Opinión

25 para el 25: el gesto de poner libros en las manos de los lectores

La colección 25 para el 25 del Fondo de Cultura Económica

La colección 25 para el 25 del Fondo de Cultura Económica surge en un momento profundamente contradictorio: nunca hubo tantos canales para contar historias y, al mismo tiempo, nunca pareció tan frágil el vínculo sostenido con la lectura, sobre todo entre los jóvenes. No se trata de una condena al presente digital ni de una idealización del pasado, sino de reconocer que leer libros exige algo que hoy escasea: tiempo, atención, silencio y una disposición a demorarse. En ese contexto, regalar libros no es un gesto decorativo ni una estrategia publicitaria, sino una decisión cultural que asume riesgos. Apostar por la lectura implica aceptar que no todos los libros serán leídos de inmediato, pero también que algunos encontrarán a su lector en el momento justo, cuando la curiosidad aún no ha sido sofocada por la prisa.

La fuerza simbólica de esta colección reside en su vocación latinoamericana, en la construcción de una memoria compartida que dialoga con el presente. En un solo movimiento se ponen al alcance de nuevos lectores obras como De pie contra la muerte de Juan Gelman, Las armas secretas y otros relatos de Julio Cortázar, Space Invaders de Nona Fernández, El vaso de leche y otras historias de Manuel Rojas, Poemas de Raúl Zurita, Los privilegios del olvido de Piedad Bonnett, Operación Carlota de Gabriel García Márquez, Poemas de Roberto Fernández Retamar, La muerte de Tyrone Power de Miguel Donoso Pareja, Las historias prohibidas de Pulgarcito de Roque Dalton, Réquiem por Teresa de Dante Llano, Vientos de primavera de Alaíde Foppa, Week-end en Guatemala de Miguel Ángel Asturias, Guerra en el paraíso de Carlos Montemayor, Disparos en la oscuridad de Fabrizio Mejía Madrid, Duermevelas de Adela Fernández, Cuentos de Guadalupe Dueñas, Música concreta de Amparo Dávila, El zorro de Sergio Ramírez, Agua de José María Arguedas, Canto villano de Blanca Varela, Sobre el Che de Eduardo Galeano, Cuentos de Mario Benedetti, Habla palabra de Luis Britto García, Los anarquistas expropiadores de Osvaldo Bayer, Cuentos de Juan Carlos Onetti, El atravesado de Andrés Caicedo y Mañana es lejos de Eduardo Rosenzvaig. No es una lista inocente: es una propuesta de lectura que reivindica conflicto, memoria, lenguaje y pensamiento crítico.

Las objeciones son necesarias. Ninguna política de distribución garantiza lectores, y la selección revela ausencias, desequilibrios y debates pendientes, especialmente en torno a la diversidad de voces. Sin embargo, incluso esas críticas confirman algo esencial: el libro sigue siendo un objeto de disputa cultural. Leer no transforma por sí solo, pero incomoda, abre preguntas, deja sedimentos. Un libro regalado puede ser postergado, olvidado o prestado, y aun así cumplir su función: permanecer disponible cuando el lector esté listo.

El optimismo de 25 para el 25 no es ingenuo, es deliberado. Confía en que la juventud no rechaza la lectura, sino los discursos vacíos. Acercar estos textos es ofrecer un diálogo con la herencia latinoamericana desde sus zonas más ásperas y luminosas. En tiempos de fragmentación, insistir en el libro es insistir en una forma más lenta, crítica y humana de estar en el mundo. Eso, hoy, sigue siendo radical.

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