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Zaret: “Mi pasado de drogas no se puede borrar, pero mi niña debe vivir sin adicciones”

La atención enfocada a sus hemanos menores fue el detonante para que comenzara, a los 15 años, con mariguana y siguiera con cristal, tachas, cocaína, LSD… ◗ Lleva cinco años “limpia”, desde el día en que se enteró de su embarazo, no sin antes haber intentado rehabilitarse

Madre e hija caminando de la mano
Madre e hija caminando de la mano Madre e hija caminando de la mano (La Crónica de Hoy)

Zaret había comenzado a experimentar los estragos del consumo de drogas, en particular el del cristal: su caminar ya era rígido con problemas en sus articulaciones y cuando se ponía muy nerviosa tenía sudoración excesiva en las manos, lo que la llevaba a un despellejamiento de las palmas.

Lo que comenzó con consumo de mariguana a los 15 años, terminó en una adicción al cristal y un eventual consumo de LSD, tachas, cocaína y mariguana. Engañó a sus padres durante cuatro largos años, en los que Zaret, la mayor de tres hermanos, comenzó a dar señales de alerta, que no fueron atendidas a tiempo: se había tornado agresiva, se aisló de su entorno familiar, ya estaba muy delgada y demacrada, las peleas con sus papás y sus hermanos eran un día sí y otro también, casi no comía y pasaban días sin que llegara a su casa.

Sin embargo, esas señales no fueron suficiente, aunque ella piensa que sus papás ya lo sabían, fue la propia Zaret quien tuvo que pedir ayuda, se dio cuenta que tenía un problema de consumo de drogas y que ella sola no podía.

Zaret accede a compartir su testimonio de vida con Crónica. Habla pausado, piensa muy bien lo que va a decir y busca las palabras correctas. Sus manos apacibles descansan todo el tiempo sobre la mesa, sus ojos brillan y se siente la emoción en ella cuando dice: “Ven Ángela”, y aparece una menudita figura con sus piecitos presurosos en el amplio espacio donde se realiza la entrevista, tiene cinco años y lleva el nombre de la abuela de Zaret, a quien amó profundamente.

La pequeña Ángela y tener una licenciatura en Trabajo Social para poder ofrecerle un mejor porvenir a la pequeña, son las razones de ser de Zaret. Lleva cinco años “limpia”, no se ha vuelto a drogar desde el día en que se enteró que estaba embarazada, cuando tenía 20 años.

La adicción se fue adueñando de Zaret, llegó el momento en que ya no llegaba a su casa hasta por cuatro días, “porque no te das cuenta de lo que te está pasando, todo el tiempo estaba drogada y no sabes ni qué está pasando, no te importa nada”.

“Mi papá siempre fue muy extraño. Creo que no quería ver las cosas y para ellos todo estaba bien mientras me tuvieran a la vista, ya fuera en la casa o en la perfumería —su papá se dedica a ese negocio—, negocio del que ella obtenía el dinero para comprarse la droga.

Tiempo después, ingresa a la Unidad de Internamiento también del CIJ, y se hospitaliza por tres meses. La estadía fue complicada el primer mes, cuenta, por el síndrome de abstinencia que vivió hasta el grado de que su psiquiatra tuvo que inyectarle tranquilizantes, pero prefirió eso al encierro bajo llave en su habitación en su casa, porque fue la única forma que sus papás pudieron evitar que saliera a drogarse.

Pese a los días negros que vivió, presa del consumo de cristal, Zaret reconoce que siempre contó con el apoyo incondicional de sus papás, e incluso entre su familia hubo quienes se enteraron de la situación y a sus espaldas hablaban de ella, “cosa que nunca me importó, porque siempre, como ahora, he contado con el apoyo de mis padres”.

También subraya la urgente necesidad de implementar acciones en las escuelas: “Yo que lo viví, te puedo decir que en los CCH (Colegios de Ciencias y Humanidades), estuve en el Oriente y en el Sur y la verdad es que la droga corre como si nada y se vende como pan caliente. Por todos lados te la encuentras o te la ofrecen, y lo cierto es que todos tienen acceso a lo que sea, la que tú quieras, lo más doloroso es que no se hace nada, yo creo que por ahí también está uno de los puntos de partida.

Le atrae incorporarse a algún Centro de Integración Juvenil, cuando termine su carrera en Trabajo Social, para tratar de devolver un poco de la mucha ayuda que ahí recibió. Piensa que trataría de ser muy empática con sus pacientes, “porque nunca vas a imaginar lo que está viviendo esa persona, pero si logras ganar su confianza, puedes hacer que hablen de lo que les está pasando”.

La experiencia de lo que vivió ha comenzado a rendir sus primeros frutos. Zaret sabe que en cualquier momento se puede caer en ese oscuro mundo, como a ella le sucedió, a veces por sentirse relegada en su propia familia, por eso está pendiente del desarrollo de Ángela.

Consciente de lo que la llevó al consumo, señala que procurará no dar motivos para que su hija caiga en lo mismo. “Creo que cuando un hijo es educado con amor, orientado, escuchado y guiado, puedes minimizar el riesgo de que pruebe las drogas”. Por eso, se informa de todo lo que tiene que ver con el desarrollo infantil, lo cognoscitivo, lo temperamental, lo físico y todos los cambios que vienen.

“La verdad es que nunca me imaginé como mamá, mi vida dio un giro de 180 grados, yo decía: ‘lo mío son las drogas y aquí me voy a quedar’, porque me encantaba la euforia que sentía… pero ahora, sólo quiero ser la mejor mamá para Ángela”.

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