Opinión

El Cardenal Barragán y la Divina Misericordia

El pasado 20 de abril falleció en Roma el Cardenal mexicano Javier Lozano Barragán, a los 89 años de edad, quien se desempeñaba como Presidente Emérito del Consejo para la Pastoral Sanitaria del Vaticano, cargo que ejerció hasta el 18 de abril de 2009, cuando Benedicto XVI aceptó su renuncia por límite de edad.

desdelafe.mx

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La importancia de ese cargo no requiere de muchas explicaciones si se toma en cuenta que al Vaticano acuden miles de peregrinos de todas partes del mundo, además de que la Santa Sede cuenta con instituciones sanitarias en atención de gente necesitada en varios países, y hay agrupaciones religiosas como las Hermanas Misioneras de la Caridad, de Santa Teresa de Calcuta, y el Vaticano frecuentemente presta apoyos sanitarios en aquellos lugares que lo requieren, como es el caso de la Pandemia de Covid 19, haciendo donaciones de respiradores y vacunas.

El Cardenal Barragán, muy querido en México, tendrá su misa de exequias en Roma el

25 de abril, a las 14:00 horas tiempo de Roma, (7 am en México), y será presidida por el Decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Batista Re, quien estará acompañado de otros cardenales y obispos.

En México, la misa de cuerpo presente tendrá lugar el 27 de abril a las 9:00 horas en la Basílica de Guadalupe, y será presidida por el Arzobispo de México Carlos Aguiar Retes, acompañado de sus obispos auxiliares y los integrantes de los cabildos guadalupano y metropolitano. Ambas ceremonias serán transmitidas por medios católicos. El Cardenal Barragán se desempeñó como obispo auxiliar de esta arquidiócesis en la III Vicaría, entre 1979 y 1984, cuando el Papa Juan Pablo II lo designó como obispo titular de Zacatecas, y posteriormente, lo mandó a colaborar con él de manera más cercana con un importante cargo en el Vaticano. Él será sepultado en Zamora, Michoacán.

El fallecimiento del Cardenal Barragán, quien siempre sintió mucho orgullo de ser mexicano, ocurrió, como también sucedió con San Juan Pablo II, en torno a la fiesta de la Divina Misericordia, de la que era muy devoto, sólo que esta no tiene una fecha fija pues se celebra al domingo siguiente de la Pascua de Resurrección.

Esta celebración fue instituida por Juan Pablo II a partir de las revelaciones que la Iglesia reconoce de la religiosa polaca Santa Faustina Kowalska, en la que Jesús ofrece su misericordia por encima de su justicia a todo aquel que la implora con sincero arrepentimiento, y su devoción está ampliamente difundida en el mundo católico.

Juan Pablo II inició en proceso de beatificación y de canonización de esta religiosa, y finalmente la llevó a los altares. La segunda encíclica del papa polaco estuvo dedicada a la Misericordia Diva, y finalmente, el Papa falleció en vísperas de esta solemnidad.