Escenario

“No existe control en Avándaro. Tambalea el evento automovilístico”: Así comenzó a perder la inocencia el rock

Especial. El festival más grande del rock no surgió de la mente de ningún rockero, sino del piloto de autos Eduardo López Negrete; Justino Compean, recién egresado de la Ibero en Administración de empresas y el productor Luis de Llano

(La Crónica de Hoy)

El fallecido Eduardo López Negrete, conocido cariñosamente como “El Negro”, era un piloto a quien sus amigos lo seguían en cada competencia. Regularmente llegaban un día antes de cada carrera con la finalidad de apartar los mejores lugares. Entre sus fieles compañeros de aventuras estaban su hermano Alfonso y Justino Compean, quien hoy en día es conocido por haber sido ex presidente de la Federación Mexicana de Fútbol.

Corría el año 1971. Compean, de 30 años, recién había terminado la carrera en Administración de Empresas en la Universidad Iberoamericana cuando en un desyuno “El Negro” le pidió ayuda para la reorganización del tradicional circuito de carreras de Avándaro, una prueba de rapidez en un espacio de 3 mil 300 metros, en la que años antes, en 1969, el piloto mexicano Moisés Solana Arciniega, había muerto de manera trágica. Justino accedió de inmediato.

Por tratarse de septiembre se dice que pensaron que fuera una “Noche Mexicana”, pero según Justino Compean esa versión fue mentira. Al salir del restaurante, Justino tenían claro que sería un evento de rock y tenía la encomienda de conseguir patrocinadores para el evento: “Si tú te encargas del rock, yo me encargo de los motores”, le dijo López Negrete a Justino Compean.

El tiempo parecía ser el indicado, México acababa de organizar las Olimpiadas de Verano en 1968 y el Mundial de México en 1970. Además, el reciente gobierno de Luis Echeverría mostró claras intenciones de abrirse a la juventud mexicana, tratando de restablecer la relación tras la matanza del 68 de Díaz Ordaz. Además la compañía Promotor Go S.A., encargada de las carreras, aprobó el concierto porque vieron el impacto que tuvo el Festival Woodstock en los Estados Unidos.

Sin pensarlo Justino contactó a Radio Juventud, habló con Don Julio Velarde, que era el director de ventas, y le propuso transmitir el concierto de Avándaro en vivo. Velarde aceptó a cambio de la posesión de los derechos de autor. En caso de éxito pensaban replicar el modelo de negocio en al menos cuatro carreras más durante el siguiente año, incluidas las de Guadalajara y Valsequillo, Puebla. La idea se iba materializando, pero faltaba lo más importante: las bandas de rock.

Justino se acercó a Luis de Llano, quien entonces tenía un programa de TV llamado Las Ondas de Woodstock. La intención era que Luis ayudara con la dirección de cámaras y edición de video del Festival.  Uno de los guionistas del programa era Armando Molina Solís, quien fue cantante del grupo La Máquina del Sonido, periodista, articulista, y tenía una agencia de representación de grupos de rock, junto con su socio Waldo Tena, “ArTe Producciones”.

En una junta Luis de Llano presentó a López Negrete y Justino Compean con Armando, a quien dieron la encomienda de contratar a Javier “El Brujo” Bátiz y al grupo tapatío La Revolución de Emiliano Zapata para que tocaran en el Festival, bajo mención de que tenían un presupuesto de 40 mil pesos.

Sin embargo, Molina no logró la encomienda de contratar a los artistas solicitados, sin embargo, con el compromiso encima les propuso incluir a las bandas que representaba con el mismo presupuesto incluidas Peace & Love y El Ritual. Más aún, una vez que comenzó la etapa promocional, varios grupos quisieron formar parte del evento y Armando los aceptó. Así se sumaron Epílogo, Bandido, Tequila, Tinta Blanca, Los Yaquis y Los Dug Dug’s. Esos 40 mil pesos se repartieron equitativamente entre las bandas participantes, que tenían la condición de tocar solo canciones originales, no covers.

Al planteárselo al resto de los organizadores les dijo “¿Y si mejor armamos una tocada de ocho bandas?”. Luis de Llano lo tachó de loco en un inicio pero Molina les dijo, “con esas bandas podemos armar un festival un día antes de las carreras que se llame Festival de Rock y Ruedas de Avándaro”. La idea tomó forma y armaron un modelo de negocio para el evento.

Los boletos del Festival se vendieron en la Agencia de Autos de la familia López Negrete en Reforma e Insurgentes, con un costo de 25 pesos. La promoción fue con Radio Juventud y por el programa de variedades Hoy Domingo, de Jacobo Zabludowsky. Al comenzar a promocionarse el Festival de Rock y Ruedas la exaltación entre los jóvenes fue abrumadora, y muy pronto se vendieron los 75 mil boletos que se tenían.

Mientras tanto, Justino Compeán logró el patrocinio de Coca Cola y negoció con Telesistema Mexicano la transmisión “en vivo” de la carrera y en las pausas, los momentos más importantes del Festival. Al final en vez de las dos propuestas iniciales de Batiz y La Revolución de Emiliano Zapata, se tuvieron 12 grupos para actuar desde la noche del sábado 11 hasta la mañana del 12 de septiembre.

El resto es historia que podrán apreciar en otros textos de esta serie de especiales. “No existe control en Avándaro. Tambalea el evento automovilístico”, fue el encabezado de una publicación matutina del diario Excelsior cuando las carreras quedaron eclipsadas por una respuesta masiva de más de 250 mil asistentes a Valle de Bravo.

“Nosotros sólo queríamos promocionar la carrera, pensamos como buenos chicos Ibero que sería un negocio redituable, pero todo se nos salió de las manos”, declaró Justino afirmando que fue obligado a salir del país cuando los medios de todo México empezaron a describir al concierto como una de las citas más hedonistas de la historia del país: “Desperté y en la primera plana de todos los periódicos estaba la desnudista de Avándaro con titulares referentes a la marihuana”, afirmó.

De acuerdo a uno de los organizadores, el productor Luis de Llano, “ese 11 y 12 de septiembre de 1971, en ese pueblito pintoresco, cerca de Valle de Bravo, la juventud y el rock perdieron la inocencia”, dijo a Crónica Escenario.

El encuentro musical fue un parteaguas social en la historia de la música en nuestro país: “Fue un suceso único, nunca habrá otro igual, pero no puedo negar que en ese momento fue inquietante. A principios de los 70 nos estábamos rebelando, estaban muy recientes los hechos de represión contra los jóvenes. Es por eso que aunque no exista en los libros de texto, Avándaro fue y seguirá siendo un fenómeno”, aseguró De Llano.

Aunque en sus planes Luis de Llano no considera hacer un libro con esas miles de historias que tiene guardadas sobre el festival, sí le dedicó en un libro un capítulo completo en el que cuenta algunas anécdotas que no eran muy conocidas sobre el encuentro, “era productor de un programa, La Onda de Woodstock, conducido por Jacobo Zabludovsky; me contactó Eduardo López Negrete y Justino Compeán ya que querían darle una atmósfera musical a una carrera de autos que realizarían, me pareció genial la idea y empezamos a trabajar, nunca imaginé que la carrera de autos no se realizaría y empezaría la leyenda de Avándaro”, dijo.

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