
Las tendencias y etiquetas negativas que se usan en internet reflejan claramente la discriminación, el clasismo y el sexismo.
La imagen de una mujer semidesnuda o desnuda también funciona si sólo está en una pose sexual con ropa ajustada. De fondo, una casa de tabiques, paredes sin pintar, un colchón en el suelo, basura, varillas sueltas, láminas, cualquier elemento que refiera pobreza económica. Es suficiente para que aparezca en el timeline de las redes sociales bajo los hashtags Pobrezafilia, TanRicaYTanPobre y Putipobre.
En pocos minutos, una oleada de usuarios comienza a distribuirla, seguida de comentarios ofensivos. La imagen circula sin ningún control. Mujeres y hombres que no la conocen se burlan y la juzgan por mostrar su cuerpo, por ser pobre como millones de personas más.
La pobrezafilia rompió fronteras. Inició en México y se extendió por todo Latinoamérica. Hay cuentas específicas para almacenar y distribuir las imágenes. Otros perfiles comparten además el link de Facebook y los datos de las afectadas. Existe, incluso, el tuitero que presume de haber inventado el hashtag, lo pone en su biografía como distintivo.
Se distribuyen a través de etiquetas específicas. El material sexual termina en páginas pornográficas. Si la escenografía remite a un contexto de pobreza económica, termina en el timeline de #Pobrezafilia. Si es menor de edad, se agrega otro hashtag #LegalicenALasDe16.
Se viola la privacidad de la víctima, se juzga su cuerpo y su sentido común. Se culpa a la víctima. “¡Eso le pasa por puta!”. Porque al parecer una mujer es muy puta si se siente orgullosa de su cuerpo y lo muestra. La sociedad no ha avanzado en violencia de género. Internet, como espejo, lo refleja claramente. La red muestra lo mejor y peor de la sociedad.
La violencia de género es llevada a las tecnologías de la información. No se necesita ser brillante para distribuir información. Los ingenieros de Google, Facebook y Twitter pusieron en manos de idiotas grandes armas, las usan para la destrucción del otro sexo.
Exhibir o compartir imágenes sexuales de otra persona —sin su consentimiento— es atentar contra su estabilidad. Es ejercer violencia a otro. Toda violencia puede provocar daño psicológico, físico y social para sus víctimas. ¡No ejerzas violencia!
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