Opinión

Recto para ser leal

Foto del expresidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez
Foto del expresidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez Foto del expresidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez (La Crónica de Hoy)

Si un hombre me pide lealtad, le daré honestidad.

Si un hombre me pide honestidad, le daré lealtad.

John Boyd Orr

Premio Nobel de la Paz

La única lealtad que alguien puede pedirnos es la que nos debemos a nosotros mismos, porque en esa medida podemos ser leales con otros. Cuando alguien a quien no le importa nuestro bienestar ni ve por nuestros intereses nos pide lealtad, lo que quiere es sumisión.

La lealtad requiere, pues, la complementación entre seres humanos, sustentada en la coherencia de cada uno con sus valores y principios, el amor a sí mismo y la confianza mutua.

Desde la lealtad todos somos iguales, sin importar las jerarquías, pues implica procurarse cuidados y respeto recíprocos; ser solidarios y honestos con nosotros mismos y con los demás.

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Cuando pasamos sobre nosotros mismos creyendo ser leales a alguien o a algo, lo que en realidad estamos haciendo es pedir desesperadamente amor, reconocimiento, aprecio, respeto, protección; en resumen, todo aquello que no nos estamos dando.  

La carencia es la madre de la exigencia. Cuando damos sin condición es porque tenemos tanto que no necesitamos recibir y, paradójicamente, es cuando recibimos.

La lealtad entonces comienza por uno mismo. Si no, no es lealtad. Cuando otorgamos a una persona, idea o institución poder sobre nosotros, estamos siendo oportunistas, serviles o cómplices, según la situación, pero no leales.

Confundir la lealtad con estas actitudes es pervertir el alma, y esto nos lleva a confundir a las personas que están a nuestro alrededor con las que realmente están allí, para nosotros. Nuestras relaciones se vuelven vacuas y frágiles.

La lealtad es lo que le da solidez, profundidad, continuidad y calidad a nuestras relaciones, porque no es consecuencia de un sentimiento afectivo, que puede cesar, sino resultado de un discernimiento para elegir lo que es correcto.

Correcto, recto, honesto para ser leal.

Dice el Diccionario de la Real Academia Española que la lealtad es el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad, las del honor y la hombría de bien. Es también legalidad, verdad, realidad. Y aunque como muchas de las definiciones de diccionario hoy en día, ésta es ya un tanto obsoleta, es evidente que la lealtad está ligada a otros altos valores.

El egocentrismo, la codicia y la ambición de poder, entre otras cadenas que aprisionan al ser humano, no pueden servirse de la lealtad. Son antípodas. Simular que estas motivaciones  no están detrás de nuestras conductas no es suficiente para disfrazar la mezquindad y la complicidad, porque al final el resultado es lo que cuenta: injusticia, ilegalidad, tiranía, arbitrariedad, desigualdad, criminalidad, hambre y tantos otros flagelos que sufre hoy la humanidad.

Podemos, además, prever estos resultados cuando encontramos actitudes desleales, como criticar a nuestros amigos, familiares o jefes sin que estén presentes, quejarnos de ellos sin ayudarlos, divulgar confidencias, dejar una amistad por causas como el modo de hablar, vestir o conducirse en público,  poner poco esfuerzo en un trabajo o ausentarse de él frecuentemente, abusar de la confianza de alguien y, en resumen, traicionar, porque la traición asesina la lealtad.

Y no hay mayor deslealtad, que exigir lealtad.

En el nuevo Partido Revolucionario Institucional la lealtad, cimiento de nuestra unidad, no se exige, se da y se recibe; no se negocia, se concilia para que el interés colectivo no anule el individual. Las traiciones son territorio de la conducta humana, y en el partido somos más los leales, de ahí nuestra fortaleza.

En nuestra relación con la sociedad, somos leales a nuestros valores y principios, aquellos que los mexicanos han venido históricamente enarbolando y que en el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto se han traducido en: un México en paz, un México incluyente, un México con educación de calidad, un México próspero.

Un México que desarrolle su máximo potencial por ser leal a sí mismo.

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