
Metáforas “alucinantes”, poemas, críticas de libros, bromas “muy inglesas e ironía a veces cruel” que los caracterizaban, son los elementos que se podrán encontrar en 600 Libros desde que te conocí, libro que aborda la relación epistolar entre Virginia Woolf y Lytton Strachey.
El libro, traducido por Socorro Giménez y publicado por Jus Ediciones, fue presentado por Teresa Dey y Cristina Liceaga, la tarde del viernes en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, en donde hablaron sobre los rasgos que encontraron al analizar el contenido de las cartas.
“Este libro cobija el intercambio epistolar entre Virginia Woolf y Lytton Strachey, sin censuras. Tenemos que entender que se trataba de la correspondencia activa de dos escritores, es decir, que al mismo tiempo cotilleaban, hacían un arte involuntario. Nada puede definir mejor este libro como la frase de Strachey: ‘La palabra de un escritor es como la sonrisa de un tigre’”, comentó Teresa Dey.
La también escritora indicó que algunas cartas ya se habían publicado; sin embargo, familiares de ambos escritores retiraron algunas de las cartas, con la intención de no herir la sensibilidad de ciertos creadores, de aquél momento, pues también se hicieron críticas a otros libros.
“Ahora, tenemos una nueva versión sin cortes, a través de una correspondencia verdaderamente íntima, en la que compartieron emociones, no sus calzones, aquello que sólo se le cuenta a un amigo entrañable. Creo que la única palabra que se menciona en relación a la sexualidad en todo el libro es la palabra semen, todo lo demás es bastante más íntimo, es decir, dolores, alegrías y, sobre todo, la admiración entre uno y otra”.
Al inicio de su partición, Teresa Dey señaló que hablar de Virginia Woolf requiere mucho tiempo, “basta con decir que es una de las escritoras más importantes del siglo XX”, pero habló sobre tres de sus obras, consideradas como las primordiales:
“La señora Dalloway, en la que juega con los tiempos y la locura de manera magistral; Las olas, donde hay seis monólogos enmarcados por un día en el mar, y El cuarto propio, donde habla sobre la inequidad entre hombres y mujeres, y dice que para ponernos a escribir, las mujeres, necesitamos un ingreso fijo y un cuarto propio, todos los días, quienes escribimos seguimos dándole la razón”.
Dey añadió que Woolf perteneció al grupo de Bloomsbury, que se caracterizó por romper con lo establecido desde el arte, por medio de la experimentación y así construir conocimiento, por lo que calificó como “un gran acierto”, la publicación del libro, obra que entre otras virtudes, tiene notas a pie de página, que “ponen en contexto todo el contenido. Las fotografías, algunas, son inéditas”.
La especialista consideró que el aporte con el que el lector se podrá quedar es con la “mala leche divertida” que compartieron ambos escritores.
“Había cosas tapadas, por lo que no podías darte cuenta de su malignidad por completo. Con estas cartas, incluso, te diviertes y se le quitan culpas a uno como escritor por hablar tan mal de los compañeros, o bien, admirar a unos y jugar con otros”.
En su oportunidad, Cristina Liceaga indicó que además de la admiración, compartían problemas como las enfermedades y un apoyo para progresar en sus producciones literarias. “Lo que se tiene que rescatar es la admiración mutua que se tenían, la necesidad del otro para crear, seguir adelante, publicar sus libros”, concluyó Liceaga.
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