
En un país que aspira a consolidar su democracia, el regreso de personajes como Sandra Cuevas a la escena política no solo es alarmante, sino profundamente ofensivo. Su reaparición como coordinadora de “México Nuevo” en la Ciudad de México debería generar indignación, no titulares festivos. Hablamos de una figura con más de 40 denuncias por malos manejos durante su paso por la alcaldía Cuauhtémoc. No es un dato menor: es el retrato de una gestión marcada por el abuso, la opacidad y la mentira.
¿Cómo confiar en una persona que negó agresiones físicas a dos policías dentro de su despacho, hasta que la presión legal la obligó a llegar a un acuerdo reparatorio? ¿O en alguien que protagonizó el espectáculo vulgar de lanzar pelotas con billetes desde el balcón de la alcaldía, para luego intentar negar lo evidente? Sandra Cuevas mintió en sus declaraciones patrimoniales (sí, en plural) presentando tres versiones distintas en un mismo año, como si su riqueza fuera un truco de magia más que un asunto de interés público.
Y no, no se trata de una figura que haya tenido un “desliz” o una “mala racha política”. Es alguien que ha transitado por todos los partidos políticos que ha podido, criticando a cada uno después de usarlos como trampolín. No hay ideología, proyecto ni compromiso: solo ambición.
Ahora promete que con su liderazgo podrá ganar en el 2027 las Alcaldías Cuauhtémoc y Azcapotzalco. Lamento informarle a Cuevas que, en territorio chintololo, Nancy Núñez ha sabido consolidar un liderazgo real y conectar con la gente. Y en la Cuauhtémoc, tras el caos que dejó Cuevas, el trabajo de Alessandra Rojo de la Vega ha marcado una diferencia tangible. Pretender que “su gente” pueda gobernar cualquiera de esas dos alcaldías es, cuando menos, delirante. Y hablar de una candidatura a la jefatura de Gobierno para el 2030… es francamente un mal chiste.
El regreso de Sandra Cuevas no solo es una afrenta a la memoria de quienes padecieron su gestión, es una muestra del cinismo que aún impera en nuestra clase política. Que alguien con su historial de abusos, mentiras y desvergüenza vuelva a la arena pública no habla de su fuerza, sino de la debilidad del sistema que la tolera. Si la política en México sigue abriéndole paso a perfiles tóxicos, sin ética ni escrúpulos, entonces estamos condenados a repetir el mismo ciclo de impunidad y farsa. Y lo peor: a normalizarlo.
Por cierto:
1. SOLUCIONES. César Cravioto se ha consolidado como el principal operador político del gobierno capitalino. Ha sido pieza clave en la contención de conflictos vecinales por la gentrificación y en las negociaciones que mantienen el equilibrio político en la ciudad. Esta semana, logró un acuerdo con colectivos canábicos para reubicar los puntos de tolerancia a zonas menos conflictivas, luego de denuncias por venta de otras sustancias y afectaciones al espacio público. Aun con la agenda cargada, Cravioto se da tiempo para atender a los medios y explicar los temas que marcan la agenda pública, reforzando su perfil como figura central en la gobernabilidad de la capital.
Vivo la noticia, para contarle la historia
@juanmapregunta