
"Hay algo en Sitges curativo para aquellos que nos hemos sentido distintos. Es un refugio para los monstruitos”, expresó en una entrevista el cineasta español Paco Plaza para referirse al Festival de Cine de Sitges (Cataluña), que este año supera el medio siglo de historia como el encuentro fílmico por excelencia para el cine de terror, horror y fantasía.
Cuando nació estaban por cumplirse tres décadas de franquismo, así que la primera lucha de la criatura fue la censura que había por esa época, al grado que las películas llegaban mutiladas, tenían modificaciones del doblaje o simplemente las prohibían:
“La negociación se hizo con el entonces Ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, que tuvo bastantes recelos ante la propuesta. Primero, porque no quería que tuviera matiz político y porque, además, ya existía el Festival de San Sebastián. Al final, la solución fue centrarlo en un eje temático: el cine fantástico”, dijo Diego López, programador del festival y curador de la exposición El cinema és fantàstic, junto a Mónica García, subdirectora de la fundación y organización del Festival de Sitges, que se presentó recientemente en el Feratum Film Festival.
El encuentro fílmico comenzó como la I Semana Internacional de Cine Fantástico de Catalunya en 1968, en la cual los filmes incluían escenas de terror con sangre y un lenguaje altisonante, que llamó la atención de las autoridades: “Los censores tenían que autorizar la exhibición de las películas del festival”, indicó Mónica García. Al final, “Es una fantasía y el mensaje de denuncia se filtra en esos relatos, entonces los censores no lo vieron o lo pasaban porque no era tan evidente”, agregó.
Al principio, el Festival exhibía sobre todo producciones de cine fantástico de las llamadas series B con un fuerte protagonismo de los mitos clásicos. La primera proyección fue el 28 de septiembre de 1968 de la película Aelita, del ruso Yakov Protazanov, cortos de Méliès, además de Fritz Lang y Terence Fisher, ni qué decir de El baile de los vampiros de Roman Polanski; Terror en el espacio de Mario Bava, Alphaville, de Jean-Luc Godard, 2001: A Space Odyssey, de Stanley Kubrick y hasta El Ángel Exterminador (Buñuel no visto aún en España), que se pudieron ver en las primeras ediciones.
Los primeros años no lograron atraer a directores internacionales y Terence Fisher, uno de los directores de culto del género, no lo visitó hasta 1976, aunque antes había prometido ir en 1969 junto a Christopher Lee, así que los asistentes tuvieron que conformarse con el teórico y cineasta francés Alexandre Astruc.
Fue hasta los años 70 que el festival se fue convirtiendo en un punto de aficionados. Las crónicas de la época destacan que el terror, la violencia y la sangre se apoderaron de la programación. Se gestaba, así, una fama que aún perdura, la de Sitges como palacio de los acuchillados y degollados. Para 1971 se hizo un festival competitivo, y fue a través de sus presidentes de jurado que comenzaron los primeros invitados importantes como el cineasta Luis García Berlanga, Peter Fleischmann y Jean-Claude Carrière.
Con la muerte de Franco y el fin de la dictadura, Sitges, igual que tantos otros festivales españoles, fue notando progresivamente mayor libertad de proyección gracias a la desaparición de la censura franquista. En la edición del 1983, fue presidente del jurado el director ganador de un Óscar, Tony Bill. En la siguiente edición (1984), Bigas Luna formó parte del mismo y en 1985, Wes Craven, el director de Pesadilla en Elm Street.
Una época en la que Sitges fue testigo de los inicios de directores como Quentin Tarantino y que contó con la visita de nombres propios, como Anthoniy Perkins. El siguiente periodo, hasta 2000, con las direcciones de Àlex Gorina y Roc Villas, fue el de la eclosión con éxitos tan rotundos de la mano de Álex de la Iglesia con El día de la Bestia o Tesis, de Alejandro Amenábar.
Sitges es también la cuna de la década de oro del cine fantástico español con las cintas recién mencionadas y con la consolidación internacional a través de la saga [REC], dirigida entre 2007 y 2014 por Jaume Balagueró y/o Paco Plaza, y El orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007), que inaugura la edición.
La animación y lo fantástico, en Sitges, son un binomio indisoluble. Particularmente cuando, a principios de los años noventa, el festival pone en marcha la sección Anima’t, que ha llevado a Sitges a los mejores animadores de cada momento, como Jan Svankmajer, Hayao Miyazaki, Ian Mackinnon, Peter Saunders o el estudio Aardman Animations.
En 1987, el cine asiático se afianza en el festival con el premio a los mejores efectos especiales para A Chinese Ghost Story, de Ching Siu-tung, máximo exponente del nuevo cine de Hong Kong, y en 1999 El aro, de Hideo Nakata, conseguiría el galardón a la mejor película y a los mejores efectos especiales. Actualmente, el cine asiático representa cerca de la mitad de la programación del festival, certificando así la veneración del público por un atractivo y lejano imaginario.
El certamen también ha acogido al cineasta mexicano Guillermo del Toro desde que se estrenó Cronos (1993); pasando por el Premio Máquina del Tiempo y en el 2006 la cinta El laberinto del fauno se convirtió en la cinta inaugural con una inolvidable ovación.
Drácula,Terence Fisher (1958) The Evil Dead, de Sam Raimi (1981), El Exorcista, William Friedkin (1973), Hostel , de Eli Toth (2005), Reservoir Dogs, Quentin Tarantino (1992), Psycho III, Anthony Perkins (1986), Hostel, Eli Roth (2005), REC, Jaume Balagueró(2007), Mulholland Drive, David Lyinch (2001) o The Neon Demon, de Nicolas Winding (2016) son algunos de los filmes que han marcado historia en el festival.
“El cine de género arrasa en taquilla. El fantástico es el género más popular de la actualidad y el cine de terror ha salido del nicho”, dijo orgulloso Ángel Sala, el actual director del festival. “Representamos casi la mitad de la historia del cine, poniendo foco a un género que es muy querido”, concluyó Diego López.
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