
Se terminaba marzo de 1912. El presidente Madero apenas llevaba un trimestre despachando como mandatario y no las tenía todas consigo, a pesar de su claro triunfo electoral. En el norte, el movimiento de Pascual Orozco estaba lejos de debilitarse, y en el cercano Morelos, los zapatistas le habían propinado, como regalo de fin de año, el Plan de Ayala, decepcionados porque el coahuilense no estaba dispuesto a resolver, en el aquí y el ahora, todas sus demandas acerca de la restitución de las tierras de los campesinos. Peor aún, el Plan de Ayala desconocía a don Francisco como titular de la Presidencia.
Ese fue el contexto en el que Francisco Madero se reunió con los directores de algunos de los periódicos más importantes de México: El Imparcial, El País, El Diario, El Heraldo de México, La Prensa. Aunque son nombres de periódicos que nos podrán sonar familiares, no son los mismos que conocimos en la segunda mitad del siglo XX. En esto, que podría llamarse una insólita “rueda de prensa”, pretendía el Presidente apelar a la caballerosidad de los periodistas para que hicieran gala de su ética profesional y no distorsionaran la información acerca de la situación nacional. Si alguna vez ha tenido algún rasgo de sustento la expresión “los medios tienen la culpa”, bien pudo haber sido aquella primavera de 1912.
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