Escenario

Murió Ettore Scola, el último ícono de la comedia italiana

El realizador falleció ayer en Roma, a los 84 años, después de estar en coma desde el pasado domingo Algunos de sus filmes más emblemáticos fueron Un día especial y La familia

El escritor colombiano Gabriel García Márquez
El escritor colombiano Gabriel García Márquez El escritor colombiano Gabriel García Márquez (La Crónica de Hoy)

Ettore Scola, director de clásicos como Feos, sucios y malos y Nos habíamos amado tanto, falleció este martes en Roma, a los 84 años. Así lo confirmó la prensa italiana, además de precisar que el cineasta se encontraba internado, en estado de coma, desde el pasado domingo.

El italiano se encontraba en el hospital el Policlínico de aquella ciudad, donde murió en el departamento de cardiocirugía, según informó la edición digital del Corriere della Sera.

Entre sus grandes obras se encuentran los clásicos del cine italiano que saltaron a la fama en todo el mundo en los años 70, como C’eravamo tanto amati (1974: Nos habíamos amado tanto), filme que encarna la típica comedia italiana, pero que también le rinde homenaje a otros géneros, con intérpretes eminentes como Vittorio Gassman -su actor fetiche-, Stefania Sandrelli y Nino Manfredi.

Entre su filmografía destaca también Una giornata particolare (1977: Un día particular), con Marcello Mastroianni y Sophia Loren, protagonistas de un amor imposible bajo la sombra del fascismo, y La famiglia (1987; La familia), retrato de una familia burguesa italiana a través del tiempo, de nuevo con los actores Gassman y Fanny Ardant.

Brutti, sporchi e cattivi, (1976; Feos, sucios y malos) fue otra película con la que hizo historia, y retrató con atroz realismo la periferia romana, obra con la que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes. En total compitió por este premio en ocho ocasiones en un certamen en el que también ganó a Mejor Guión en 1980 por La terraza.

Protagonista, primero como guionista y luego como director, de una de las mejores páginas del cine italiano, Scola había nacido en Trevico, provincia de Avellino, en el sur de Italia, el 10 de mayo de 1931.

Antes de entrar en el mundo del cine, estudio Derecho, sin embargo, también fue periodista y comenzó a colaborar con la revista de sátira Marc’Aurelio, donde conoció a personajes que luego también triunfarían en el séptimo arte, entre los cuales se encontraba Federico Fellini.

En los años cincuenta comenzó a colaborar con Age y Scarpelli, nombre artístico del dúo de guionistas formado por Agenore Incrocci y Furio Scarpelli, realizadores de cintas inolvidables como Un americano a Roma (1954), La grande guerra (1959) y Crimen (1960).

Su primera dirección fue en 1964 con Se permettete parliamo di donne (Si me lo permiten hablemos de mujeres), con Vittorio Gassman, Nino Manfredi y Marcello Mastroianni.

En los ochenta y noventa, asentado como cineasta de prestigio, siguió con su mirada a la historia y a Italia a través de personajes muy humanos y a menudo anónimos con: La terraza, Entre el amor y la muerte, La noche de Varennes, Macarroni, Splendor, ¿Qué hora es?, Mario, María y Mario, Historia de un pobre hombre y La cena.  

Su última película fue un documental dedicado a Fellini: Che strano chiamarsi Federico (Qué extraño llamarse Federico; 2013), para conmemorar el vigésimo aniversario de la muerte del director de grandes obras como Ocho y medio (1963). Scola repasaba la figura, desde la admiración, de quien consideraba su hermano mayor, Federico Fellini.

Scola estaba casado con la guionista y directora Gigliola Scola. Junto a sus dos hijas Paola y Silvia, había presentado en noviembre pasado en la Fiesta de Roma un  documental que contaba su vida y carrera, titulado Riendo y bromeando. Durante la presentación comentó que: “El cine es un trabajo duro pero, riendo y bromeando, se puede enviar algún mensajito, alguna postal con las observaciones sobre el mundo de uno. El cine es como un foco que ilumina las cosas de la vida”.

De la generación de creadores que catapultaron el cine italiano en la segunda mitad del siglo tan solo quedan vivos los hermanos Taviani.  A Scola le importaba, según confesaba, ser una buena persona, y por eso sus películas destilaban sencillez.

A lo largo de su carrera ganó ocho premios David di Donatello, que entrega la Academia de Cine Italiano, de los cuales tres de ellos fueron al Mejor Director. Además de que conquistó tres veces la Academia francesa al recibir tres premios a la Mejor Película Extranjera y aspiro en cuatro ocasiones al los Premios Oscar por Una giornata particolare (1978), I nuovi mostri -sólo realizó un episodio- (1979), Le Bal (1984), Pasión de amor (1981) y La famiglia (1988).

Un luto enorme para el cine y la cultura italiana, la muerte de Scola enseguida causó reacciones. “Participé en el filme La famiglia y fue una gran experiencia profesional y vital estar al lado de un hombre de grandísima inteligencia e ironía”, subrayó el productor y actor Andrea Occhipinti.

“Fue un maestro de increíble y aguda capacidad de lectura de Italia, de la sociedad y de sus cambios, del sentimiento del tiempo, una conciencia civil que deja un enorme vacío en la cultura italiana”, dijo el primer ministro del país, Matteo Renzi.

“Nos dejó Ettore Scola, un gran maestro, un hombre extraordinario, joven hasta el último día de su vida”, lamentó por su parte vía twitter Dario Franceschini, ministro de Bienes Culturales de Italia.

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