el antiguo adagio: “si no puedes con tu enemigo, únete a él.” Ambos bandos se unieron para obtener la independencia.

Primero se firmó el Tratado de Iguala y luego el Tratado de Córdoba, el 24 de agosto de 1821, documento en el cual se reconoció que los antiguos territorios pertenecientes a la Corona española darían paso a una nueva nación soberana e independiente, el “Imperio Mexicano”.

Punto importante: el nuevo imperio mexicano fue ofrecido a Fernando VII o a algún familiar. La habilidad de Iturbide consistió en introducir un fragmento que no se encontraba en el Tratado de Iguala: en caso de que ninguno de los miembros de la familia real aceptase el trono mexicano, las propias Cortes imperiales de México lo designarían.

Mientras se definían las cosas, al firmarse el Acta de Independencia por parte de la Junta Soberana, Agustín de Iturbide fue elegido como Presidente de la Junta Provisional Gubernativa.

Pero, hubo un problema: O’Donojú no tenía facultades para renunciar al dominio español. Una vez firmado el Tratado de Córdoba, lo envió a Francisco Novella quien se desempeñaba como jefe de gobierno y Capitán General de la Nueva España. Éste convocó a una junta a la que asistieron miembros de la diputación provincial, del ayuntamiento, del clero y los altos mandos militares. Concluyeron que el documento debía ser ratificado por el gobierno español. Las Cortes españolas rechazaron el Tratado de Córdoba y, en consecuencia, la independencia de México. Esta determinación se publicó en la Gaceta de Madrid los días 13 y 14 de febrero de 1822.

El 19 de marzo de 1823, Agustín de Iturbide abdicó tras la revolución del Plan de Casa Mata, proclama emitida por Antonio López de Santa Anna, el 1 de febrero de 1823 con el fin de abolir el sistema de gobierno monárquico.

Se creó el Supremo Poder Ejecutivo de la Nación Mexicana, formalizado por el Congreso Constituyente de 1823. Ese órgano estuvo compuesto por un triunvirato: Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y Pedro Celestino Negrete. Mientras tanto se elaboró la Constitución de 1824 que creó una república representativa y federal. El primer presidente de la república fue Guadalupe Victoria.

Tuvieron que pasar 15 años para que España reconociera oficialmente la independencia de México a través del Tratado de Santa María Calatrava. Con base en este documento la monarquía hispana renunciaba a cualquier tipo de interés o injerencia directa en el territorio nacional. El de Calatrava fue un tratado de paz y amistad firmado por ambos gobiernos, el 28 de diciembre de 1836. Se establecieron relaciones diplomáticas bilaterales.

El primer embajador plenipotenciario de España en México fue el Marqués Ángel Calderón de la Barca, quien llegó junto con su esposa, la escocesa Frances Erskine Inglis, Marquesa Calderón de la Barca, a Veracruz el 18 de diciembre de 1839 y permanecieron dos años y veintiún días en el país.

La presencia de la pareja Calderón de la Barca en nuestro país quedó plasmada en el libro La vida en México (Porrúa, 2017) escrito por Madame Calderón de la Barca. Es la recopilación de una copiosa serie de cartas que ella envió a sus familiares asentados en Boston.

En una carta fechada el 28 de diciembre de 1839 y que se titula “Día de la memorable serenata” (la bienvenida al embajador y su esposa) Frances Erskine Inglis dice que estaba en su casa con unos amigos cuando oyó el alboroto de una enorme multitud que se congregaba frente a la puerta y el ruido de los coches que se acercaban; llegaron portando antorchas una tropa de soldados mexicanos, así como una profusión de músicos. Comenzaron a tocar y a cantar: “Calderón me hizo dar las gracias desde la ventana ¡en un magnífico español improvisado! Se oyeron gritos de ‘¡Viva España!’ ‘¡Viva Isabel II!’ ‘¡Viva el Ministro de España!’. Grandes y continuas aclamaciones. Calderón contestó con ‘¡Viva la República Mexicana!’ ‘¡Viva Bustamante!’ y la gritería fue tremenda. Por último, un andaluz que se encontraba entre la multitud lanzó un ‘¡Viva todo el mundo!’, cuya agudeza provocó la hilaridad general.” (pp. 48-49)

Fue el reencuentro de dos naciones íntimamente vinculadas. No hubo rencores, reproches ni reclamos, como tampoco los debe haber 200 años después.

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