El Departamento de Química de Radiaciones y Radioquímica del Instituto de Ciencias Nucleares (ICN) de la UNAM desarrolla polímeros inteligentes cargados con algún medicamento capaces de liberarse en el cuerpo humano, con el fin de prevenir hongos e infecciones posoperatorias.

En un comunicado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el investigador Emilio Bucio Carrillo detalló que hasta el momento han logrado cargar medicamentos como diclofenaco, ibuprofeno, cloruro benzalconio y vancomicina, antimicrobianos que inhiben bacterias como la escherichia coli y los estafilococos aureus.

Explicó que los polímeros, que están compuestos por macromoléculas constituidas por monómeros, se dividen en naturales, semisintéticos y sintéticos, pero se puede anexar otra clasificación: los “inteligentes”.

Los polímeros inteligentes son los sensibles a estímulos externos, es decir, aquellos que presentan un cambio abrupto en sus propiedades ante pequeñas variaciones físicas o químicas, como temperatura, fuerza iónica, pH e incluso luz, lo que resulta en una alternancia entre los estados hidrofílico e hidrofóbico.

Bucio Carrillo indicó que los polímeros inteligentes tienen aplicaciones tanto industriales como farmacéuticas, y explicó que “buscamos obtener un biomaterial con radiación ionizante a fin de hospedar algún fármaco”.

Detalló que para lograrlo seleccionan algún tipo de biomaterial en forma de hidrogel que responda al pH, como en el estómago; agregó que usualmente, estos sólo pueden emplearse una vez, pero si se modifican a partir de un injerto se podrían utilizar en más de una ocasión; además de que la radiación no dejaría residuos o químicos, por lo que sería un material esterilizado.

Lo novedoso de este trabajo, pues ya se han utilizado los hidrogeles, es que es la primera vez que se realiza por radiación ionizante, lo que permite acortar el tiempo de respuesta; y el único lugar donde se desarrollan este tipo de indagaciones es el ICN, afirmó.

Bucio Carrillo mencionó que aunque el producto no se ha probado en humanos, se espera aplicarlo en una década, tras practicar los estudios necesarios.

En este trabajo también colaboran los investigadores Guillermina Burillo, Carmen Álvarez-Lorenzo, Ángel Concheiro, Iván Meléndez, Ángel Contreras y Franklin D. Muñoz.