
Amamantar no es el primer acto de amor, es uno de los primeros y más decisivos. Es calor, refugio, alimento y vínculo. Es la primera medicina, el primer contacto con el mundo, el hilo invisible que conecta a una madre con su hija o hijo desde el cuerpo y más allá del cuerpo. No es solo una función biológica: es una experiencia emocional profunda que define la salud, la confianza y el desarrollo de una nueva vida. En los mamíferos, la lactancia marca el inicio del apego. El cuerpo materno no solo ofrece leche; ofrece consuelo, seguridad y una protección inmunológica insustituible. Cada gota de leche materna contiene más de 200 componentes bioactivos —anticuerpos, vitaminas, minerales, grasas saludables y millones de células vivas— que ayudan al recién nacido a adaptarse al mundo y reducen hasta en un 40 % las infecciones respiratorias y en un 64 % las enfermedades gastrointestinales durante su primer año de vida.
Para las mujeres, la lactancia tiene beneficios físicos y emocionales: favorece la recuperación y reduce la depresión posparto, protege contra ciertos tipos de cáncer, y disminuye el riesgo de enfermedades crónicas. Sin embargo, aunque es un acto natural y poderoso, en México sigue siendo profundamente desprotegido. Menos del 35 % de las niñas y niños menores de seis meses reciben lactancia materna exclusiva. Muchas madres enfrentan un entorno que les dificulta ejercer este derecho: jornadas laborales sin condiciones para extraer o conservar leche, escasez de espacios adecuados, presión social o desconocimiento. A esto se suma la presencia masiva de la publicidad de fórmulas en redes sociales, tiendas y hospitales, que interfiere con una elección informada.
Frente a este escenario, se llevan a cabo dos acciones clave en el marco de la Semana Mundial de la Lactancia Materna. El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) impulsa la ampliación de lactarios en unidades médicas, hospitales y centros de trabajo, buscando garantizar que cada mujer pueda amamantar en espacios dignos, cómodos e higiénicos, sin tener que elegir entre alimentar a su bebé o conservar su empleo. Además, refuerza la formación del personal de salud y amplía el modelo de AMIIMSS (Modelo de Atención Materna Integral), que ha logrado aumentar la cobertura de lactancia exclusiva de 10 % a más del 43 % en los últimos años, reducir en más del 90 % el uso de fórmulas dentro del sistema institucional y certificar decenas de unidades como “Hospitales Amigos del Niño y de la Niña”.
Por su parte, Unicef, junto con el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), la Universidad Iberoamericana, la Liga de la Leche México, El Poder del Consumidor y otras organizaciones de la sociedad civil, presentan la campaña “Invertir en la lactancia materna es invertir en el futuro”. Sus propuestas son contundentes: prohibir la publicidad digital de sucedáneos de la leche materna y alimentos para menores de dos años, restringir el uso de influencers y testimonios pagados, establecer sistemas eficaces de monitoreo y asegurar que la información que reciben madres, padres y cuidadores sea científica y libre de conflictos de interés.
Estas acciones convergen en un mismo propósito: colocar a la lactancia materna en el centro de las políticas de salud, equidad y derechos. Invertir en lactancia es sembrar justicia. Es dar a cada bebé un comienzo justo y a cada madre las condiciones para amar, nutrir y proteger. Amamantar no debería ser un privilegio ni una lucha silenciosa. Debe ser una elección libre, respaldada y celebrada por toda la sociedad.