
En 1996, el estado de Baja California se vio inundado de anuncios que decían: “¡Bienvenidos a bordo! La película del Titanic busca gente de todas las edades que tengan tipo europeo únicamente: tez blanca, no importa el color de ojos o de cabello. Si te gustaría participar en la película como extra, ven al casting que realizaremos”. Se trataba del nuevo proyecto de James Cameron.
La trágica historia del trasatlántico británico RMS Titanic, que emprendió actividades bajo el título de “insumergible” y colapsó la madrugada del 15 de abril de 1912, tras chocar con un iceberg en el Océano Atlántico en su camino a Nueva York, quedó inmortalizado en el séptimo arte en una de las películas más taquilleras de la historia, bajo la dirección de Cameron y protagonizada por Kate Winslet y Leonardo DiCaprio.
Los estudios Fox invirtieron USD 57 millones en comprar 161 mil 874 metros cuadrados en la costa sur de Playas de Rosarito, municipio de Baja California, al norte de México. Se decidió construir los Fox Baja Studios especialmente para la filmación de la película, que comenzó en septiembre de 1996 y terminó en marzo de 1997. Así se redujeron los costos de la monumental producción.
Simón Bax, entonces Vicepresidente de Finanzas de Fox Filmed Entertainment, en octubre de 1997, mencionó que los estudios son “la inversión más importante realizada en el país y de gran impacto mundial por la sofisticada tecnología instalada”. Pero también se convirtió en fuente de trabajo de toda una generación de creativos mexicanos que encarnaron a la mayoría de los extras que representaron las mil 500 personas que fallecieron en el suceso real, así como de talento de producción y artistas que han contribuido discretamente a la realización de filmes a nivel nacional e internacional.
En el libro Baja California: ritos y mitos cinematográficos, Gabriel Trujillo Muñoz documenta algunos testimonios de mexicanos que formaron parte del filme. Uno de ellos fue Jesús Madrid Fabela (entonces de 27 años), quien fue elegido por accidente mientras acompañaba a uno de sus amigos al proceso de selección.
“Hubo dos tipos de contrataciones dentro de los castings, los que éramos de base, 150 que íbamos a vivir allí; y dependiendo de las escenas que se iban a filmar a diario, solicitaban a otro tipo de gente, por dos o tres días nada más (…) Yo era un pasajero de primera clase. Únicamente estaba junto a los actores pasando a un lado, platicando en una mesa mientras el actor estaba ahí. Era de relleno”, dijo.
En su testimonio explica que, además de personas contratadas de Tijuana, Rosarito y Ensenada, “muchos de los extras llegaron de la Ciudad de México, del sindicato de Chucho Guerrero, considerado por algunos como el Fidel Velázquez de los extras (…) Ahí aprendimos de cerca cómo se hace el cine”.
Llama la atención que también da cuenta de la personalidad de las figuras que formaron parte del rodaje: “Leonardo DiCaprio no era muy sangrón, cuando se le hablaba contestaba, pero no convivía con los extras, siempre llegaba acompañado por su asistente, por su maquillista y peinador. A veces se ponía a cantar a todo pulmón o se ponía a eructar”, contó.
“En cambio Billly Zane era un tipo muy profesional, siempre le quedaban bien las tomas, se llevaba bien con todos, era divertido, se la pasaba haciendo bromas y hasta trucos de magia”, agregó.
Otro extra, que en el libro de Trujillo aparece como anónimo, pero del que se sabe llegó del entonces Distrito Federal y que estuvo presente en la escena del hundimiento, confirma la difícil personalidad del protagonista: “DiCaprio tenía 21 años y no paraba de llamar la atención. Un día de esos largos y tediosos, llevábamos 16 horas filmando, cuando de repente se le ocurrió escupir al agua donde estábamos todos los extras, pero por ser el actor estelar se le consentía todo”.
“Había días en que Leonardo arruinaba escena tras escena, por andar haciéndose el gracioso, pero hasta James Cameron lo consecuentaba. Sólo en una ocasión el asistente de dirección le llamó la atención porque todos estábamos helados y cansados, pero el actor no ponía atención a las instrucciones y cada vez que se equivocaba, se reía o decía un chiste obsceno”, añadió.
En cambio, los comentarios sobre Kate Winslet son totalmente opuestos, “a pesar de ser bastante joven, es una profesional. Hay que decir que aguantó muchísimas horas de filmación en agua fría, sin we suit y sin quejarse. Cuando se equivocaba en una toma, ella pedía disculpas, regresaba a su posición de inmediato”, dijo.
