Cultura

Novela Antonio Ortuño el lacayismo aspiracional de la clase media mexicana

Entrevista. El escritor jalisciense habla de su reciente novela: Olinka, el reverso de la medalla de la utopía que imaginó el Dr. Atl, para hacer una ironía profundamente dolorosa “en la que nos hemos convertido en los enterradores no solamente de nuestros sueños, sino de los mexicanos del pasado”

El escritor argentino Pablo Ramos con su máquina de escribir.
El escritor argentino Pablo Ramos con su máquina de escribir. El escritor argentino Pablo Ramos con su máquina de escribir. (La Crónica de Hoy)

Olinka, la reciente novela de Antonio Ortuño, es una radiografía de la clase media mexicana, especialmente de Guadalajara, que muestra su “lacayismo aspiracional, fascinada por los ricos y dispuesta a cualquier cosa con tal de pensar que asciende socialmente, aunque en la realidad se está hundiendo”.

Esta narrativa también es el reverso de la medalla de esa utopía que tuvo Gerardo Murillo, Dr. Atl, para crear una ciudad: Olinka, donde vivieran científicos y artistas cuyo objetivo era mejorar el mundo. Ahora, Ortuño hace una ironía profundamente dolorosa “en la que nos hemos convertido en los enterradores no solamente de nuestros sueños, sino de los mexicanos del pasado”.

Su argumento es la esencia de la corrupción: el fraccionamiento residencial Olinka, en Guadalajara, es construido mediante el despojo de tierras a campesinos por parte de Carlos Flores, el empresario que busca crear un sitio exclusivo, pero queda a la mitad, porque es acusado de fraude y el protagonista de la novela, Aurelio Blanco, casado con Alicia - hija de Carlos- acepta la culpa y es encarcelado 15 años.

Con estos elementos Antonio Ortuño, quien vive actualmente en Alemania por una residencia artística, construye una narrativa sobre la clase media mexicana, la corrupción inmobiliaria donde participan autoridades y empresas, la gentrificación y la violencia e impunidad que persisten en el país con los asesinatos de varios campesinos.

En entrevista telefónica dese Berlín, el autor de El buscador de cabezas cuenta que la novela tiene un origen: la figura de Gerardo Murillo, el Dr. Atl. “Para mí que soy de Guadalajara, siempre ha sido fascinante. Es uno de los artistas más contradictorios, pero al mismo tiempo, más apasionantes del siglo XX mexicano”.

Desde hace tiempo, añade, tengo una fascinación de la idea utópica del Dr. Atl, aunque sería impensable algo así en la actualidad mexicana, porque se contrapone con un hecho doloroso: “Nos encontramos en el pozo de la gentrificación, de los desplazamientos de comunidades por la voracidad inmobiliaria, y entonces decidí jugar este albur y crear una irónica Olinka, construida como un fraccionamiento de lujo amurallado y producto de la corrupción.

—¿Olinka refleja el sometimiento del ser humano que lo lleva a la degradación?

—Aurelio Blanco es un personaje que tiene mucho que ver con ese lacayismo de la clase media mexicana aspiracional y fascinada por los ricos, que está dispuesta a cualquier cosa con tal de pensar que asciende socialmente, aunque en la realidad se está hundiendo.

—Antes la clase media era factor de cambio, ahora en tu novela es factor de servilismo.

—Porque siente que la única movilidad posible está en Twitter, pero en realidad es una clase despolitizada, individualista y ambiciosa, profundamente enamorada del éxito económico y no tiene problemas en entronizar narcos, políticos corruptos o empresarios tranzas con tal de sentir que va a salir del hoyo.

Creo que Aurelio Blanco, en ese sentido, es un personaje profundamente mexicano, profundamente identificado con esa mediocridad y egoísmo de la clase media.

—En la novela no hay arte ni cultura, sólo una clase media en busca del dinero.

—Fue una decisión consciente, porque tiene justo que ver con una larga observación de esta clase media mexicana y específicamente de Guadalajara, donde la cultura y el arte son equiparados al esnobismo. El que lee, el que va a una obra de teatro es visto como si se sintiera más que los otros. La mayor parte de la gente vive de espaldas al consumo cultural. La música es la que pasan en la radio o la que ponen en los antros. En realidad lo que hace sencillamente es el consumo del pop, algo muy alejado de la cultura, porque ésta es crítica. A estas alturas, creo que la única distinción que podemos hacer entre todas las expresiones que existen, que son infinitas, es que si son cultura, son críticas, porque el arte siempre entra en fricción con la sociedad en la que aparece. Mientras que el entretenimiento solamente sirve para acomodarse y seguir consumiendo en paz. Y justamente esta manía de la clase media y alta mexicana de dedicarse exclusivamente a ganar dinero, es un síntoma absoluto de cómo la cultura ocupa un espacio muy pequeño en la vida de la mayor parte de la gente en México.

Porque la clase media y alta, en otros países, son las que sostienen mucha actividades culturales mediante patronatos o patrocinios de empresas. En México todo eso está abandonado a los esfuerzos oficiales o a las universidades —el dinero público—, porque a muchos empresarios nada les importa la cultura, como tampoco a mucha gente. Eso me parece una característica que no podemos disociar de la crisis general de convivencia que tenemos.

—Olinka ya no es la utopía de Atl por un mundo mejor, ahora representa la desilusión en Guadalajara y en todo México.

—La utopía tiene mucha solera literaria desde Tomás Moro y sus ideas, las ciudades soñadas por los griegos y romanos. Es algo que tiene que ver con las ambiciones humanas y filosóficas de que las sociedades se superen, de que el ser humano evolucione más allá de lo que parece estamos destinados a dar. Pero el hecho es que la crisis mexicana me parece el horror al que nos hemos devenido y convierte en una especie de burla sangrienta todas las utopías. La realidad mexicana es una especie de aplanadora que se lleva todo por delante, inclusive, los proyectos más nobles.

Por esto, la novela es una ironía profundamente dolorosa, el reverso de lo que pretendía el Dr. Atl, en la que nos hemos convertido en los enterradores no solamente de nuestros sueños, sino de los mexicanos del pasado.

Copyright © 2019 La Crónica de Hoy .

Lo más relevante en México