
Fátima López (CDMX, 1981) es una joven escritora mexicana quien piensa que la poesía es un flujo de asombros que existe no sólo en la literatura, sino en otras disciplinas artísticas. Fátima combina su trabajo de escritura de poemas con su quehacer escénico, en donde el cuerpo y la palabra son piezas fundamentales para trazar un camino poético de ida y vuelta. Sobre este trazo multidisciplinario conversamos con ella:
— ¿Cuál es la línea temática de los poemas que has publicado en antologías?
— Una de mis preguntas centrales tiene que ver con el placer, y así llegué a la palabra exacta que es el “embeleso”, que lo había abordado como eros, como fuerza de vida, como asombro, como placer, pero hace poco danzando, la danza como vaso comunicante de lo poético, bailando encontré que este tema, y ahora sé que la estructura del libro de poesía que estoy trabajando tiene una trayectoria que va del embeleso a la trascendencia.
— ¿Y esa trascendencia tiene que ver con tu definición de poesía?
— Sí, es que pienso en la definición de poesía de José Gorostiza, quien decía que ésta es la investigación de ciertas esencias que se manifiestan a través del lenguaje y así se pueden palpar esas esencias, y para mí va más allá del lenguaje, pues la poesía va más con esta idea de Jorge Eduardo Eielson de que existe poesía escrita, existe poesía visual, existe poesía sensorial, entonces para mí la poesía es más una vivencia que algo escritural. Y desde esa investigación busca el asombro y el encuentro con el otro y los otros elementos del mundo que nos tocan algún proceso interior.
— En ese sentido, esta idea, ¿cómo se relaciona con los poemas que has publicado?
Uno de mis poemas publicados está en la antología Poesía de siguiente orgasmo que publicó Aparicio Editores, la compiladora fue Mónica Soto Icaza, y mi poema es erótico se llama “Gemido” y tiene un ritmo entrecortado, de un jadeo. El tema es corporal y el poema debe pasar por el cuerpo, y como yo trabajo también con las artes escénicas, entonces me ha pasado que hay problemas escriturales-poéticos que no puedo resolver con el lenguaje, y la respuesta me viene danzando. Para mí son vasos comunicantes, la danza y la poesía, donde se da un paso directo de un lado a otro.
Mi otro poema salió en un libro que se llama A las faldas del Tepozteco, editado por Antonio Calera en Mantarraya Ediciones. Este libro nació del Festival Transverso que organizamos, el año pasado en Tepoztlán, entre Carlos Kubli, Antonio Calera y yo. Entre los poetas que fueron al Festival puedo mencionar a Héctor Iván González, Zel Cabrera, Luis Bugarini, Ingrid Valencia, Gerardo Grande, Martha Mega, Ricardo Suasnavar. Pero el poema de mi autoría que aparece en esta antología se llama “Desaparecido”, donde pretendo ponerme en la voz de una de las madres de los 43 de Ayotzinapa. Cuando recién había ocurrido esto hubo muchas manifestaciones para denunciar e interpelar a las autoridades sobre lo que estaba pasando. Fue entonces cuando Calera organizó una lectura de poesía en la Glorieta de Citlaltépetl, en la colonia Condesa de la CDMX; este acto fue una manera de protesta, pues la poesía es un subgénero contestatario, y cuando me invitan a leer no quise llevar algo ya escrito, sino que escribí este poema pensando en las familias que se quedaron rotas, pues con esta guerra, las víctimas son los “sin nombre”.
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