Actualmente, los Baja Studios o Estudios Baja, como se conocen desde que Fox se deslindó de su inversión tras la oleada de violencia y la crisis financiera, siguen funcionando. Algunas de las personas que trabajan ahí forman parte de aquella generación de mexicanos que formaron parte del filme. Tal es el caso de Rolando Navarro, quien en el marco de la tercera edición del Baja California International Film Festival, ofreció un recorrido por los estudios a un puñado de medios nacionales.
“Siempre he creído que Titanic debería ser considerado como orgullo nacional. Fueron cientos de mexicanos los que formamos parte de la película, no sólo fueron extras, sino personas de producción, tramoyistas, carpinteros y hasta artistas que mandaron sus artesanías de Tlaquepaque para la utilería de la película. Era impresionante ver todo el proceso. Yo tuve dos funciones como extra, hacía de stand in (doble) de uno de los marineros y fui stuntman (especialista en riesgos y escenas de acción), de un diseñador de planos”, dijo a Crónica.
De esa generación de mexicanos que formaron parte del filme destacan algunos nombres, entre ellos el de Luisa Gómez de Silva, quien recibió homenaje a su trayectoria en el festival mencionado y que tras su participación en Titanic en el área de producción se ha consolidado como una productora exitosa de nivel internacional en filmes como Babel (2006), Cuando todo está perdido (2013) o Los Piratas del Caribe: La venganza de Salazar (2017), así como la serie de Fear The Walking Dead.
“Empecé trabajando en medios audiovisuales. Era reportera de cultura y espectáculos y después como corresponsal en California para una televisora nacional. Tenía que hacer mi tesis y titularme, pero después no sabía qué hacer. Luego me dijeron, ‘¿por qué no vas a Titanic?’, yo les decía que no quería ser extra, que es de lo que sabía que había trabajo. Pero me dijeron, ‘igual y hay algo en producción’”, señaló en entrevista.
“Recuerdo que fue un lunes cuando mandé mi curriculum, me hablaron el martes para una entrevista, comencé a trabajar el miércoles siguiente y 23 años después sigo trabajando como productora, ya no me regresé a las noticias”, agregó.
Por más de dos décadas ha ejercido la profesión que aprendió junto a James Cameron: “como Titanic fue mi primera experiencia en cine, fue mi ingenuidad la que me ayudó. Fui como una esponja y aprendí todo lo que pude de gente muy importante que siempre estuvo dispuesta a enseñarme. Hoy puedo constatar que todo lo que hablan mal de James Cameron es cierto, pero el tipo es un perfeccionista y se nota en sus proyectos”, enfatizó.
“Tengo la fortuna de que 23 años después sigo trabajando con la misma gente de Titanic, nos seguimos encontrando en diversos proyectos; es una generación importante que sigue sin hacer mucho ruido. Aquí en Baja hay gente muy talentosa, con mucha experiencia, lo que nos ha abierto la puerta a nivel mundial”, agregó.
Tras el éxito de la película en el mundo, James Cameron visitó Los Pinos para encontrarse con el presidente Ernesto Zedillo, el 26 de octubre de 1998, en donde dijo: “Titanic es una película mexicana como un producto de Hollywood, y al ser la película que más premios Oscar ha ganado en la historia de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, podemos decir que hemos hecho historia juntos”.
En la tragedia de 1912, sí iba un mexicano. Manuel Uruchurtu quien fue diputado en cuatro ocasiones, además de funcionario en el gobierno de Porfirio Díaz, quien fue exiliado tras el inicio de la Revolución Mexicana en 1910 y cuya historia fue documentada por Guadalupe Loaeza en la novela El caballero del Titanic (2012), cuyo título está inspirado en que los descendientes de Uruchurtu sostienen que, al momento del naufragio, el mexicano cedió su lugar en el bote salvavidas a una mujer inglesa, Elizabeth Ramell Nye.
El Titanic de Cameron tuvo muchos más tripulantes mexicanos que de cualquier otra nación, y el reconocimiento no ha sido suficiente: “Titanic, la película, no fue sólo una hazaña de construcción, logística, ingeniería y buena vecindad. No fue tan solo un simple negocio millonario donde Hollywood y Baja California unieron esfuerzos. Titanic fue, antes de otra cosa, una experiencia humana: la de los californianos, mexicanos y extranjeros que convivieron, por varios meses, en el sueño visualizado por James Cameron”, escribió Gabriel Trujillo Muñoz, en su libro.
“Para algunos, el sueño fue una aventura. Para otros un trabajo para salir del desempleo. Para unos pocos, una pesadilla. Para la mayoría, sin embargo, fue la experiencia mayor de sus vidas, la oportunidad dorada de formar parte de una película de mayores proporciones, de una cinta de primera categoría”, concluyó la productora Luis Gómez.
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