Nacional

Teatro de la República, de la historia nacional

El centenario de la Constitución de 1917 y el 150 aniversario del triunfo de la República, conmemoraciones donde el inmueble será un escenario fundamental

El Teatro Turbio en la Ciudad de México
El Teatro Turbio en la Ciudad de México El Teatro Turbio en la Ciudad de México (La Crónica de Hoy)

El año entrante, el Teatro de la República de la ciudad de Querétaro será uno de los escenarios más relevantes de las grandes conmemoraciones que ya se preparan: en febrero, el centenario de la promulgación de la Constitución de 1917, y en junio, del 150 aniversario del triunfo de la República sobre el proyecto imperial de Maximiliano de Habsburgo, efemérides que son parte de los momentos estelares de la historia nacional, y si bien la carga del pasado es fuerte en el teatro, lo cierto es que no ha impedido que opere, con toda normalidad para el fin que le dio origen.

Lo inauguraron en 1852; se llamaba Gran Teatro de Iturbide; después, fue el Teatro Iturbide a secas y desde 1922 se llama Teatro de la República, nombre que condensa los dos grandes hechos históricos que se dieron en él.

En México, el uso de teatros para propósitos políticos y cívicos es una costumbre muy añeja y ya lo era en los días en que se procesó a Maximiliano y a sus generales. Pero los europeos, entre séquito del emperador y diplomáticos presentes en Querétaro, pensaron que la elección del sitio entrañaba más bien una burla; creyeron que con la elección del teatro se quería dar a entender que el consejo de guerra era una farsa, porque de todas maneras, los acusados morirían.

El consejo de guerra  se efectuó el 13 de junio de 1867: se dio orden de que todos los soldados republicanos que no estuvieran de servicio se presentaran. Incluso, se repartieron “boletos gratuitos” para llenar el teatro, que estaba casi a oscuras. La única zona medianamente iluminada era el escenario, donde se instalaron el consejo y dos de los acusados, Mejía y Miramón. Maximiliano estaba demasiado enfermo para presentarse, o al menos eso dijo su médico.

Después de dos meses de debates, la nueva carta magna, muy diferente a lo que originalmente planeaba Carranza (que esperaba conseguir una versión modificada de la constitución de 1857) quedó terminada el 31 de enero de 1917. Contenía un conjunto de derechos sociales impulsados por los sectores progresistas del Constituyente, que constituían el mecanismo para dar cumplimiento a las promesas que a lo largo de siete años habían formulado los movimientos revolucionarios. Cinco días después, el 5 de febrero, se promulgó la nueva Constitución.

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